Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación (Romanos 15:1-2).
Supongo que es obvio que, espiritualmente hablando, los cristianos difieren en su fortaleza espiritual. Algunos son creyentes muy jóvenes, otros son ya maduros. Algunos tienen gran fuerza y conocimiento de la verdad de Dios en su Palabra, otros apenas están empezando a aprender esa verdad. Algunos tienen poco historial de confiar en Dios durante tiempos difíciles, otros han crecido en fortaleza a través de muchas dificultades.
¿Eres un cristiano fuerte? Si es así, escucha lo que te dice el Espíritu Santo: los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Si te consideras fuerte en comparación con tu hermano, usa tu fuerza para servir a tus hermanos y hermanas en Cristo, en lugar de usar tu “fuerza” sólo para complacerte a ti mismo. Debes pensar en cómo puedes usar tu fuerza superior para apoyar y ayudar a tu hermano más débil. Esa es la idea de “soportar”.
Esto es contrario al espíritu de nuestra época, que dice a la gente que cuide sólo de sí misma y a menudo desprecia a quienes viven vidas de verdadero sacrificio por el bien de los demás. Sin embargo, es innegable que Pablo señala el camino hacia la verdadera felicidad y plenitud en la vida: deja de centrarte sólo en ti mismo, empieza a edificar a los demás y descubrirás que tú también eres edificado.
Esto no significa que la iglesia se rija por los caprichos de los débiles. En una iglesia sana, los débiles son suave y continuamente desafiados a crecer en Jesucristo y fortalecerse. Algo anda mal cuando los creyentes débiles permanecen débiles por largos periodos de tiempo.
Ese era el mensaje de Dios para los fuertes. Pero también tenía algo que decir a todos los creyentes, débiles o fuertes: cada uno de nosotros agrade a su prójimo. Se trata de un llamado sencillo pero desafiante a poner al prójimo en primer lugar. Pablo escribió más tarde casi lo mismo en Filipenses 2:3-4: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
“Espera”, dirá alguien. “Yo pensaba que debíamos preocuparnos de agradar a Dios, no de agradar a los hombres. ¿Cómo puede decirse entonces que debo agradar a mi prójimo?”. La respuesta se encuentra en las siguientes palabras: cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno. Esto muestra que Pablo no se refería a ser “alguien que complace a los hombres”. Esa persona puede desear agradar a su prójimo, pero no en lo que es bueno.
Hacemos todo esto es para edificación. Si eres fuerte en el Señor, usa esa fortaleza para edificar a otros, en vez de derribarlos. Esa es una gran manera de honrar a Dios y promover la obra de su reino.