Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista (Hechos 9:10-12).
No sabemos nada acerca de este hombre llamado Ananías ni antes ni después de esta reunión con Saulo. No sabemos cómo llegó a Damasco, ni qué le sucedió después. Por lo que sabemos, podemos pensar en él como un seguidor promedio de Jesús – un discípulo.
Ananías era un hombre ordinario – no era un apóstol, profeta, pastor, evangelista, anciano ni diácono. Sin embargo, Dios lo usó porque era un hombre ordinario. Si un apóstol o una persona prominente le hubiera ministrado a Saulo, la gente hubiera podido decir que Pablo recibió su evangelio de un hombre en lugar de Jesús. De la misma manera, Dios necesita usar a los simples discípulos – hay un trabajo especial para ellos.
En teoría, no era necesario que Dios usara a un hombre como Ananías para esta obra en la vida de Saulo. Siendo simplemente un discípulo, podemos decir que Dios simplemente usó a Ananías porque a Dios le encanta usar a las personas, y Ananías era un siervo dispuesto.
Dios le habló a Ananías en visión, de una manera completamente diferente a como le habló a Saulo. Saulo tuvo una confrontación audaz, casi violenta por parte de Dios, pero Ananías escuchó la dulce voz de Dios en una visión, donde Dios llamó y Ananías respondió obedientemente. Decir, “Heme aquí, Señor” es una respuesta perfecta para Dios.
En el caso de Ananías, la visión de Dios fue específica. Dios le habló de:
– Una calle específica (la calle que se llama Derecha).
– Una casa específica (en casa de Judas).
– Un hombre específico (uno llamado Saulo, de Tarso).
– Una cosa específica que el hombre estaba haciendo (él ora).
– Una visión específica que el hombre había tenido (ha visto en visión a un varón llamado Ananías).
Esta especificidad fue necesaria e importante, porque Dios le pidió a Ananías que hiciera algo audaz y peligroso al encontrarse con Saulo, el gran perseguidor. Necesitaba confirmación en el camino de que Dios lo estaba guiando, y Dios le dio formas de confirmarlo.
El cambio en Saulo es claro en las palabras: he aquí, él ora. Se podría decir que Saulo, el perseguidor de los cristianos, nunca antes había orado realmente; simplemente repetía oraciones formales. Antes de esto:
– Sus oraciones eran más mecánicas que espirituales.
– Nunca había orado con Jesús como mediador.
– Nunca había orado en el nombre de Jesús.
– No había orado con un corazón humilde, cercano a Dios.
Saulo había dicho muchas oraciones, pero nunca había orado realmente. ¿Ha usted orado realmente hoy?