Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1).
2 Corintios 6 terminó con la promesa de Dios de una relación cercana y significativa con aquellos de entre su pueblo que se separen de la forma corrupta de pensar y obrar de este mundo. Considerando esas promesas, en 2 Corintios 7:1, Dios le da a su pueblo dos cosas que hacer.
Primero, hay algo que quitar, al limpiarnos de toda contaminación. Hay un aspecto principal de purificación que viene al pueblo de Dios cuando confían en Jesús y en su obra por ellos. Este trabajo de limpieza es realmente la obra de Dios en nosotros y no nuestra obra. Pero hay otro aspecto de la limpieza que Dios busca que hagamos con la participación de nuestra propia voluntad y esfuerzo; no es que sea nuestra obra aparte de Dios, sino que es una obra que requiere de nuestra voluntad y esfuerzo: limpiémonos a nosotros mismos. Este aspecto de la limpieza está relacionado sobre todo con una relación más estrecha con Dios y con la utilidad para el servicio.
A veces es más fácil tratar con la contaminación de carne que con la del espíritu. Durante el ministerio terrenal de Jesús, a los que estaban manchados por la contaminación de la carne (como las rameras y los recaudadores de impuestos) les resultaba fácil acercarse a Jesús. Pero a los que estaban manchados por la contaminación del espíritu (como los escribas y fariseos) les resultaba muy difícil acercarse a Jesús. El orgullo, el legalismo, el egocentrismo, la justicia propia, la amargura y el odio pueden ser mucho peores que los pecados más evidentes de la carne.
Luego, hay algo que añadir, ya que los discípulos están perfeccionando la santidad en el temor de Dios. No basta sólo con limpiarnos de toda contaminación. La vida cristiana no es sólo deshacerse del mal, sino también hacer continuamente el bien y crecer plenos en santidad. Pablo no estaba escribiendo sobre un estado de perfección sin pecado. Perfeccionar tiene la idea de “completo” y “entero”. Más que un estado de perfección sin pecado, Pablo escribió acerca de una completa, “entera” santidad.
Hay un par de cosas más que notar en la frase: limpiémonos. Observa que Pablo se incluyó a sí mismo entre los cristianos de Corinto en la categoría de los que necesitan ser limpiados. Si Pablo se incluyó a sí mismo entre los que necesitaban ser limpiados, ¿qué hay de nosotros?
Además, debemos tener cuidado de limpiarnos a nosotros mismos y no ocuparnos de limpiar a los demás. La mayoría de las veces nos preocupamos más por la santidad de los demás que por la nuestra. Es fácil señalar los pecados, fallos y debilidades de otras personas, pero primero debemos prestar atención a los nuestros. Este es un principio del Sermón del Monte (Mateo 7:3-5).
Si eres discípulo de Jesucristo, hay cosas que Dios quiere que quites y cosas que quiere que añadas. En el poder del Espíritu de Dios, presta atención a estas cosas hoy.