Mientras el cojo que había sido sanado tenía asidos a Pedro y a Juan, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Al ver esto Pedro, habló al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a éste? (Hechos 3:11-12)
Un hombre había sido sanado espectacularmente en el lugar más publico de Jerusalén, y pronto se reunió una multitud. El cojo que había sido sanado tenía asidos a Pedro y a Juan, pero no porque no se podía parar solo. Después de todo, ¡había sido sanado! Tal vez se aferró a ellos por gratitud o por miedo y sorpresa. Cuando todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos, el hombre que antes era cojo probablemente no sabía qué pasaría después.
Pero Pedro sabía. Al ver esto Pedro, habló al pueblo. Pedro se aprovechó de tener la multitud reunida. Sin embargo, sabía que el milagro en sí no había atraído a nadie a Jesús, simplemente había despertado interés. Aunque el pueblo estaba atónito, todavía no habían confiado en Jesucristo.
Este podría haber sido un buen momento para un servicio de sanación. Ya que un hombre cojo había sido sanado, Pedro podría haber dicho: “¿Quién más quiere la sanación de Jesús?” Pero Pedro no dirigió un servicio de sanación.
Pudo haber sido un buen momento para un servicio de testimonio, porque el hombre sanado ciertamente tuvo una gran experiencia. Los testimonios son maravillosos, pero incluso un testimonio asombroso no es en sí mismo el evangelio, las buenas nuevas de la salvación de Dios en Jesucristo. Las buenas nuevas son el mensaje de Dios sobre quién es Jesús y lo que hizo para rescatarnos, especialmente lo que hizo en la cruz y la tumba vacía. Un testimonio es la historia de la obra del evangelio, no el evangelio en sí. Pedro no dirigió un servicio de testimonios.
Pedro sabía que la multitud necesitaba escuchar el evangelio de Cristo Jesús y necesitaba un llamamiento al arrepentimiento y la fe. Dado que el hombre sanado aún no sabía lo suficiente para compartir el evangelio, Pedro fue el que habló.
Pedro negó que la sanidad se debiera a su poder o piedad. Muchos evangelistas o predicadores hoy en día que nunca declararían sanar por su propio poder todavía dan la impresión de que la sanidad ocurre porque ellos son tan espirituales o muy piadosos. Pedro sabía que todo era de Jesús y nada de él.
Pedro sabía que la fe que salva no viene al ver u oír de milagros, sino que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17). Tu testimonio es maravilloso, alabado sea Dios por ello. Las obras de poder de Dios son maravillosas y las celebramos. Pero dejemos que la palabra de Dios y las buenas nuevas de Cristo Jesús sean el centro de nuestro mensaje a un mundo perdido y necesitado.
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