Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2 Corintios10:4-5).
Muchos de los creyentes de Corinto confiaban en métodos y pensamientos carnales y mundanos. Como apóstol de Dios, Pablo insistía en que él era diferente, y las armas de su milicia no eran carnales. Cuando Pablo luchaba, sus armas no eran materiales, sino espirituales, adecuadas para la guerra espiritual.
Las armas carnales a las que Pablo renunció no eran armas materiales como espadas y lanzas. Las armascarnales a las que renunció eran las formas manipuladoras y engañosas que utilizaban sus oponentes. Pablo no defendería sus credenciales apostólicas con las armas carnales que otros usaban.
En Efesios 6, Pablo enumeró las armas espirituales que utilizaba: el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, el calzado del Evangelio, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu. Para confiar en estas armas se necesitaba fe en Dios en lugar de métodos carnales. Pero verdaderamente, estas armas son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Muchos cristianos confían y admiran las armas carnales para la batalla cristiana.
En lugar del cinturón de la verdad, luchan con la manipulación.
En lugar de la coraza de la justicia, luchan con la imagen del éxito.
En lugar del calzado del evangelio, luchan con palabras suaves.
En lugar del escudo de la fe, luchan con la percepción del poder.
En lugar del yelmo de la salvación, luchan con el señorío de la autoridad.
En lugar de la espada del Espíritu, luchan con estrategias y programas humanos.
Debemos recordar que Pablo hablaba del pensamiento carnal y mundano entre los cristianos. Él no estaba escribiendo sobre el mundo sino sobre los cristianos de Corinto. Ellos eran los que tenían las fortalezas en sus mentes y corazones. Ellos hicieron los argumentos en contra de la mente y los métodos de Dios. Se aferraban a la altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios. Nos perdemos por completo si pensamos que el amor a la manipulación, la imagen del éxito, las palabras suaves, la percepción del poder, el señorear sobre la autoridad, y las estrategias y programas humanos son sólo problemas entre los incrédulos. Dios trata con este corazón y mente en la iglesia.
Para luchar contra esta forma carnal de pensar y actuar, nuestros pensamientos deben ser llevados cautivos y hechos obedientes a Jesús. Jesús se apoyó en armas espirituales cuando luchó por nuestra salvación (Filipenses 2:6-8). Este tipo de victoria a través de la obediencia humilde ofendía a los cristianos de Corinto porque parecía muy “débil”. La manera carnal, humana, es dominar, manipular y maniobrar. El camino espiritual de Jesús es humillarse, morir a uno mismo y dejar que Dios muestre su poder de resurrección a través de uno.
Nuestras armas espirituales son despreciadas por el mundo pero temidas por los poderes demoníacos. Cuando los creyentes pelean con armas espirituales verdaderas, entonces ningún principado o poder puede hacerles frente. Si luchamos con la armadura de Dios, no podemos perder.
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