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Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado (Romanos 6:5–6).
Se trata de una declaración sencilla y poderosa: por la fe en la persona y la obra de Jesús, fuimos plantados juntamente con él. Esta estrecha unión se da tanto en su muerte como en su resurrección. Dios tiene ambas experiencias para nosotros. Algunos anhelan ser plantados juntamente con él en la gloria de la resurrección, pero no están dispuestos a ser plantados juntamente con él en su muerte.
Al mismo tiempo, algunos cristianos se centran únicamente en la “vida crucificada”, sin ver que es una parte (y una parte esencial) de un panorama más amplio: la preparación para la vida de resurrección.
Otra parte de la vida “plantada juntamente con Cristo” es que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él. Para el creyente, la muerte del viejo hombre es un hecho establecido. Sucedió espiritualmente cuando fuimos identificados con la muerte de Jesús en nuestra salvación. El viejo hombre es el yo que sigue el modelo de Adán, profundamente arraigado en la rebelión contra Dios y sus mandamientos. El sistema de la ley es incapaz de tratar con el viejo hombre, porque solo puede decirle al viejo hombre cual es la norma justa de Dios. La ley intenta reformar al viejo hombre, hacer que “haga borrón y cuenta nueva”. Pero el sistema de la gracia entiende que el viejo hombre no puede ser reformado. Debe morir, y en el caso del creyente, el viejo hombre muere con Jesús en la cruz.
En lugar del viejo hombre, Dios da al creyente un nuevo hombre: un yo que es instintivamente obediente y agradable a Dios; este aspecto de nuestra persona es el que fue levantado con Cristo en su resurrección, según el modelo de Jesús (Efesios 4:24; Colosenses 3:10).
Dios utiliza nuestra muerte al viejo hombre, la naturaleza pecaminosa, para liberarnos del pecado. Estrictamente hablando, no luchamos contra el viejo hombre. Simplemente lo damos por muerto. Aún debemos tratar con la carne, que es distinta del viejo hombre, pero que ha aprendido mucho de nuestra naturaleza heredada de Adán. Pero tratamos con la carne como hombres y mujeres libres en Jesucristo.
Nuestra esclavitud al pecado sólo puede terminar con la muerte. En la película de 1960 Espartaco, Kirk Douglas interpretó al esclavo fugitivo Espartaco, que lideró una breve pero extendida rebelión de esclavos en la antigua Roma. En un momento de la película, Espartaco dice: “La muerte es la única libertad que el esclavo conoce. Por eso no le teme”.
Somos liberados del pecado porque el viejo hombre ha muerto con Jesús en la cruz. Ahora vive un hombre nuevo, un hombre libre. Hoy, plántate juntamente con Jesucristo, considera muerto al viejo hombre, y considérate a ti mismo un nuevo hombre o mujer en Jesús.