Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Lo que me pediste acerca de Senaquerib rey de Asiria, he oído. Esta es la palabra que Jehová ha pronunciado acerca de él:
La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece;
detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén. (2 Reyes 19:20-21)
Un poderoso ejército rodeaba Jerusalén, y el Reino de Judá estaba a un pequeño paso de la derrota total. El enemigo de Israel, el general del ejército asirio ha hablado, hablando en contra de Dios y su pueblo. El rey de Israel -Ezequías- ha hablado, derramando su corazón a Dios en oración.
Ahora, era hora de que Dios hablara. El SEÑOR pronunció estas palabras a través del profeta Isaías, comenzando con estas palabras importantes: Lo que me pediste. Dios tuvo una respuesta gloriosa a la oración de Ezequías, pero Dios dijo que la respuesta vino porque me pediste.
Entonces, imagina por un momento: ¿Que tal si Ezequías no hubiera orado? Podemos suponer que no le hubiera venido una respuesta, y que Jerusalén hubiera sido conquistada. Piénsalo: el curso de la historia cambió porque Dios contestó las oraciones de un hombre. La oración de Ezequías realmente importó.
Por favor entiende: tus oraciones importan. No te puedo decir exactamente cómo nuestras oraciones y el plan de Dios se unen. Hay un misterio definido y glorioso trabajando ahí. Lo que sí te puedo decir es esto: la oración es mucho más que un auto-mejoramiento. Es cierto que la oración me hace una persona mejor, pero también mueve la mano de Dios.
La oración nunca hará que Dios haga algo en contra de su voluntad o propósito, pero hay cosas dentro del plan y propósito de Dios que Él retiene deliberadamente hasta que Su pueblo comience a orar.
Debemos preguntar: ¿Cuántas bendiciones, cuántas victorias, cuántas almas salvadas para la gloria de Jesús siguen en el cielo sin reclamar hasta que el SEÑOR nos pueda decir a cada uno de nosotros: “Lo que me pediste”?
La liberación sería tan completa y maravillosa para Jerusalén que Dios dijo a los asirios: La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece. La idea era que los asirios habían venido a conquistar la hija de Sion, la ciudad de Jerusalén, pero Dios no lo permitiría.
En lugar de ser una víctima asustada de los asirios, el pueblo de Jerusalén despreciaría a los poderosos asirios y terminaría riéndose de ellos. Dios le daría a Judá y Jerusalén una victoria tan completa que el pueblo de Dios movería su cabeza detrás de los asirios. Todo esto pasó porque Dios contestó las oraciones de un hombre.
Nadie puede decir por qué algunas oraciones parecen ser contestadas pronto y por qué otras tardan mucho tiempo. Sin embargo, sabemos esto: Dios quiere que sepamos que nuestras oraciones son importantes, y que Él hará grandes cosas porque tu me pediste.
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