Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella (Génesis 28:12).
Los pecados de Isaac, Rebeca, Esaú y Jacob se entrelazaron para formar un gran lío, tan grave que Jacob tuvo que huir de su hermano gemelo, quien había jurado matarlo. Jacob partió hacia el este, en dirección a Harán, la tierra ancestral de su abuelo Abraham (Génesis 11:31-32) y de su madre, Rebeca (Génesis 24:3-4).
Al viajar solo por el desolado paisaje, Jacob tuvo un sueño revelador mientras usaba una piedra como almohada. Es fácil imaginar la extraña avalancha de sentimientos que lo invadió en ese momento: miedo, soledad, aislamiento, emoción y anticipación. Fue un momento crucial en la vida de Jacob.
El sueño de Jacob ofrecía una imagen fascinante: una escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo. Sobre ella, los ángeles de Dios subían y bajaban (subían y descendían), lo que formaba una visión celestial y misteriosa.
A través de este sueño, Dios le reveló a Jacob que existía una forma de acceder al cielo, que el cielo y la tierra no estaban separados de manera permanente y absoluta, sino que había un camino hacia el cielo. Jacob comprendió entonces que Dios estaba mucho más cerca de lo que jamás había imaginado y que había una verdadera interacción entre el cielo y la tierra. El cielo no está cerrado, y Dios se interesa por lo que sucede en la tierra. Esta revelación transformó la vida de Jacob, quien antes parecía no tener ni interés ni consideración por Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús hizo una referencia específica a este sueño de Jacob cuando le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:51). Aquí, Jesús declara que Él es el cumplimiento de la escalera que Jacob vio en su sueño. Jesús es el acceso de la humanidad al cielo; es la conexión por la cual el cielo desciende a las personas, y a través de Él, la gente puede alcanzar el cielo. Jesús, el Mesías, es esa escalera, el camino hacia el cielo.
Recuerda las poderosas palabras que Jesús les dijo a sus discípulos la noche antes de ir a la cruz: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Jesús no dijo que conocía el camino; afirmó que Él era el camino. Jesús no dijo que señalaba el camino; declaró que Él era el camino.
Jesús es la escalera, el único camino hacia Dios; no hay otra escalera ni otro camino. Él es el puente entre el cielo y la tierra, y ese camino se abrió a través de su propio sacrificio. En este sentido, Jesús pudo decir en Juan 1:51 que los ángeles ascendían y descendían sobre el Hijo del Hombre. Fue Él quien abrió el camino, a través de su sacrificio.
En Jesús, tienes acceso al cielo (Romanos 5:1-2; Efesios 2:6).
Haz clic aquí para ver el comentario de David sobre Génesis 28