Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda carne en que había espíritu de vida. Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta (Génesis 7:15-16).
El versículo 7:5 del Génesis relata cómo, en anticipación al diluvio inminente, hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová. No dejó nada sin terminar ni omitió ninguna tarea. Tanto Noé como su familia, junto con los animales y el arca, estaban preparados para el inminente diluvio que se avecinaba.
Después de ingresar al arca, pasaron días aguardando la llegada de la lluvia. Según Génesis 7:10, transcurrieron siete días en el arca antes de que las lluvias comenzaran y las fuentes del gran abismo se abrieran. Estos siete días de espera representaron una prueba de fe, y es fácil imaginar a los escépticos vecinos de Noé burlándose de los que estaban dentro del arca: “Decían que vendrían las aguas, pero nada ha cambiado. Decían que Dios enviaría juicio, pero todo está como siempre”. Sin embargo, tales afirmaciones solo fueron válidas temporalmente. Las aguas finalmente llegaron, tanto del cielo como de las profundidades, y pronto el único refugio fue el arca que habían despreciado y menospreciado.Conforme a la promesa de Dios (Génesis 7:4), pasados los siete días de espera, las aguas se desataron durante cuarenta días y cuarenta noches. En la Biblia, el número 40 simboliza con frecuencia un periodo de prueba y purificación, especialmente antes de adentrarse en algo nuevo y significativo. Este simbolismo se repite en varios relatos bíblicos.
- Moisés pasó 40 días en el monte Sinaí (Éxodo 24:18, Deuteronomio 9:25).
- Los espías exploraron Canaán durante 40 días (Números 13:25).
- Israel vagó en el desierto durante 40 años (Números 14:33, 32:13).
- Elías viajó milagrosamente al monte Sinaí por 40 días (1 Reyes 19:8).
- Jesús fue tentado en el desierto durante 40 días (Marcos 1:13).
Cuarenta días no son pocos, pero tampoco demasiados. Fue un periodo lo suficientemente extenso como para poner a prueba la fe (y la paciencia) de Noé, su familia y los animales a bordo, pero tuvo un final definido. El final fue prometido con la misma certeza que el principio.
Es notable que Jehová le cerró la puerta. Noé no tuvo que hacerlo para mantener a nadie fuera; Dios solo lo hizo. Siguiendo este mismo patrón, nunca es responsabilidad de los siervos de Dios excluir a las personas de la salvación. Si es necesario cerrar la puerta, será Dios quien lo haga. Los siervos de Dios pueden advertir, pero el juicio final recae en Dios, no en el hombre.
En la época de Noé, podría decirse que Dios mantuvo la puerta abierta hasta el último momento posible, pero eventualmente tuvo que cerrarse. Cuando la puerta está abierta, permanece así, pero cuando se cierra, está sellada. Jesús es aquel que el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre (Apocalipsis 3:7).
El tiempo de prueba tiene un final (40 días), pero también lo tiene el día de gracia. Mientras la puerta esté abierta, acércate a Jesús y encuentra refugio del juicio venidero.
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