Deuteronomio 34




Deuteronomio 34 – La muerte de Moisés

A. Moisés en el monte Nebo

1. (1-3) Dios da a Moisés una visión de la Tierra Prometida

Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó; y le mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental; el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar.

a. Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo: Mientras Israel acampaba en los campos de Moab, Moisés subió a las alturas del monte Nebo, desde donde pudo ver Canaán, hasta el mar occidental.

i. Deuteronomio 34 describe la muerte de Moisés, y a menos que lo escribiera proféticamente, la explicación más lógica y sencilla es que este capítulo fue escrito por alguien como Josué o el sacerdote Eleazar, que acompañó a Moisés al lugar de su muerte y, como agente de Dios, lo enterró. No hay nada en este capítulo que diga que Moisés estaba solo en el momento de su muerte.

ii. En Deuteronomio 32:48-52 se le ordenó a Moisés que subiera al monte Nebo para morir. Aquí se cumplió esa orden. Moisés comenzó su labor como libertador de Israel en un monte (el monte Sinaí, Éxodo 3:1-10) y la terminó en otro monte.

b. Y le mostró Jehová toda la tierra: Esta fue la bondadosa gracia de Dios hacia Moisés. Aunque no pudo pisar la Tierra Prometida, Dios le permitió verla. De pie en la cima de Nebo, en el conjunto de montañas llamado Pisga, Moisés se paró en lo que es el actual Reino de Jordania, mirando hacia el oeste, hacia Canaán.

i. Moisés vivió 120 años (Deuteronomio 31:2), y su vida se dividió en tres períodos de 40 años:

·Los primeros 40 años de Moisés terminaron con un asesinato y una huida de la justicia (Éxodo 2:11-15).

·Los segundos 40 años de Moisés terminaron con una revelación de Dios en la zarza ardiente (Éxodo 3:1-10).

·Los últimos 40 años de Moisés terminaron con la visión de la Tierra Prometida.

2. (4) Las últimas palabras de Dios a Moisés: Esta es la tierra

Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá.

a. Esta es la tierra de que juré: Estas palabras, en tiempo presente, fueron dichas a Moisés en la cumbre del monte Nebo mientras miraba hacia el oeste y veía la Tierra Prometida.

i. La lista de lugares aquí sigue un gran círculo en sentido contrario a las agujas del reloj de norte a sur. En este amplio panorama, Moisés vio el alcance de toda la Tierra Prometida.

ii. «La invitación a Moisés para ver la tierra no fue simplemente una provisión bondadosa de Dios para permitir que su siervo contemplara la heredad de Israel. Podría haber tenido algún significado legal. Existe evidencia de que este acto formaba parte de un proceso legal: en algunos contextos antiguos, un hombre “veía” lo que iba a poseer como parte de la formalización de una herencia». (Thompson)

iii. «La única vez en la historia del Antiguo Testamento que este ideal se realizó fue en el apogeo de la Monarquía Unida bajo David y Salomón (cf. 2 Samuel 10:19; 1 Reyes 4:24)». (Merrill)

b. A tu descendencia la daré: Dios juró dársela a los descendientes de Abraham, Isaac, y Jacob, y ahora la promesa se iba a cumplir. A Moisés se le permitió llevar a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob hasta el umbral de la Tierra Prometida, pero no más allá.

i. «Su muerte no deja nada que lamentar, ni falta ninguna cosa deseable. El no haber cruzado el Jordán parece una mera picadura, en comparación con los honores que rodearon sus últimos momentos. Su muerte fue el clímax de su vida. Ahora veía que había cumplido su destino y no era como un pilar roto a mitad de camino. Fue encargado de guiar al pueblo por el desierto, y así lo hizo». (Spurgeon)

c. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá: Este fue un momento agridulce. Moisés contempló la Tierra Prometida con emoción, viendo Canaán como nunca antes lo había visto. Sin embargo, es probable que sintiera tristeza al saber que su propio pecado, su tergiversación de Dios (Números 20:7-12), le había impedido pisar la Tierra Prometida. Estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos.

i. «¡Qué dramatismo!¡Qué dolor interior! ¡Qué mezcla de logro y desilusión debió haber sentido Moisés mientras contemplaba la tierra que el Señor había prometido a Israel!». (Kalland)

ii. Contemplando el vasto panorama en un día que debió ser claro como el cristal, Moisés vio el resultado final del trabajo de su vida: conducir a los hijos de Israel a Canaán. En ese momento, escuchó a Dios decir: «Esta es la tierra».

iii. Moisés apeló a Dios, pidiéndole que aminorara su castigo, pero Dios le respondió enfáticamente que no debía seguir insistiendo sobre ese asunto (Deuteronomio 3:26).

iv. Moisés murió bajo la pena de su propio pecado y permaneció enterrado. Jesús también murió bajo la pena del pecado, pero no por sus propios pecados; sino como expiación y satisfacción por los pecados de su pueblo. Como Santo de Dios, Jesús no permaneció enterrado; resucitó gloriosamente de entre los muertos. Aunque Moisés fue un gran líder, Jesús es el Único, más grande que Moisés (Hebreos 3:1-6).

3. (5-8) La muerte y sepultura de Moisés, siervo de Jehová

Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés.

a. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab: El epitafio de Moisés —lo que podríamos considerar la línea en su lápida, aunque en realidad no tuvo ninguna— fue simple:

·No fue: «Moisés, príncipe de Egipto».

·No fue: «Moisés, asesino de un egipcio».

·No fue: «Moisés, pastor en el desierto».

·No fue: «Moisés, vocero de una nación».

·No fue: «Moisés, hacedor de milagros».

·No fue: «Moisés, profeta».

·No fue: «Moisés, el hombre que vio un atisbo de la gloria de Dios».

·No fue: «Moisés, el que nunca entró en la Tierra Prometida».

·Al final de todo, el título fue simple: «Moisés siervo de Jehová».

i. «Se le prohibió entrar en Canaán e, incluso, se le condenó a morir en Nebo, pero aun así era siervo de Jehová». (Merrill)

ii. Contentarse con ser, simplemente, siervo de Jehová es digno e importante. Esto debería ser suficiente para el creyente. Se dice a menudo, y suena humilde decirlo, pero es más difícil vivirlo realmente. Es la más feliz de todas las estaciones de la vida, porque cuando el Maestro es glorificado, el siervo está satisfecho.

iii. Si alguien es verdaderamente un siervo de Jehová, una forma de demostrarlo es su manera de reaccionar cuando alguien más los trata como un siervo. Muchos se complacen en ser siervos de personas de su elección o en circunstancias que sean de su agrado. Pero eso no es realmente ser siervo de Jehová.

b. Murió allí Moisés siervo de Jehová: Moisés murió tal como Dios lo prometió. Las promesas de Dios son seguras, incluidas sus promesas más severas. Todo sucedió conforme al dicho de Jehová.

i. Literalmente, la frase «conforme al dicho de Jehová» significa ‘sobre la boca de Jehová’. Basado en esto, las tradiciones judías antiguas afirman que Moisés murió cuando Dios le quitó el alma con un beso. El rabino judío medieval Maimónides escribió que, de las 903 formas diferentes de morir, esta era la mejor.

ii. Según las antiguas leyendas judías, que deben considerarse solo como leyendas, la muerte de Moisés fue tierna y llena de la compasión de Dios:

«Mientras tanto, el tiempo de Moisés había llegado a su fin. Una voz del cielo resonó, diciendo: “¿Por qué, Moisés, te esfuerzas en vano? Tu último segundo está cerca”. Moisés se levantó instantáneamente para orar y dijo: “¡Señor del mundo! Acuérdate del día en que te revelaste a mí en la zarza ardiente, y del día en que subí al cielo y durante cuarenta días no comí ni bebí. Tú, Bondadoso y Misericordioso, no me entregues en manos de [Satanás]”. Dios respondió: “He oído tu oración. Yo mismo te atenderé y te enterraré”. Moisés entonces se santificó como lo hacen los serafines que rodean a la Divina Majestad, y Dios, desde los cielos más altos, se reveló para recibir el alma de Moisés. Cuando Moisés vio al Santo, bendito sea su Nombre, se postró sobre su rostro y dijo: “¡Señor del mundo! En amor creaste el mundo, y en amor lo guiaste. Trátame también con amor, y no me entregues en manos del Ángel de la Muerte”. Una voz celestial sonó y dijo: “Moisés, no tengas miedo. Tu justicia irá delante de ti; la gloria de Jehová será tu retaguardia”».

«Con Dios descendieron del cielo tres ángeles: Miguel, Gabriel y Zagzagel. Gabriel arregló el lecho de Moisés, Miguel extendió sobre él un manto de púrpura, y Zagzagel colocó una almohada de lana. Dios se colocó sobre la cabeza de Moisés, Miguel a su derecha, Gabriel a su izquierda y Zagzagel a sus pies. Luego, Dios se dirigió a Moisés: “Cruza los pies”, y Moisés así lo hizo. Luego dijo: “Junta tus manos y ponlas sobre tu pecho”, y Moisés así lo hizo. Entonces Dios dijo: “Cierra los ojos”, y Moisés así lo hizo. Dios habló al alma de Moisés: “Hija mía, ciento veinte años había decretado que moraras en el cuerpo de este hombre justo, pero no dudes en dejarlo, porque tu tiempo se ha acabado […]. Yo mismo te llevaré a lo más alto de los cielos, y habitarás bajo el Trono de Mi Gloria” […]. Cuando Moisés escuchó estas palabras, permitió que su alma lo dejara, diciéndole: “Vuelve a tu reposo, oh alma mía, porque el Señor ha tratado generosamente contigo”. Entonces Dios tomó el alma de Moisés, besándola en la boca». (Ginzberg, Leyendas de los judíos)

iii. «Así como una madre toma a su hijo, lo besa y luego lo acomoda en su propia cama para dormir, así hizo el Señor con el alma de Moisés, besándola para que estuviera con Él para siempre, y luego escondió su cuerpo, de modo que no sabemos dónde». (Spurgeon)

iv. Dios dijo que cuando Moisés muriera, sería reunido con su pueblo (Deuteronomio 32:50). «¿Cómo, entonces, fue “reunido con su pueblo”? Seguramente solo de esta manera: muriendo en el desierto, solo, abrió sus ojos en “la Ciudad”, rodeado de “tropas solemnes y dulces sociedades” de aquellos de quienes era pariente. Así, la soledad de un momento conduce a la bendita y eterna compañía». (Maclaren)

c. Y lo enterró en el valle: Puede que Dios lo hiciera a través de un agente humano, como Josué o el sacerdote Eleazar. Hubo varias razones por las que el entierro de Moisés fue único y sin marcar (ninguno conoce el lugar de su sepultura):

·Para que Israel no rindiera culto a Moisés ni a su tumba.

·Para que Israel no llevara el cuerpo de Moisés a Canaán y desobedeciera el mandato de Dios de que no entrara en la Tierra Prometida.

·Para que se cumpliera un propósito posterior de Dios para Moisés, sugerido por Judas 9 y que, tal vez, se cumplió en la transfiguración de Jesús (Lucas 9:28-31).

i. El entierro de Moisés fue más complicado de lo que parece a primera vista, porque el diablo contendió con Dios por el cuerpo de Moisés. Judas 9 habla de una ocasión en que el arcángel Miguel contendió con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés. Aparentemente, hubo una contienda sobre el cuerpo de Moisés, y según Judas, el arcángel Miguel ganó esta contienda al apelar a la autoridad del Señor: «El Señor te reprenda». Sin embargo, no está tan claro por qué Miguel contendió con Satanás por el cuerpo de Moisés.

ii. Algunos dicen que el diablo quería usar el cuerpo de Moisés como objeto de adoración para desviar a Israel hacia la idolatría. Otros piensan que Satanás quería profanar el cuerpo de Moisés y reclamó el derecho a él porque Moisés había asesinado a un egipcio.

iii. Pero consideren que Dios tenía otro propósito para el cuerpo de Moisés, el cual Satanás quería derrotar: Moisés aparece en forma corporal con Elías (cuyo cuerpo fue arrebatado hasta el cielo [2 Reyes 2]) en la Transfiguración (Mateo 17:1-3); y, quizás, Moisés y Elías son los dos testigos de Apocalipsis 11.

iv. Aparentemente, Dios tenía un propósito que cumplir con el cuerpo de Moisés antes del tiempo de la resurrección general, por lo que hizo una provisión especial para enterrarlo. Quizás, Dios preservó el cuerpo de Moisés de alguna manera. Quiso protegerlo, por lo que ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. Al parecer, lo buscaron (como era de esperar) por el deseo de conmemorar a este gran líder de la nación.

v. «¿Quién tuvo un entierro como el de Moisés? Los ángeles disputaron sobre él, pero Satanás no logró usarlo para sus propósitos. Ese cuerpo no se perdió, pues en el debido tiempo apareció en el Monte de la Transfiguración, hablando con Jesús sobre el acontecimiento más grandioso que jamás haya ocurrido». (Spurgeon)

d. Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió: La vida de Moisés se dividió claramente en tres partes: 40 años como príncipe heredero de Egipto, 40 años como humilde pastor en el desierto, y 40 años guiando a los hijos de Israel hacia la Tierra Prometida. Los primeros dos tercios de su vida fueron una preparación para el último tercio. Moisés estuvo dispuesto a permitir que Dios lo preparara durante 80 años.

i. «El fallecimiento de Moisés estuvo lleno de belleza. Como hemos visto, su exclusión de la tierra hacia la que su rostro se había dirigido durante tanto tiempo fue, de hecho, un castigo. Sin embargo, cuán maravillosamente fue templado con misericordia». (Morgan)

ii. «Se cree que este testimonio y, de hecho, todo este capítulo, fue añadido por Josué o Eleazar, por inspiración divina, para completar la historia». (Trapp)

e. Sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor: A Moisés no lo detuvo la enfermedad física, sino el mandato de Dios. Aunque Moisés era viejo cuando murió, no falleció de vejez. Murió porque Israel iba a entrar en la Tierra Prometida, y Moisés no podía acompañarlos. Al igual que el resto de su generación (con las excepciones de Josué y Caleb), Moisés murió en el desierto.

i. «Moisés no se quedó sin entrar en Canaán porque murió, sino que murió porque no entró en Canaán». (Merrill)

ii. «Tal vez, esto significaba que, a pesar de su edad, Moisés había conservado sus facultades de manera notable, aunque ya no pudiera “salir y entrar” (incluso esta última expresión es una figura retórica)». (Thompson)

iii. Dado los grandes retos y responsabilidades a los que se enfrentó Moisés, su relativa salud al momento de su muerte era notable. «Había pasado por muchas penas y fatigas, pero el poder de su fe, al confiar su carga en el Señor, no lo había llevado a una decadencia prematura. Su energía no se había visto sometida a una tensión excesiva. Todo lo que hizo en la tierra fue el resultado de la constante permanencia de su alma en Dios. Dios era su hogar, su ayuda, su refugio. Él no era nada; Dios lo era todo. Por eso, su juventud se renovaba». (Meyer)

f. Lloraron los hijos de Israel […] y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés: Tan grande como fue Moisés, los días de luto por él llegaron a su fin. Era hora de seguir adelante. El plan de Dios no terminó con Moisés, ni termina con ningún hombre. La antorcha se pasa, y la obra de Dios continúa.

i. «Fue un final augusto y glorioso para una vida grande y digna». (Morgan)

B. El legado de Moisés

1. (9) El liderazgo de Josué en Israel

Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés.

a. Porque Moisés había puesto sus manos sobre él: La oración de Moisés por Josué fue contestada. Josué, ciertamente, fue lleno del espíritu de sabiduría. Moisés había puesto sus manos sobre Josué en Números 27:18-23.

i. El espíritu de sabiduría: «Es el instrumento que permite realizar lo que el Señor ha delegado. Los hábiles obreros que confeccionaron las vestiduras sacerdotales para Aarón y sus hijos recibieron sabiduría especial para esta tarea (Éxodo 28:3). De igual manera, el espíritu de sabiduría dado a Josué incluyó no solo la capacidad militar y administrativa necesaria para la tarea encomendada, sino también la sabiduría espiritual para confiar y comprometerse con el Señor». (Kalland)

b. Los hijos de Israel le obedecieron: El liderazgo de Josué se evidenció en que Israel lo siguió. En general, la generación que siguió a Josué en Canaán mostró una mayor fidelidad al Señor y a Josué en comparación con la generación que pereció en el desierto.

2. (10-12) El legado único de Moisés

Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel.

a. Nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés: Josué fue un líder capaz para Israel, y la obra de Dios continuó bajo su liderazgo. Sin embargo, esto no demerita el legado único de Moisés.

i. «Hasta que vino el Señor Jesucristo (de quien habló Moisés, como se evidencia en Juan 5:46), no hubo nadie más grande que Moisés, el emancipador, profeta, legislador y padre de su patria». (Kalland)

b. Nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés: Varias cosas hicieron a Moisés único.

i. Quien haya conocido Jehová cara a cara: Moisés fue único debido a su intimidad personal con Dios. El término cara a cara no significa literalmente «cara física a cara física», sino que tiene la idea de comunicación libre y sin obstáculos. Moisés tuvo una relación notablemente íntima con Dios.

ii. Todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer: Moisés fue único en cuanto al número y tipo de obras milagrosas que se le atribuyen.

iii. El gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo: Moisés fue único en el poder y la autoridad con la que lideró a la nación de Israel.

c. Nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés: Hubo gobernantes, líderes, profetas y sacerdotes más grandes que Moisés. Sin embargo, antes de la venida de Jesucristo, el Mesías, nunca hubo un hombre que ejerciera todos estos oficios de manera tan gloriosa como Moisés.

i. «En Moisés se concentraban todos los grandes oficios de Israel: profeta, gobernante, juez y sacerdote. Aunque algunos que ocuparon estos cargos fueron grandes, Moisés fue el más grande de todos ellos». (Thompson)

© 1996-presente The Enduring Word Comentario bíblico en español de David Guzik

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