2 Corintios 5




2 Corintios 5 – Embajadores de Cristo

A. El destino del cristiano

1. (1) Nuestra existencia en el mundo venidero

Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

a. Porque sabemos: Pablo acaba de contrastar esta leve tribulación con un más excelente y eterno peso de gloria, y las cosas que se ven y que son temporales en contraste con las cosas que no se ven y son eternas (2 Corintios 4:17-18). Ahora, Pablo escribirá más sobre este contraste entre lo terrenal y lo eterno.

i. En esta discusión, Pablo es lo suficiente franco para decir: «Sabemos». Los cristianos podemos saber cómo es el mundo que está más allá de este, porque sabemos lo que las palabras eternas de Dios dicen.

ii. «No que pensemos, o que tengamos la esperanza solamente, este es el esplendor de la fe, el triunfo de confiar; esto es, como Latimer lo llama, las carnes dulces del banquete de una buena conciencia. Hay otros platillos delicados en este banquete, pero este es el plato principal». (Trapp)

b. Nuestra morada terrestre, este tabernáculo: Pablo piensa en nuestros cuerpos como si fueran tabernáculos: estructuras temporales que no pueden considerarse como la persona en su totalidad. Si el tabernáculo se deshiciere, aún tenemos una esperanza eterna: de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.

i. Deshiciere es la misma palabra que se utiliza para «derribar un tabernáculo». Un día Dios «derribará el tabernáculo», y cada uno de nosotros recibirá de Dios un edificio, un lugar para vivir por toda la eternidad.

ii. «Muchas personas tienen mucho temor acerca del futuro, pero aquí está Pablo, mirando lo peor que pudiera pasarle con tal complacencia que lo compara como nada peor que lo que puede ser desarmar una tienda de campaña en la cual él está residiendo por una pequeña temporada». (Spurgeon)

iii. Esto significa que somos más que nuestros cuerpos, y explica por qué Pablo pudo considerar todo el dolor e incomodidad en su cuerpo como una leve tribulación comparada con el eterno peso de gloria por venir. Es un error decir: «Mi cuerpo no soy yo». En verdad, mi cuerpo soy yo, pero únicamente una parte de mí. Hay mucho más para mí que este cuerpo.

c. una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos: Nuestros cuerpos futuros no están hechos de manos. Dios especialmente los hace para adaptarlos al entorno de la eternidad y del cielo; nuestra morada es eterna, en el cielo.

i. Jesús dijo: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros» (Juan 14:2). De acuerdo con la fraseología del antiguo griego, la palabra «mansiones» se traduce mejor como «morada» o «un lugar para quedarse». Pero a la luz del carácter de Dios, ¡se traduce mejor como mansiones! De Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos será un lugar glorioso para quedarse, una mansión para toda la eternidad. Después de todo, Jesús ha estado preparando ese lugar desde que ascendió al cielo.

ii. La salvación no es únicamente para el alma o el espíritu, sino también para el cuerpo. La resurrección es como Dios salva nuestros cuerpos. Tendremos un cuerpo glorioso por venir. «Los justos son puestos en sus tumbas todos gastados y cansados; pero como tal no se levantarán. Ellos entran allí con la cejas fruncidas, las mejillas huecas, con la piel arrugada; pero despertarán en belleza y gloria». (Spurgeon)

2. (2-4) Nuestro anhelo por el cuerpo celestial

Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

a. Por esto también gemimos: Los cristianos, por lo tanto, gemimos porque vemos las limitaciones de este cuerpo y la superioridad del cuerpo por venir. Deseando nuestros cuerpos nuevos.

i. Muchos de nosotros no estamos deseando el cielo. ¿Será porque estamos muy cómodos en la tierra? No es que debamos buscar nuestra aflicción, pero tampoco deberíamos de dedicar nuestras vidas a perseguir el confort. No hay nada de malo en que deseemos el cielo; es correcto que podamos ser capaces de estar de acuerdo con Pablo al decir: «gemimos».

b. Deseando ser revestidos [] seremos hallados vestidos, y no desnudos: Pablo simplemente está diciendo que en la eternidad estaremos revestidos, y no estaremos desnudos; esto es, que no seremos espíritus sin cuerpo.

i. Los filósofos griegos pensaban que un espíritu sin cuerpo era el máximo nivel de existencia. Pensaban que el cuerpo era una prisión del alma, y no hallaban ventaja alguna en ser resucitado en otro cuerpo.

ii. Para Dios, el cuerpo mismo no es negativo. El problema no está en el cuerpo, sino en estos cuerpos corrompidos por el pecado en los cuales vivimos. Jesús aprobó la esencia bondadosa del cuerpo al convertirse en hombre. Si hubiera algo inherentemente malo en el cuerpo, Jesús jamás hubiera podido añadir la humanidad a su deidad.

c. Porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos: Como cristianos, no tenemos un deseo de ser «puro espíritu», y escapar del cuerpo. Pero estamos deseando tener un cuerpo perfecto, resucitado.

i. En realidad, no sabemos mucho acerca del estado de los cuerpos resucitados. «Si después de eso, tú deseas saber más acerca de esta casa, te puedo dar un consejo, el cual fue dado por John Bunyan en un caso similar. Alguien le preguntó a John sobre este mismo tema y él no pudo contestarle, ya que el asunto no estaba disponible en la Palabra de Dios; y, por lo tanto, John honesto animó a su amigo a que viviera una vida piadosa, y que fuera al cielo, y que lo viera por él mismo». (Spurgeon)

d. Para que lo mortal sea absorbido por la vida: Nuestros nuevos cuerpos no estarán sujetos a la muerte (mortal), como Pablo escribió en 1 Corintios 15:54: «Sorbida es la muerte en victoria». Cuando recibamos nuestros cuerpos eternos, la vida conquistará completamente a la muerte. Si una serpiente absorbe a un ratón, el ratón es completamente conquistado; ya no existe más. De la misma manera, la muerte es absorbida por la vida.

e. Sino revestidos: En los tiempo medievales, algunos cristianos que nunca habían sido monjes eran enterrados con las ropas de un monje, esperando pasarla un poco mejor en el día del juicio al estar vestidos como monje. Jesús nos ofrece una vestimenta mucho mejor.

3. (5-8) Nuestra confianza

Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.

a. Mas el que nos hizo: Dios nos está preparando justo ahora para nuestro destino eterno. Aquí, Pablo conecta las ideas de nuestra leve tribulación, y el eterno peso de gloria (2 Corintios 5:17-18). Esta leve tribulación es (en parte) el cómo Dios nos hizo.

i. Un hombre en medio de muchas pruebas dolorosas salió a caminar en su vecindario y vio a personal de construcción trabajando en una gran iglesia. Él se paró y miró a un artesano de cantería que trabajó por un buen tiempo en un bloque, pero no podía ver donde iba a caber el bloque, porque al parecer la iglesia estaba terminada. Él miró al hombre trabajar en el bloque cuidadosa y metódicamente, dándole lentamente la forma en un patrón preciso. Finalmente, le preguntó: «¿Por qué pasas tanto tiempo golpeando y moldeando ese bloque?». El artesano apuntó hacia lo alto del casi ya terminado campanario y dijo: «Lo estoy moldeando aquí para que quepa allá arriba». El hombre en medio de las pruebas instantáneamente supo que ese era un mensaje de Dios para él: Él estaba siendo preparado aquí abajo, para que pudiera caber en el cielo.

b. Quien nos ha dado las arras del Espíritu: Cuando las pruebas son duras en la tierra, no siempre es fácil ser consolado por pensar en nuestro destino celestial. Dios sabía esto, así que nos ha dado las arras del Espíritu. Él respalda su promesa del cielo con un pago inicial: el Espíritu Santo, el cual nos da para el día de hoy.

i. Arras es la antigua palabra griega arrhabon, la cual describe «un compromiso o un pago parcial, que es requerido para pagos futuros, pero que le da a aquel que recibe las arras un reclamo legal de los bienes en cuestión». En el lenguaje griego moderno, arrhabona significa «anillo de compromiso».

ii. Muchos cristianos experimentan una gran bendición por parte del Espíritu Santo justo ahora. Cuando consideramos cuán glorioso adelanto se nos ha dado, debemos de considerar qué tan grande será todo el regalo.

iii. «Así que el Espíritu Santo es parte del cielo mismo. La obra del Espíritu Santo en el alma es el retoño del cielo. La gracia no es una cosa que será quitada de nosotros cuando entremos en la gloria, sino que se desarrollará en gloria. La gracia no se quitará como si ya hubiera dado respuesta a su propósito, sino que será madurada en gloria». (Spurgeon)

c. Así que vivimos confiados siempre: La presencia del Espíritu Santo en la vida de Pablo le daba confianza. Le aseguraba que Dios estaba trabajando con él y que continuaría su obra. Si no puedes decir de ti mismo que estás confiado siempre, entonces pídele a Dios por un derrame fresco del Espíritu Santo en tu vida.

i. Podemos estar confiados siempre, aun en los tiempos difíciles, si nos apropiamos de Colosenses 3:2: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». «¿Cuál es entonces la manera de mantener la paz cuando hay cambios en el alma, cuándo a veces somos llevados al cielo y dentro de poco tiempo somos echados abajo? La única manera es nunca ser exaltado en exceso por la prosperidad que se tiene o no se tiene, y nunca estar deprimido en exceso por la adversidad o por las dudas y temores; porque tú has aprendido a vivir, no por las cosas que tienes, tampoco por las cosas que no tienes, sino por las cosas de arriba, las cuales son la comida de un espíritu que ha nacido de nuevo». (Spurgeon)

d. Sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista): Justo ahora la presencia de Dios es un asunto de fe. Estamos en el cuerpo, así que hay un sentido en el cual estamos ausentes del Señor, al menos en el sentido de su presencia inmediata y gloriosa. Así que ahora por fe andamos, no por vista.

i. Por fe andamos, no por vista es uno de los grandes —y difíciles— principios del vivir cristiano. Debe de asombrar a los ángeles que vivimos, servimos, y estamos dispuestos a morir por un Dios que nunca hemos visto; y aun así lo amamos, y vivimos por Él, por fe andamos, no por vista.

ii. Por fe andamos significa que hacemos de la fe una parte de las actividades de cada día. El «andar», en sí mismo, no es nada extraordinario, es uno de los aspectos más mundanos de la vida. Pero Dios quiere que por fe andemos. «Ese hombre aún no ha aprendido el verdadero espíritu del cristianismo, el cual siempre está diciendo: Puedo predicar un sermón por fe. Sí, señor, ¿pero puede hacer un abrigo por fe? Puedo distribuir tratados y visitar el distrito por fe. Pero, ¿puedes cocinar una cena por fe? Quiero decir: ¿Puedes realizar las acciones comunes de la casa, y los deberes diarios en el espíritu de la fe?». (Spurgeon)

iii. Vendrá el día cuando ya no será necesario estar ausentes en el Señor, en el sentido que Pablo quiere dar a entender aquí. En aquel día ya no andaremos por fe, pero por vista presenciaremos la gloria y la presencia de Dios.

e. Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor: Debido a que Pablo confía (en parte, basado en las arras del Espíritu Santo) en su destino eterno, no tiene miedo del mundo que está en el más allá. De hecho, dice: «más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor».

i. Este texto trata con una pregunta en la mente de muchos: ¿Qué les sucede a los creyentes cuando mueren? Los cristianos dejarán estos cuerpos, serán resucitados en nuevos cuerpos, y estarán con el Señor. Sencillamente hablando, el estar ausentes del cuerpo significa el estar presentes al Señor.

ii. ¿Pero viviremos en el cielo por un tiempo en un estado intermedio, incorpóreo, esperando la resurrección? Algunos lo piensan así, basados en pasajes como Apocalipsis 6:9-11 y 1 Tesalonicenses 4:16. Pero al usar el término «desnudados» en el versículo 4, parece que Pablo ve tal estado sin el cuerpo como indeseado. El estado más deseado parece ser estar «revestidos» con un nuevo cuerpo de resurrección como se aprecia en el versículo 2. Es un estado en el que estaremos «presentes al Señor», ya sea porque los que actualmente están muertos en Cristo están con el Señor en un cuerpo espiritual; o, quizás, debido a la naturaleza de la eternidad sin tiempo, ellos ya han recibido su cuerpo resucitado porque viven en un «ahora» eterno.

iii. La verdad de que estar ausentes en el cuerpo significa que estaremos presentes al Señor prueba la falsedad de dos doctrinas: la doctrina del «alma en reposo» y la doctrina del «purgatorio». Refuta la falsa doctrina del «alma en reposo», que plantea que el creyente que muere es retenido en un tipo de animación suspendida hasta que ocurra la resurrección; y la falsa doctrina del «purgatorio», la cual dice que el creyente que muere debe ser «limpiado» por medio de su propio sufrimiento antes de llegar a la presencia de Dios.

iv. «Él no esperaba ser quemado vivo por los siguientes mil años, y luego pasar del purgatorio al paraíso; él esperaba ir, tan pronto como se deshiciera su casa terrenal, hacia su casa eterna, la cual está en el cielo. Él ni siquiera tenía el pensamiento de estar en un estado de inconciencia hasta la resurrección». (Spurgeon)

f. Presentes al Señor: Esto es lo que hace que el cielo sea en realidad el cielo, así que deseamos estar presentes al Señor. El cielo es tan precioso para nosotros por muchas razones: queremos estar con los seres queridos que han partido antes que nosotros, a quienes extrañamos profundamente; queremos estar con los grandes hombres y mujeres de Dios, los cuales se han ido antes que nosotros en los siglos pasados; queremos andar por las calles de oro, ver las puertas radiantes, y ver a los ángeles que rodean el trono de Dios, adorándole día y noche. Sin embargo, ninguna de estas cosas, tan preciosas como son, hacen que el cielo sea el «cielo». Lo que hace que el cielo sea el cielo, es la presencia, sin estorbos, sin límites, de nuestro Señor. El lugar del cielo sería como el infierno si no pudiéramos estar presentes al Señor.

 

4. (9-10) La meta de nuestra vida a la luz de nuestro destino eterno

Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.

a. Por tanto procuramos también [] serle agradables: Ya que lo que hacemos ahora tiene consecuencias eternas, nuestra meta es agradar persistentemente a Dios.

i. «Tú te reportas al centro de mando. No importa lo que los demás piensen de ti. Tu negocio es agradar a Cristo, y mientras menos te molestes en agradar a los hombres, más éxito tendrás en agradar a Dios». (Maclaren)

b. Ausentes o presentes: No podremos hacer nada para agradar a Dios cuando estemos ausentes de estos cuerpos y presentes ante Él. Pero ese día aún no ha llegado. Podemos hacer algo para agradar al Señor cuando aún estamos ausentes de su presencia inmediata y presentes en estos cuerpos.

i. Tenemos que considerar, en cuanto a todo lo que sabemos, que hay algunas oportunidades para agradar a Dios que solamente nosotros tendremos mientras estamos presentes en estos cuerpos. Cuando lleguemos al cielo, no habrá más necesidad de la fe, ni más necesidad de soportar por medio de las pruebas, ni más necesidad de valentía y franqueza para compartirle a otros a Jesús. Ahora, mientras estamos presentes en estos cuerpos, es nuestra única oportunidad en toda la eternidad para agradar a Dios en estas áreas.

c. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo: Cuando pasemos de estos cuerpos hacia el mundo del más allá, cada uno debe de dar cuentas según lo que haya hecho [] sea bueno o sea malo.

i. Este no es el Gran Tribunal Blanco de juicio (Apocalipsis 20:11-15). Esto describe un juicio de las obras de los creyentes (según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo).

ii. La frase «el tribunal» es una palabra singular en el antiguo lenguaje griego del Nuevo Testamento. Bema, literalmente significa «escalón», como una plataforma levantada o un asiento. Este era el lugar donde un magistrado romano se sentaba para actuar como juez. El bema era «un objeto de reverencia y de temor para todo el pueblo». (Hodge)

d. ¿Qué será juzgado en el tribunal de Cristo? Primero, «lo que hemos hecho» será juzgado (según lo que haya hecho). Segundo, «los motivos de lo que hemos hecho» serán juzgado (según lo que haya hecho [] sea bueno o sea malo).

i. Debemos de vivir entendiendo que lo que hemos hecho será juzgado. Es posible que haya un alma salvada que haya desperdiciado una vida, y eso será juzgado en el tribunal de Cristo. Esto debe ser un estímulo en nuestro servicio al Señor. Nos debe de recordar el principio de Hebreos 6:10: «Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún». Pablo sabe que los problemas de esta vida valen la pena porque será recompensado en el tribunal de Cristo.

ii. Debemos de vivir entendiendo que «los motivos de lo que hacemos serán juzgados» (1 Corintios 13:1-3 comparte esta idea). Uno puede hacer las cosas correctas pero con un corazón equivocado. Dios a menudo seguirá utilizando a esas personas e, incluso, traerá grandes bendiciones por medio de ellos. Pero al final, será como si no hubieran hecho nada por el Señor, porque sus motivos de servicio no pudieron estar delante del tribunal de Cristo.

iii. Pablo presenta en esencia la misma idea en 1 Corintios 3:12-15, donde habla del pago venidero de la obra de cada quien delante del Señor. En ese pasaje, pone en claro que lo que nosotros hacemos, y nuestro motivo al hacerlo, será probado con fuego, y el fuego purificador de Dios quemará todo lo que no era de Él. No seremos castigados por lo que no fue hecho correctamente para el Señor; esas cosas simplemente arderán, y será como si nunca las hubiéramos hecho. Seremos recompensados simplemente por lo que quede. Tristemente, algunos irán al cielo pensando que han hecho grandes cosas por Dios, y encontrarán en el tribunal de Cristo que en realidad no hicieron nada.

iv. «El aparecer delante del tribunal de Cristo es el privilegio de los cristianos. Es un asunto de la valoración de las obras e, indirectamente, del carácter, no de la determinación del destino; tiene que ver con la recompensa, no con el estatus». (Harris)

5. (11) Nuestro mensaje a la luz del destino eterno

Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias.

a. Conociendo, pues, el temor del Señor: ¿Qué sabemos del temor del Señor? Sabemos que apartados de Jesús somos blancos justos del temor del Señor. También sabemos que en Jesús hemos sido librados del temor del Señor.

b. Persuadimos a los hombres: Conociendo el lugar de los hombres, tanto de los apartados de Jesús como de los que están en Jesús, persuadimos a los hombres a venir a Jesús y a conocer lo que significa ser librados del temor del Señor.

i. El mensaje no es: «Cuidado con el temor del Señor», aunque sí hay un lugar para ese mensaje. El mensaje tampoco es: «Si no persuado a los hombres tal vez me enfrente al temor del Señor, ¡así que debo trabajar!». El mensaje es: «He sido librado del temor del Señor, y tú también puedes ser librado. ¡Ven a Jesús!». En verdad, el temor del Señor fue puesto «en Jesús», para que no fuera dirigido a todos aquellos que confían en quien es Jesús, y en lo que Él ha hecho por ellos.

ii. Persuadimos a los hombres: Este debe de ser el corazón de todos los que presentan el evangelio, ya sea desde un púlpito, o desde otro lugar. Intentamos «persuadir» a los hombres. No vamos simplemente tirando ideas sin que nos importe cómo los hombres responden. Deberíamos de ser como Pablo, quien apasionadamente deseaba que los hombres y las mujeres vinieran a Jesús. Debemos de tener la intención en nuestros corazones de persuadir a los hombres.

c. Pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias: Pablo trabajó duro para persuadir a los hombres, pero él sabía que no necesitaba persuadir a Dios. Él sabía que a Dios le es manifiesto. Él también deseaba no necesitar persuadir a los corintios cristianos; confió en que su mensaje y ministerio fuera conocido en sus conciencias.

i. Pablo vio la necesidad de persuadir al mundo de la persona y la obra de Jesús, y de su propia integridad como mensajero de las buenas noticias. Sin embargo, sabía que no había necesidad de persuadir a Dios, y le frustraba tener que persuadir a los corintios cristianos.

B. Pablo defiende y describe su ministerio

1. (12) ¿Por qué Pablo tendría que defender su ministerio?

No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón.

a. No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros: ¿Estaba Pablo rogando? ¿Estaba tratando de gloriarse a sí mismo delante de los corintios? Para nada. Aunque Pablo se gloriaba en su debilidad, sus pruebas, y sus luchas, no lo hacía para alardear delante de los corintios cristianos.

b. Sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros: Al hablar de sus debilidades, sus pruebas, y sus luchas, Pablo quería dar a los corintios cristianos la oportunidad de que estuvieran orgullosos de él (de gloriaros por nosotros).

i. Pablo habla aquí con ironía. Los corintios cristianos no estaban interesados en gloriarse en Pablo o en ver algo bueno en cualquiera de sus pruebas. Ellos pensaban que las pruebas hacían que Pablo fuera, como apóstol y como hombre de Dios, de menor categoría, y no un apóstol y hombre de Dios superior. Pablo sabía bien esto, sin embargo, ¡está feliz de poder darles la ocasión de gloriaros por nosotros!

c. Para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón: Un problema con los corintios cristianos era que a ellos les gustaba los que se glorían en las apariencias y no en el corazón. Ellos menospreciaban a Pablo porque su gloria no estaba en las apariencias, sino solo en el corazón. Al decirles a los corintios cristianos el cómo Dios obró por medio de sus luchas y pruebas, Pablo les dio algo con qué responder a los que pensaban de esa manera.

i. ¿En qué te glorías? ¿Estás entre aquellos que se glorían en las apariencias y no en el corazón? Recuerda lo que el Señor le dijo a Samuel: «porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). Somos impresionados fácilmente a menudo por la imagen de una persona, y no vemos o no nos importa su sustancia. No es que las apariencias no sean completamente importantes, pero comparado con el corazón, casi no son importantes.

2. (13-15) Pablo no está loco; en vez de eso, está motivado por el amor de Dios que ha recibido

Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

a. Porque si estamos locos: El estar «loco» describe un comportamiento irracional y disparatado. Los corintios cristianos probablemente pensaban que Pablo estaba loco, porque parecía estar contento con una vida de dolor, pruebas, y de malestar, con tal de traer gloria a Dios. Al ser acusado de estar loco, Pablo está en buena compañía. Jesús también fue acusado de estar fuera de sí (Marcos 3:21 y Juan 10:20).

i. «Quizás algunos le daban la reputación de loco. Así lo creía Festo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Y sus enemigos en Corinto pudieron insultarlo, y no solamente decirle que estaba loco, sino que atribuían su locura a una causa menos digna que a un estudio intenso y a un profundo aprendizaje». (Clarke)

b. Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros: Pablo no quiere que los corintios cristianos piensen que él está deliberadamente actuando de una manera que hace que algunos puedan pensar que es locura. En lugar de eso, él dice que lo está haciendo para Dios. No obstante, si por el contrario, los corintios cristianos quieren pesar que Pablo está cuerdo, pueden pensar que está actuando de esa forma por ellos.

i. «El apóstol les dice, que si en verdad él estaba fuera de sí en cualquiera de sus opiniones, entonces lo estaba para Dios, esto es, por el honor y la gloria de Dios; o si estaba sobrio, era por el bien de ellos; cualquier temperamento que tuviera, era para servirle a Dios, o ellos». (Poole)

c. Porque el amor de Cristo nos constriñe: Pablo está motivado por el amor de Cristo; esto es, por el amor de Jesús hacia él. Pablo tuvo que hacer lo que hizo en el ministerio porque el amor que recibía de parte de Jesús era tan grande, que lo obligaba a servir a otros.

i. Este es el gran cimiento del ministerio: el querer dar algo a los demás debido a que Jesús te dio todo. Cuando en verdad recibimos el amor de Cristo, esto nos toca y nos hace que queramos servir a otros.

ii. Pablo se sentía «constreñido» por el amor de Cristo. Si alguno preguntaba: «¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué todo este dolor y todas estas pruebas?». Pablo le respondería: «Lo tengo que hacer. He recibido el amor de Cristo. Tengo el amor de Cristo en mi corazón en el sentido de que amo a Jesús. También tengo el amor de Cristo en mi corazón para todo el pueblo que Jesús ama. ¡Soy constreñido por el amor de Cristo!». «Los apóstoles trabajaban mucho, pero toda su labor brotaba del impulso del amor de Cristo Jesús. De la manera que Jacob trabajó únicamente por Raquel, debido al amor que sentía por ella, así los verdaderos santos sirven al Señor Jesús bajo el constreñimiento omnipotente del amor». (Spurgeon)

iii. El decir: «el amor de Cristo nos constriñe», es decir que el amor de Cristo tiene poder, tiene una fuerza que nos puede atar e influenciar. «El amor de Cristo había presionado las energías de Pablo con una potencia que las canalizó y luego las condujo hacia adelante, hasta que él y sus compañeros se convirtieron en una fuerza poderosa para el bien, siempre activa y enérgica». (Spurgeon)

d. Que si uno murió por todos, luego todos murieron: ¿Cómo es que Jesús murió por todos? En el sentido de que su muerte es capaz de salvar a todos los que llegan a Él, y es una demostración del amor de Dios para con todos; pero no en el sentido de que todos son hechos salvos debido a que Jesús murió (esta es la falsa doctrina del universalismo).

i. Sin embargo, es probable que en el contexto de Pablo, «todos», se refiera a «todos los salvos». No hay duda de que hay un sentido en el cual Jesús murió por todo el mundo: «Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:2). Pero todos, a los que Pablo aquí se refiere, es probablemente «todos los salvos», porque él también escribe: «luego todos murieron». Se puede decir que únicamente aquellos que se unieron a Jesús por medio de la fe, han muerto espiritualmente y han sido resucitados de nuevo con Él (Romanos 6:1-6).

e. Para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos: Si Jesús murió por nosotros, es natural que nosotros vivamos para él. Jesús nos dio una nueva vida, no para que la vivamos para nosotros mismos, sino para que la vivamos para Él. La pregunta es simple: ¿Estás viviendo para ti mismo, o estás viviendo para Jesús? «El murió por nosotros para que podamos morir a nosotros mismos». (Calvin)

i. Dios nos creó para el propósito de vivir para Él, no para nosotros mismos. Es una corrupción de nuestra naturaleza la que nos hace querer vivir para nosotros mismos, y no para el Señor. En Apocalipsis 4:11, la Versión King James dice: «porque tú has creado todas las cosas, para tu placer estas son y fueron creadas» (traducción). Nosotros somos, y fuimos creados para vivir para Dios, no para nosotros mismos. Jesús vivió completamente para Dios el Padre.

ii. ¿Qué es lo que significa que ya no vivan para sí, sino para aquel? No significa que podamos decir: «No amaré o serviré a nadie, solamente a Dios». Nuestro amor por Dios, y nuestra vida para Dios, está expresada en la forma en que servimos a los demás. Cuando decimos que vivimos para Dios, no lo podemos utilizar como una excusa para descuidar el servicio a los demás.

3. (16) Debido a esta nueva vida, hecha posible por Jesús, las antiguas uniones terrenales son mucho menos importantes

De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.

a. A nadie conocemos según la carne: ¿Por qué?

· Porque nosotros no andamos mirando las cosas que se ven, sino las que no se ven (2 Corintios 4:18).

· Porque nuestra morada terrestre será deshecha, pero tendremos un nuevo cuerpo, eterno, en los cielos (2 Corintios 5:1).

· Porque por fe andamos, no por vista (2 Corintios 5:7).

· Porque nosotros no nos gloriamos en las apariencias, sino en el corazón (2 Corintios 5:12).

i. Por todas estas razones, nosotros no miramos la imagen y la apariencia de la carne, sino la sustancia del corazón.

b. Y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así: Aun aquellos que conocían a Jesús en la carne, hallaron que su nueva relación con Él a través del Espíritu Santo era mucho más valiosa.

i. Debido a que Pablo escribe que «a Cristo conocimos según la carne», podemos asumir que Pablo conoció a Jesús durante los días de su ministerio terrenal, y quizás aun escuchó a Jesús predicar en Jerusalén. ¡Pablo, quizás, estuvo entre algunos de los fariseos que a menudo confrontaban a Jesús! Pablo, ciertamente, de una manera afectuosa, mira atrás hacia lo que recordaba de Cristo según la carne. Al mismo tiempo, él sabía que su relación con Jesús, por medio del Espíritu Santo, era mucho mejor.

ii. «Cuando él conoció a Cristo en la carne, lo consideraba el líder de una nueva secta, el líder de un nuevo partido, una amenaza para la santa religión. Él dice que ya no lo ve de esa manera. Ahora lo conocemos en el Espíritu, por el Espíritu». (Morgan)

iii. Así que, el haber conocido a Jesús en la carne no garantizaba nada. «Muchas multitudes siguieron a Cristo en persona, y fueron quienes después desertaron y demandaron su crucifixión» (Hughes). Aun los discípulos no fueron buenos seguidores de Jesús, hasta que lo conocieron por el Espíritu en el día del Pentecostés.

c. Ya no lo conocemos así: Algunos piensan que sería mejor que Jesús estuviera presente con nosotros según la carne; pero no lo es, y Jesús lo sabía. Es por esto que Jesús les dijo a sus discípulos: «Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré» (Juan 16:7).

 

4. (17) La vida de resurrección de Jesús nos da nueva vida

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

a. Si alguno: Esta es una promesa para cualquiera. ¡Si alguno! No importa la clase, la raza, la nacionalidad, el idioma, o el nivel de escolaridad. «Alguno» se refiere a que cualquier persona puede ser una nueva creación en Cristo Jesús.

b. Está en Cristo: Esta es una promesa para aquel que está en Cristo. Esta no es una promesa para aquellos que están centrados en sí mismos, o en la religión del hombre, o en alguien o algo más. Esto es para aquellos que están en Cristo.

c. Nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Pablo aquí enseña el gran principio de la «regeneración»: Cristo Jesús cambia a aquellos que vienen a Él por fe, a los que están en Cristo. Los salvos no son únicamente «perdonados». Ellos son transformados en una nueva criatura.

i. Es injusto esperar que aquellos que no están en Cristo vivan como si fueran una nueva criatura. Sin embargo, no es injusto esperar una vida cambiada de las personas que dicen que son cristianos. «No conozco ningún lenguaje, no creo que haya alguno, que pueda expresar una renovación más grande o más exhaustiva, que aquella que es expresada en el término de nueva criatura». (Spurgeon)

ii. Sin embargo, el ser una nueva criatura no significa que somos perfectos. Significa que somos cambiados, y que estamos siendo cambiados.

d. ¿Quién nos hace una nueva criatura? Esto es algo que solamente Dios puede hacer en nosotros. Esto no es «girar hacia una nueva página» o «conseguir hacer las cosas como es debido». Vivir como una nueva criatura es algo que Dios hace en nosotros, usando nuestra voluntad y nuestras elecciones. Así que, se nos dice que «nos despojemos del viejo hombre, y que vistamos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:22-24).

i. El ser una nueva criatura es un regalo de Dios, el cual se recibe por fe. «Dios es tanto el autor de la segunda creación como de la primera» (Harris). Esta es «una frase que argumenta el cambio más grande imaginable, y el cual únicamente puede ser traído al alma por el poder de Dios». (Poole)

ii. La obra de convertir a alguien en una nueva criatura es aún más grande que la obra de la creación del mundo por parte de Dios. «Hermanos míos, fue más difícil, si tales términos se pueden aplicar a la Omnipotencia, el crear a un cristiano que el crear al mundo. ¿Qué había para empezar cuando Dios creó el mundo? No había nada; pero nada se podía interponer en el camino de Dios. Pero, hermanos míos, en nuestro corazones, mientras no había nada que pudiera ayudar a Dios, sí había mucho que se podía oponer a él. Nuestra necia voluntad, nuestros profundos prejuicios, nuestro arraigado amor a la iniquidad; todos estas cosas, gran Dios, se oponen, y su meta es frustrar tus diseños []. Sí, gran Dios, fue muy grande hacer al mundo, pero es más grande crear una nueva criatura en Cristo Jesús». (Spurgeon)

iii. El vivir como una nueva criatura es algo que Dios obra en nosotros, utilizando nuestra voluntad y nuestras elecciones. Así que debemos hacer ambas cosas: recibir el regalo de ser nueva criatura y vivir la vida de una nueva criatura. Todo esto es la obra de Dios en nosotros, a la cual debemos de someternos. Esto nos recuerda que, en sus inicios, el cristianismo se trata de lo que Dios hizo por nosotros, no de lo que podemos o debemos hacer por Dios. «Amados, si no tienen más religión que la que han construido ustedes mismos, y no tienen más gracia que la que han hallado en su naturaleza, no tienen nada. Una obra sobrenatural del Espíritu Santo debe ser traída a cada uno de nosotros, si hemos de ver el rostro de Dios con aceptación». (Spurgeon)

e. Todas son hechas nuevas: Es el lenguaje de la obra perfecta y recreada de Dios (Apocalipsis 21:5). Dios quiere hacer cosas nuevas en nuestra vida.

i. «El hombre no es únicamente remendado, es hecho nuevo [], hay una nueva creación, la cual le pertenece a Dios por ser su hechura, la cual él puede ver y articular muy bien». (Clarke)

5. (18-19) El mensaje y ministerio de reconciliación

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

a. Todo esto proviene de Dios: Pablo aquí vuela alto, y quiere que los corintios cristianos sepan que lo que está escribiendo proviene de Dios, no del hombre. Esta obra de hacernos una nueva criatura, así como nuestro destino eterno, son obras de Dios, no es algo que debamos ganarnos o lograr alcanzar.

b. Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo: Dios inició este ministerio de reconciliación, aun cuando Él es la parte inocente en la relación distanciada. Fue Dios, quien nos reconcilió consigo mismo, nosotros no nos reconciliamos con Él.

i. Es importante notar que Dios hizo esto por Cristo. Dios no nos reconcilió consigo mismo haciendo de lado su justicia santa, o «cediendo» a la humanidad pecaminosa y rebelde. Él lo hizo por medio de un amor sorprendente, justo y sacrificial. Dios no demanda menos justicia y rectitud del hombre bajo el dominio de Jesús; pero la demanda ya ha sido satisfecha por Cristo.

c. Nos dio el ministerio de la reconciliación: Ya que nos reconcilió consigo mismo por Cristo, ahora Dios espera que tomemos el ministerio de la reconciliación y, por lo tanto, él nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

i. La reconciliación viene por la palabra de la reconciliación. Dios usa la palabra predicada para reconciliar al hombre y a la mujer con Él.

d. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo: A pesar de todos los terrores de la cruz, Dios el Padre obró en y con Dios el Hijo, reconciliando consigo al mundo. El Padre y el Hijo trabajaron juntos en la cruz.

i. Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo: Esto es aún más increíble cuando se entiende bajo la luz de lo que sucedió en la cruz. En algún punto, antes de que Jesús muriera, antes de que el velo se rasgara por la mitad, antes de que Jesús exclamara: «Consumado es», una transacción espiritual asombrosa se llevó a cabo. El Padre puso sobre el Hijo toda la culpa e ira que nuestro pecado merecía, y Jesús la llevó de una manera perfecta, satisfaciendo totalmente la justicia de Dios por nosotros.

ii. Aunque el sufrimiento físico de Jesús fue sumamente terrible, al sufrimiento espiritual —al acto de ser juzgado en nuestro lugar por nuestro pecado— era a lo que Jesús realmente le temía con respecto a la cruz. Esta era la «copa» —la copa de la ira justa de Dios— que Él tembló al tomar (Lucas 22:39-46, Salmos 75:8, Isaías 51:17, Jeremías 25:15). Fue como si en la cruz Jesús se hubiera convertido en un enemigo de Dios, quien fue juzgado y a quien se le obligó a beber de la copa de la ira del Padre, para que nosotros no tuviéramos que beber de esa copa.

iii. Pero al mismo tiempo, Pablo pone en claro que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo. Ellos trabajaron juntos. Aunque Jesús estaba siendo tratado como si fuera un enemigo de Dios, Él no lo era. Aun cuando Jesús estaba siendo castigado como si fuera un pecador, Él llevó a cabo el servicio más santo que ha sido ofrecido para Dios el Padre. Y así es como Isaías pudo decir: «Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo» (Isaías 53:10). Y en sí mismo, el padecimiento del Hijo no complació al Padre, pero la consumación de la obra de reconciliar consigo al mundo, sí agradó completamente a Dios Padre.

iv. Robertson comenta correctamente: «No debemos de atrevernos a indagar demasiado en el misterio del padecimiento de Cristo en la cruz, pero este hecho arroja algo de luz sobre el clamor trágico de Jesús justamente antes de morir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?. En ese clamor (Mateo 27:46 y Marcos 15:34), Jesús expresa su compañerismo con Dios el Padre (Dios mío) y el sentimiento agonizante de recibir la ira de Dios, la cual merecemos».

e. No tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados: ¿Por qué? ¿Era porque Dios se hizo flexible y le dio a la humanidad una tarjeta «para salir librada del infierno»? Para nada. Es que nuestras transgresiones fueron imputadas a Jesús. La justicia que nuestro pecado demandaba fue satisfecha, no fue eximida.

i. Si Dios deja de lado su ira o su justicia para salvar a los pecadores, entonces la cruz, en lugar de ser una demostración de amor, sería una exhibición de una crueldad e injusticia inexpresable, y del intento errado del hombre de hacer el bien. Si el pecado puede ser excusado, entonces nunca necesitó ser satisfecho.

6. (20) Embajadores de Cristo

Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

a. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo: Pablo se ve como alguien que sirve en una tierra extranjera como el representante de un rey. El rey tiene un mensaje, y Pablo está entregando ese mensaje, como si Dios rogase por medio de nosotros.

i. ¡Hay mucho acerca de la idea de ser embajadores! Un embajador no habla para agradar a la audiencia, sino al rey que lo envió. Un embajador no habla bajo su propia autoridad; sus propias opiniones o demandas significan poco. Él simplemente dice lo que se le ha comisionado que debe decir. Pero un embajador es más que un mensajero; él también es un representante, y el honor y la reputación de su país están en sus manos.

b. Embajadores: Este es un título glorioso para Pablo y los demás apóstoles. Sin embargo, no es más glorioso o más maravilloso que la idea de que Dios, por amor, ruegue a los hombres. ¿Por qué debiera Dios rogar por nosotros?

c. Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios: Como embajador, Pablo hace una petición simple y directa: «Reconciliaos con Dios».

i. Esto pone en claro que la reconciliación, que se mencionó previamente en el capítulo, no obra fuera de nuestra voluntad y nuestra elección. ¿Quiénes son aquellos reconciliados con Dios? Aquellos que han respondido a la petición de Jesús, hecha por medio de sus embajadores.

ii. Esto pone en claro que somos nosotros los que debemos estar reconciliados con Dios, no Él con nosotros. Nosotros somos los que estamos en el equipo equivocado.

iii. ¿A quién le está suplicando Pablo? El «os» de «os rogamos» fue añadido por los traductores. Pablo pudo decir: «rogamos a todo el mundo en nombre de Cristo», o también pudo decir: «rogamos a los corintios cristianos en nombre de Cristo». La idea es válida en ambos sentidos, y ambas ideas pueden estar en mente.

d. Reconciliaos: No se nos ordena que hagamos la obra de reconciliación entre el hombre y Dios. Él ha hecho la obra; es meramente que la abracemos y la recibamos. «No es tanto reconciliarse a sí mismos, como ser reconciliados”. Ríndanse a Él, quien los ha rodeado con lazo, atrayéndolos con cuerdas de amor debido a que Él fue dado a ustedes []. Sométanse. Cedan lugar al agarre de esas manos que fueron clavadas en la cruz por ustedes». (Spurgeon)

7. (21) ¿Cómo es que Dios hace posible la reconciliación?

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

a. Al que no conoció pecado: La idea de que un hombre no tuviera pecado era ajena a la manera de pensar judía (Eclesiastés 8:5). A pesar de eso, nadie retó a Jesús cuando decía que no tenía pecado (Juan 8:46).

b. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado: Bajo la inspiración del Espíritu Santo, Pablo escogió cuidadosamente sus palabras. Él no dice que Jesús fue hecho para ser un pecador. Jesús nunca se hizo un pecador, pero por nosotros lo hizo pecado. Y aun su acto de hacerse pecado fue un acto justo de amor, no un acto de pecado.

i. Jesús no era un pecador, ni aun en la cruz. En la cruz, el Padre lo trató como si Él fuera un pecador, pero el pecado estaba «fuera» de Jesús, no «dentro» de Él, y no era parte de su naturaleza (como lo es en nosotros).

ii. «Cristo no era culpable, y no se le podía culpar; pero fue tratado como si fuera culpable, porque tuvo la voluntad de estar en el lugar del culpable. Sí, no solamente fue tratado como pecador, sino como si él mismo hubiera sido pecado. Esta es una declaración sorprendente: el que no tenía pecado fue hecho para ser pecado». (Spurgeon)

iii. «No digo que nuestro sustituto soportó un infierno, que era injustificable. No diré tampoco que soportó el exacto pecado por el pecado, o un equivalente; pero sí digo que lo que soportó entregó a la justicia de Dios una vindicación de su ley más clara y más efectiva que lo que hubiera entregado la condenación de los pecadores que hubieran muerto». (Spurgeon)

iv. «Obviamente, estamos al filo de un gran misterio, y nuestro entendimiento de ello solamente puede ser mínimo». (Kruse)

c. Observe bien que por nosotros lo hizo. ¡Esta es la obra de Dios mismo! El Padre y el Hijo (y el Espíritu también) estaban en una cooperación perfecta en la obra de la cruz. Esto significa que la obra de la expiación en la cruz era la obra de Dios. «Si Dios lo hizo, está bien hecho. Si Dios mismo proveyó el sacrificio, debes estar seguro de que lo aceptó». (Spurgeon)

d. Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él: Jesús tomó nuestro pecado, pero nos dio su justicia. Es un intercambio tremendo, ¡hecho por el amor de Dios por nosotros!

i. «No solamente el creyente recibe de Dios el derecho de estar delante de Él en base a la fe en Jesús (Filipenses 3:9), aquí Pablo dice que en Cristo, el creyente, en cierto sentido, en realidad comparte la justicia que caracteriza a Dios mismo». (Harris)

ii. Justicia de Dios: «¡Qué expresión tan grande! Él nos hace justos por medio de la justicia de Jesús; pero no tan solo nos hace justos, eso no es todo, nos hace justicia de Dios; eso es más que la justicia de Adán en el jardín, es divinamente más perfecto que la perfección angelical». (Spurgeon)

iii. «La justicia que Adán tenía en el jardín era perfecta, pero era la justicia del hombre. La nuestra es la justicia de Dios». (Spurgeon)

iv. Esta es toda la verdad de la justificación declarada en palabras sencillas: nuestros pecados estaban en Jesús, y su justicia está en nosotros. Y, «ya que Cristo no fue hecho pecado por algún pecado inherente en él, así tampoco somos hechos justos por la justicia inherente en nosotros, sino por la justicia de Cristo imputada a nosotros». (Poole)

©2020 The Enduring Word Comentario bíblico en español de David Guzik – ewm@enduringword.com

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