Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hechos 4:19-20)
Un consejo de hombres importantes y poderosos se sentaron para juzgar a Pedro y a Juan. Los hombres importantes parecían tener todo el control de la situación, pero eso no molestó a Pedro y Juan. Osados en Jesucristo, se negaron a ceder ante las amenazas del concilio.
A través del poder del Espíritu Santo, Dios les dio a Pedro y a Juan las palabras exactas para el momento. Jesús lo había prometido en Lucas 12: 11-12: Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir. Estas palabras de Pedro y Juan fueron un hermoso cumplimiento de esa promesa.
Ellos dijeron, juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios. Era evidente que debían escuchar a Dios en lugar de al hombre. Pedro hizo una apelación eficaz a esta verdad. Este es un principio importante. Dios ha establecido una autoridad legítima en la humanidad. Vemos esta autoridad en el hogar, en la iglesia y en la comunidad. Dios quiere que respetemos y obedezcamos a estas autoridades, pero nunca en un sentido absoluto. Si hacer lo que la gente nos dice que hagamos nos hace desobedecer a Dios, debemos obedecer a Dios. Debemos escuchar a Dios incluso antes que a la autoridad humana legítima.
Con esta osadía, Pedro y Juan proclamaron, no podemos dejar de decir. Pedro y Juan tenían que hablar de lo que habían visto y oído. Tenían que hacerlo, no solo por la compulsión interna del Espíritu Santo, sino también por el mandato de Jesús. En Hechos 1: 8 Jesús dio la orden a todos sus discípulos: Me seréis testigos en Jerusalén.
¿Qué se suponía que debían decir? Debían decir lo que hemos visto y oído. Este no era un mensaje que ellos crearon. Este era el mensaje de quién es Jesús y de lo que Él hizo para rescatar a la humanidad perdida. Este no era un mensaje inventado; ellos simplemente lo transmitían como testigos oculares confiables.
Hay algunas cosas que son tan buenas que nunca deberíamos dejar de hablar de ellas. La grandeza de quién es Jesús nuestro Mesías, y de lo que ha hecho para salvarnos, es sin duda la más grande de todas esas cosas buenas. No solo debemos negarnos a dejar de hablar de eso, sino que, con la ayuda de Dios, también nos determinaremos a obedecer a Dios antes que al hombre. Vivir en el temor del hombre está por debajo de la dignidad de los hijos de Dios y en realidad es el pecado de la idolatría. Respetamos lo que es debido, pero escuchamos a Dios antes que a cualquier autoridad humana.