Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes a mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes para ellos. [2 Reyes 18:23]
Los ejércitos de Asiria vencieron al vecino del norte de Judá, y se llevaron cruelmente a las diez tribus del norte de Israel. Ahora esos soldados rodeaban la ciudad de Jerusalén, después de haber conquistado prácticamente todo lo demás en Judá.
El general al mando de los ejércitos de Asiria, que tenía el título de “El Rabsaces”, pronunció un largo discurso público que también escuchó Ezequías, el rey de Judá. El general asirio le dijo a Ezequías que Judá ya había sido derrotado, que Jerusalén estaba rodeada y que ya no había esperanza ni razón para resistir.
Judá había confiado en una asociación con Egipto: El Rabsaces le dijo a Ezequías que fracasaría. Quizás algunos en Judá pensaron que YHWH, el Dios del pacto de Israel, los rescataría, pero el Rabsaces les dijo que no tenía sentido confiar en Dios. ¡Incluso dijo que Dios estaba enojado con ellos y que nunca los defendería! El Rabsaces se ofreció a dar a Ezequías dos mil caballos, pero eso ni les ayudaría. También dijo que en realidad estaba en una misión ordenada por Dios para conquistar a Judá.
Esto fue difícil de escuchar para el rey Ezequías. Pero en las palabras te ruego que des rehenes a mi señor, el rey de Asiria, vemos el plan del general asirio. La estrategia del Rabsaces fue hacer que Ezequías se rindiera. Esta fue la razónpor la cual el Rabsaces estaba en el acueducto, hablando con estos líderes del gobierno de Ezequías.
El Rabsaces tenía ejércitos superiores; podría haber atacado a Jerusalén sin este pequeño discurso. Pero el Rabsaces preferiría que Judá simplemente se rindiera, que se rindiera por miedo, desánimo o desesperación.
El enemigo de nuestra alma usa exactamente el mismo enfoque. Muchos de nosotros imaginamos a Satanás como “ansioso por pelear” con nosotros. La verdad es que Satanás no quiere pelear contigo. Primero porque existe la gran posibilidad de que ganes. Segundo porque, ya sea que ganes o pierdas, la batalla puede acercarte más a Jesús. Tercero, lo que Jesús hace en tu vida durante la batalla puede ser una gran bendición para otras personas. ¡No, Satanás preferiría no pelear contigo en absoluto! Preferiría tratar de convencerte de que te rindas.
Vemos esta misma estrategia utilizada contra Jesús durante su tentación en el desierto. Cuando Satanás le prometió a Jesús todos los reinos del mundo a cambio de la adoración de Jesús, Satanás estaba tratando de evitar la pelea y tratando de convencer a Jesús de que se rindiera (Lucas 4: 5-8). No funcionó con Jesús, y no debería funcionar con nosotros.
Piensa en las palabras y mentiras engañosas que Satanás te susurra, o grita. Todas tienen un propósito. Satanás quiere que tu, hijo/a de Dios, te rindas. ¡Dios ayudándote, enfréntate a él y a sus mentiras en el nombre de Jesús!
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