Después partieron de Bet-el; y había aún como media legua de tierra para llegar a Efrata, cuando dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su parto. Y aconteció, como había trabajo en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. Y aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas su padre lo llamó Benjamín. (Génesis 35:16-18)
Jacob y su familia habían regresado a Canaán, y para ese entonces ya contaban con doce hijos: once varones y una hija. Desde tiempo atrás, el nacimiento de un hijo para Jacob se consideraba una victoria para la esposa que lo daba a luz, pues así lograba superar a su hermana; cada hijo era, entonces, un motivo de alegría y un triunfo en la competencia entre las rivales.
Raquel, la amada esposa de Jacob, dio a luz a su duodécimo hijo en la tierra de Canaán, y el parto fue difícil, ya que tuvo un prolongado trabajo en su parto para poder dar a luz. Débil y al borde de la muerte, gritó el nombre de su último hijo y llamó su nombre Benoni, que significa “hijo de mi dolor”.
Sin embargo, Jacob no lo aceptó y lo llamó Benjamín. Sabiamente, Jacob cambió el nombre del niño a Benjamín, que significa “hijo de mi mano derecha”. Quizá percibió el lugar especial que Dios tenía destinado para este niño o tal vez simplemente valoraba a Benjamín porque era el último vínculo que lo unía a Raquel, la mujer que más amó.
El nombre “Hijo de mi Mano Derecha” (Benjamín) poseía un significado especial, ya que el lado derecho se asociaba tradicionalmente con mayor fuerza y honor, dado que la mayoría de las personas son diestras. La expresión “hijo de mi mano derecha” evoca la idea de “hijo de mi fuerza” o “hijo de mi honor”.
Esta idea se expresa en pasajes como Éxodo 15:6: Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo.
El Señor es nuestra fuerza y nuestro honor, como se dice en Salmos 16:8: A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Maravillosamente, la fuerza y el honor de Dios son para su pueblo: Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido (Salmos 63:8). Si anduviere yo en medio de la angustia… me salvará tu diestra (Salmos138:7).
Cuando se trata de nuestro rescate, nuestra salvación y nuestra redención, Dios nunca realiza su obra a medias ni con solo una parte de su fuerza. Si su mano nos rescata, será su mano derecha, que simboliza toda la habilidad y la fuerza de Dios. Hoy, puedes agradecerle a Él por no haberse quedado a medias en el momento de salvarte.
Lo mejor de todo es que sabemos que Jesús está sentado a la diestra del Padre, en una posición de fuerza y honor, y los creyentes se sientan allí con Él: Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios (Colosenses 3:1).
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