Números 35

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Números 35 – Ciudades para los levitas, ciudades de refugio

A. Designación de las ciudades levíticas.

1. (1-3) El mandato de proveer ciudades y ejidos para los levitas.

Habló Jehová a Moisés en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo: Manda a los hijos de Israel que den a los levitas, de la posesión de su heredad, ciudades en que habiten; también daréis a los levitas los ejidos de esas ciudades alrededor de ellas. Y tendrán ellos las ciudades para habitar, y los ejidos de ellas serán para sus animales, para sus ganados y para todas sus bestias.

a. Manda a los hijos de Israel que den a los levitas […] ciudades en que habiten: La tribu de Leví no tenía «estado» o «provincia» dentro de Israel. Su heredad sería solo Jehová: «Y Jehová dijo a Aarón: De la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Yo soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel» (Números 18:20).

i. Esta provisión de ciudades y ejidos asociados no contradecía el principio de que los levitas tenían su heredad en el Señor. «Incluso con los pastos circundantes para el ganado, la superficie total asignada a los levitas era de 40 km2 (15 millas cuadradas), aproximadamente el 0.1% de la tierra de Canaán. En una sociedad donde la tierra de labranza era riqueza, esta diminuta fracción de la tierra significaba que los levitas seguirían dependiendo de la generosidad de las tribus seculares entre las que vivían». (Wenham)

b. Tendrán ellos las ciudades para habitar: Sin embargo, los levitas tenían que vivir en algún lugar. Dios ordenó que cada tribu les diera ciudades a los levitas para que estuvieran esparcidos por toda la nación. Estas ciudades fueron formalmente asignadas a los levitas en Josué 21.

i. «Sin embargo, sabemos de ciudades sacerdotales en las Escrituras posteriores. Anatot es la más célebre (Josué 21:18; 1 Reyes 2:26; Jeremías 1:1; 32:7-8); pero también nos vienen a la mente Betel (Jueces 20:18; 1 Samuel 10:3; 2 Reyes 17:28), Nob (1 Samuel 21:1; 22:19) y Silo (1 Samuel 1:3)». (Allen)

2. (4-5) Medir el ejido alrededor de cada ciudad.

Y los ejidos de las ciudades que daréis a los levitas serán mil codos alrededor, desde el muro de la ciudad para afuera. Luego mediréis fuera de la ciudad al lado del oriente dos mil codos, al lado del sur dos mil codos, al lado del occidente dos mil codos, y al lado del norte dos mil codos, y la ciudad estará en medio; esto tendrán por los ejidos de las ciudades.

a. Serán mil codos alrededor, desde el muro de la ciudad para afuera: El trazado real de estas dimensiones puede ser un reto. Wenham hace el mejor trabajo explicándolo, para lo cual incluye útiles diagramas.

i. «Posteriormente, en la historia judía, este pasaje se utilizó como base para determinar la “distancia de viaje del día de reposo”, que generalmente eran dos mil codos desde la puerta de la ciudad. Así, el territorio se expandía con la ciudad, en la medida en que esta crecía y ampliaba el perímetro de sus muros de fortificación». (Cole)

b. Por los ejidos de las ciudades: A los levitas se les daría algo más que las ciudades; alrededor de cada ciudad, se les darían ejidos, tierra adecuada para el pastoreo de sus animales y la agricultura a pequeña escala.

3. (6-8) El número de ciudades levíticas y su distribución.

Y de las ciudades que daréis a los levitas, seis ciudades serán de refugio, las cuales daréis para que el homicida se refugie allá; y además de éstas daréis cuarenta y dos ciudades. Todas las ciudades que daréis a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades con sus ejidos. Y en cuanto a las ciudades que diereis de la heredad de los hijos de Israel, del que tiene mucho tomaréis mucho, y del que tiene poco tomaréis poco; cada uno dará de sus ciudades a los levitas según la posesión que heredará.

a. De las ciudades que daréis a los levitas: Debía de haber un total de 48 ciudades levitas: seis ciudades de refugio y 42 ciudades adicionales. Dios quería que los levitas se extendieran por todo Israel.

i. «Los levitas fueron esparcidos por toda la tierra para instrucción del pueblo; así también los ministros del evangelio, que con razón son llamados la sal de la tierra, para que al rociar la tierra de arriba abajo, impidan que el resto se pudra y se descomponga (como la carne)». (Trapp)

b. Del que tiene mucho tomaréis mucho, y del que tiene poco tomaréis poco: Las ciudades debían ser distribuidas proporcionalmente a través de la nación, de modo que donde había poblaciones más grandes y áreas de tierra más grandes, habría más ciudades levíticas, para que nadie en Israel estuviera lejos de una ciudad de refugio.

c. Según la posesión que heredará: Esto refleja el deseo de Dios de distribuir equitativamente a los levitas, quienes iban a ser los israelitas más espiritualmente enfocados, los ministros de tiempo completo, por así decirlo, uniformemente esparcidos a través de Israel, para que su influencia pudiera extenderse por toda la nación.

i. Esto muestra la sabiduría de Dios en no hacer un estado Levítico al que otros tendrían que ir. Dios tenía la intención de que estos ministros estuvieran entre el pueblo, para guiarlos hacia el Señor.

ii. Según Levítico 10:11, una responsabilidad de los sacerdotes (y por extensión, de los levitas) era enseñar la Palabra de Dios al pueblo de Israel. Levítico 10:11 dice: «para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés».

iii. Esta responsabilidad por parte de los sacerdotes (y sus asociados, los levitas) a menudo se pasa por alto. Tendemos a verlos solo como los que ofrecían sacrificios. Ellos hacían eso, por supuesto, pero también fueron llamados a ser maestros activos de la Biblia. El «sacerdote que enseña» se ve en muchos pasajes del Antiguo Testamento:

·Deuteronomio 33:10: «Ellos enseñarán tus juicios a Jacob, y tu ley a Israel».

·2 Crónicas 17:7: «Al tercer año de su reinado envió sus príncipes Ben-hail, Abdías, Zacarías, Natanael y Micaías, para que enseñasen en las ciudades de Judá».

·2 Crónicas 15:3: «Muchos días ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que enseñara, y sin ley».

·Nehemías 8:7: «Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar».

·Miqueas 3:11: «Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero».

·Ezequiel 7:26: «Quebrantamiento vendrá sobre quebrantamiento, y habrá rumor sobre rumor; y buscarán respuesta del profeta, mas la ley se alejará del sacerdote, y de los ancianos el consejo».

·Malaquías 2:7: «Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos».

·Esdras 7:25:«Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de tu Dios, pon jueces y gobernadores que gobiernen a todo el pueblo que está al otro lado del río, a todos los que conocen las leyes de tu Dios; y al que no las conoce, le enseñarás».

·Oseas 4:6: «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos».

·Jeremías 18:18: «Y dijeron: Venid y maquinemos contra Jeremías; porque la ley no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo de lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras».

iv. Por lo tanto, esparcidos uniformemente a través de la tierra como estaban los levitas, nadie en Israel estaría lejos del ministerio de la Palabra de Dios.

v. En la actualidad, Dios también quiere distribuir a su pueblo ampliamente por todo el mundo. Dios no pretende que haya un país o estado donde todos los cristianos vivan juntos en dicha espiritual y que, simplemente, le digan al mundo: «Ven y únete a nosotros si quieres». En cambio, Dios quiere que los cristianos sean esparcidos por todo el mundo, influencien a la gente para Jesucristo y sean mensajeros de su Palabra.

B. Ciudades de refugio.

1. (9-12) El propósito de las ciudades de refugio.

Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado al otro lado del Jordán a la tierra de Canaán, os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis, donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención. Y os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador, y no morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación.

a. Os señalaréis ciudades, ciudades de refugio tendréis: Este mandato de designar ciudades de refugio se cumpliría en Josué 20. Deuteronomio 19:2-3 nos dice que se debían construir y mantener caminos adecuados a estas ciudades de refugio. La ciudad no le servía de mucho al asesino involuntario si no podía llegar a ella rápidamente.

i. Aunque Josué 20 describe el establecimiento de estas ciudades, no hay ningún caso en la historia del Antiguo Testamento que muestre el uso o mal uso de las ciudades de refugio.

b. Donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención: El propósito de las ciudades de asilo era proteger al que hiriere a alguno de muerte sin intención. Eran para proteger a alguien en el caso de homicidio involuntario en contraste con el asesinato.

i. «El término traducido como accidental (bisgaga) en la NVI es el mismo que el usado en Números 15:22-29 para hacer referencia a asuntos de expiación por pecados inadvertidos». (Cole)

c. Os serán aquellas ciudades para refugiarse del vengador: El que mataba accidentalmente a otra persona necesitaba protección del vengador. La palabra hebrea para esta frase es goel, y en este contexto significa ‘el representante de la familia de la víctima encargado de asegurarse de que se haga justicia contra el asesino del miembro de la familia’.

i. En la antigua cultura de Israel, no se dejaba totalmente en manos del gobierno la venganza de un asesinato. Cada familia extensa tenía un vengador reconocido que se aseguraba de que el que asesinaba a un miembro de la familia fuera igualmente asesinado. La institución del vengador familiar nunca fue ordenada en las Escrituras; era una práctica cultural amplia que fue regulada por las Escrituras.

ii. Esta práctica se basaba en una comprensión correcta de Génesis 9:6: «El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre. El derecho del Estado a utilizar la espada de ejecución también se afirma en el Nuevo Testamento» (Romanos 13:3-4).

iii. «El vengador de la sangre es un pariente del asesinado que se encargará de proteger los derechos familiares, de vengar a sus parientes de la pérdida sufrida por la familia. De hecho, el término goel que a menudo se traduce como redentor, tiene esta idea básica; el goel es principalmente el protector de los derechos familiares (véase Levítico 25:48; Rut 3:13)». (Allen)

iv. «El permiso para llevar a cabo este acto no era un derecho ilimitado. Howard señala que “el vengador de la sangre” no era libre de tomar venganza privada. la Biblia reserva claramente la venganza solo a Dios (Deuteronomio 32:35; Isaías 34:8; Romanos 12:19)». (Cole)

d. No morirá el homicida hasta que entre en juicio delante de la congregación: El uso del vengador tenía su propósito en una cultura sin instituciones de justicia suficientemente desarrolladas. Sin embargo, también tenía una debilidad crítica. ¿Qué pasaba si el vengador perseguía a alguien que había matado accidentalmente a otra persona, pero no era un asesino? ¿Y si una muerte era accidental, pero era difícil demostrar que lo había sido?

i. Por ejemplo, dos hombres trabajan juntos talando árboles, uno de ellos blande un hacha y la cabeza del hacha sale volando, golpea al otro hombre en la cabeza y lo mata al instante. El hombre que sobrevivió tendría buenas razones para creer que el vengador de la sangre de la familia del muerto lo seguiría y lo mataría, ya que creería que la muerte había sido un asesinato.

ii. «Es muy posible hacer cosas injustas en nombre de la justicia. Fue contra tal posibilidad que estas ciudades fueron provistas». (Morgan)

iii. Por lo tanto, tal hombre podía huir a una ciudad de refugio, una ciudad levítica designada, donde podía permanecer a salvo del vengador de sangre hasta que pudiera presentarse en juicio delante de la congregación y salir de la ciudad de refugio a salvo.

2. (13-14) La ubicación de las ciudades de refugio.

De las ciudades, pues, que daréis, tendréis seis ciudades de refugio. Tres ciudades daréis a este lado del Jordán, y tres ciudades daréis en la tierra de Canaán, las cuales serán ciudades de refugio.

a. Tendréis seis ciudades de refugio: Debía de haber seis ciudades de refugio, tres a cada lado del río Jordán. En cada lado debía de haber una ciudad al norte, otra al centro y otra al sur.

i. Josué 20:7-8 registra la elección real de las ciudades. Cumplieron perfectamente el plan de ser repartidas uniformemente. Deuteronomio 19:3 también nos dice que se debían de construir y mantener caminos adecuados para llegar a estas ciudades de refugio. Una ciudad de refugio no era buena para el asesino si no podía llegar allí rápidamente.

ii. «Las ciudades que más tarde fueron seleccionadas como ciudades de asilo son Bezer, Ramot-galaad y Golán en Transjordania; Hebrón, Siquem y Cedes en Cisjordania (véase Deuteronomio 4:43; Josué 20:7-8; 21:13, 21, 27, 32, 36, 38)”. (Allen)

b. Las cuales serán ciudades de refugio: Esto significaba que las ciudades estaban cerca de todos; nadie estaba muy lejos de una ciudad de refugio. Obviamente, eso era importante cuando el vengador de la sangre te perseguía.

3. (15) Las personas elegibles para ser protegidas en las ciudades de refugio.

Estas seis ciudades serán de refugio para los hijos de Israel, y para el extranjero y el que more entre ellos, para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención.

a. Para que huya allá cualquiera que hiriere de muerte a otro sin intención: Cualquiera —un extranjero o un ciudadano de Israel— que necesitara encontrar protección en las ciudades de refugio podía hacerlo.

4. (16-21) Cómo juzgar si una muerte fue verdaderamente un asesinato.

Si con instrumento de hierro lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. Y si con piedra en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. Y si con instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, lo hiriere y muriere, homicida es; el homicida morirá. El vengador de la sangre, él dará muerte al homicida; cuando lo encontrare, él lo matará. Y si por odio lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere; o por enemistad lo hirió con su mano, y murió, el heridor morirá; es homicida; el vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare.

a. Homicida es; el homicida morirá: Significativamente, la Biblia hace una clara distinción entre «matar» y «asesinar». Toda muerte no es un asesinato. La sociedad necesita leyes para establecer los principios que deciden si una muerte es un fallecimiento desafortunado o un asesinato real.

b. Si con instrumento de hierro lo hiriere: El asesinato podría juzgarse según el arma utilizada; si era un instrumento de hierro (probable para matar), o si era una piedra o un instrumento de palo en la mano, que pueda dar muerte, entonces el asesino podía ser declarado culpable.

c. Si por odio lo empujó, o echó sobre él alguna cosa por asechanzas, y muere: También podría juzgarse el asesinato discerniendo el estado de ánimo y la presencia de premeditación en el homicida. Si la muerte ocurre por asechanzas o por enemistad, se puede juzgar como asesinato.

d. El vengador de la sangre matará al homicida cuando lo encontrare: Si un homicidio era entendido como asesinato, entonces el homicida debía ser ejecutado, ya fuera por los jueces de Israel o por el vengador de la sangre.

i. «Si una persona cometía intencionalmente el “pecado de mano alzada” y así despreciaba la Palabra del Señor, esa persona debía ser cortada de su pueblo. Del mismo modo, no se le concedía refugio ni protección bajo la ley». (Cole)

5. (22-24) ¿Cómo juzgar si una muerte fue verdaderamente involuntaria?

Mas si casualmente lo empujó sin enemistades, o echó sobre él cualquier instrumento sin asechanzas, o bien, sin verlo hizo caer sobre él alguna piedra que pudo matarlo, y muriere, y él no era su enemigo, ni procuraba su mal; entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes;

a. Mas si casualmente lo empujó sin enemistades: Si hubo ausencia de intento homicida, o ausencia de premeditación, o si la muerte fue claramente accidental, entonces el hombre no era culpable de asesinato y no podía ser entregado al vengador de la sangre.

b. Entonces la congregación juzgará entre el que causó la muerte y el vengador de la sangre conforme a estas leyes: Josué 20:4 explica que esto se hacía ante los ancianos de la ciudad de refugio. Se consideraban ambos lados de la historia. El juicio no debía hacerse escuchando solo un lado de la historia.

i. «El hecho de que un homicida llegara a una de esas ciudades no lo aseguraba contra la investigación. Más bien hacía necesaria la indagación, lo que le daba la oportunidad de explicar y garantizaba la certeza de una acción justa». (Morgan)

6. (25-28) Si se determina que el homicida es inocente.

Y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre, y la congregación lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado; y morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote, el cual fue ungido con el aceite santo. Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió, y el vengador de la sangre le hallare fuera del límite de la ciudad de su refugio, y el vengador de la sangre matare al homicida, no se le culpará por ello; pues en su ciudad de refugio deberá aquél habitar hasta que muera el sumo sacerdote; y después que haya muerto el sumo sacerdote, el homicida volverá a la tierra de su posesión.

a. Y la congregación librará al homicida de mano del vengador de la sangre: Habiendo sido juzgado como inocente de asesinato, el homicida podría vivir en paz y seguridad, pero solo dentro de los muros de la ciudad de refugio.

i. Significativamente, alguien que mataba a otro, aunque no fuera culpable de asesinato, tenía su vida profundamente afectada. Tenía que mudarse de su ciudad y, probablemente, su familia también; vivirían el resto de sus vidas en esa ciudad de refugio. La tragedia también afectaba su vida.

ii. «Tendría un juicio justo; pero, aunque fuera declarado inocente, debía permanecer dentro de la ciudad, a la que el vengador de la sangre no podría entrar de ninguna manera. Si salía de la ciudad, el vengador podría matarlo. Por lo tanto, debía sufrir el destierro perpetuo, incluso por causar la muerte accidentalmente, para que se viera cuánto consideraba Dios los derechos de la sangre, y cuán temible es dar muerte a un hombre de cualquier manera». (Spurgeon)

iii. Lo hará volver a su ciudad de refugio, en la cual se había refugiado: «La mención de que la persona condenada por homicidio sería devuelta a la ciudad sugiere que el juicio habría tenido lugar fuera de los muros de la ciudad; por lo que una persona condenada por homicidio podría ser fácilmente entregada al pariente de sangre para su ejecución. También se supone que la participación de los levitas, cuyas vidas estaban dedicadas al Señor, garantizaría la imparcialidad y la justicia en la toma de decisiones». (Cole)

b. Morará en ella hasta que muera el sumo sacerdote: Lo único que podía liberar al hombre de la ciudad de refugio era la muerte del sumo sacerdote; a la muerte del sumo sacerdote, el vengador de la sangre ya no tenía ningún derecho sobre el hombre que estaba en la ciudad de refugio.

i. «Había un significado expiatorio para todo el pueblo cuando moría el sumo sacerdote (nótese la frase: “que estaba ungido con óleo santo”). Si el sumo sacerdote moría durante el período de exilio del homicida en la ciudad asilo, entonces este no solo era libre de abandonar la ciudad, sino que podía reanudar su vida normal, incluyendo su participación en su tierra ancestral». (Allen)

ii. «La expiación por el homicidio se producía mediante la muerte del sumo sacerdote. Así lo demuestra la prohibición de rescatar a los asesinos y homicidas. Así como un asesino no puede comprar su vida por dinero (31), un homicida no puede comprar su libertad (32). Ambos han causado la muerte de otro hombre, y solo la muerte de un hombre puede expiar el asesinato». (Wenham)

iii. El mismo uso de la frase «que muera el sumo sacerdote» nos recuerda que nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo, siempre vive. Él es un «Sumo Sacerdote para siempre» (Hebreos 6:20), el Sumo Sacerdote «según el poder de una vida indestructible» (Hebreos 7:16) y porque Él «permanece para siempre», tiene un «sacerdocio inmutable» (Hebreos 7:24).

c. Mas si el homicida saliere fuera de los límites de su ciudad de refugio, en la cual se refugió: Hasta el tiempo de la muerte del sumo sacerdote, si el hombre que buscaba protección en la ciudad de refugio vagaba fuera de los muros de la ciudad, era presa fácil para el vengador de la sangre; solo dentro de su lugar de refugio estaba a salvo.

7. Las ciudades de refugio como imagen de Jesús.

a. La Biblia aplica en más de una ocasión esta imagen de la ciudad de refugio al creyente que encuentra refugio en Dios:

i. Salmos 46:1: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Más de otras 15 veces, los Salmos hablan de Dios como nuestro refugio.

ii. Hebreos 6:18 también explica: «Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros».

b. Hay muchos puntos de semejanza entre las ciudades de refugio y nuestro refugio en Jesús.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio están «al alcance de la mano» del necesitado.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio están «abiertas a todos», no solo al israelita; nadie debe temer que se le niegue su lugar de refugio en su momento de necesidad.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio se convirtieron en un lugar donde «viviría» el necesitado; no venías a una ciudad de refugio en tiempo de necesidad solo para mirar alrededor.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio son la «única alternativa» para el necesitado; sin esta protección específica, sería destruido.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio brindan protección «solo dentro de sus límites»; salir significa la muerte.

·Tanto Jesús como las ciudades de refugio proporcionan plena «libertad» debido a la muerte del Sumo Sacerdote.

c. Hay una distinción crucial entre las ciudades de refugio y nuestro refugio en Jesús:

·Las ciudades de refugio solo ayudaban a los inocentes; pero, en Jesús, los culpables también pueden encontrar refugio.

i. Debemos aprovechar el refugio, el asilo que se nos ofrece en Jesucristo. «¡La ley de Dios es el mensajero de sangre que te sigue la pista! Has transgredido voluntariamente; has, por así decirlo, matado los mandamientos de Dios, los has pisoteado; la ley es el vengador de la sangre, está detrás de ti, y te tendrá en sus garras dentro de poco; la condenación pende ahora sobre tu cabeza, y sin duda te alcanzará». (Spurgeon)

ii. «Ten cuidado de que sea a Cristo a quien huyas; porque, si el hombre que mató a su prójimo hubiera huido a otra ciudad, a un lugar que no fuera una ciudad de refugio, no habría servido de nada». (Spurgeon)

C. Leyes con respecto al asesinato.

1. (29-30) Se requieren dos testigos antes del castigo por asesinato.

Estas cosas os serán por ordenanza de derecho por vuestras edades, en todas vuestras habitaciones. Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida; mas un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera.

a. Cualquiera que diere muerte a alguno, por dicho de testigos morirá el homicida: Cuando una persona era justamente encontrada como homicida, Dios ordenaba que se le quitara la vida. Este principio se remonta al menos hasta el pacto que Dios hizo con Noé (Génesis 9:5-6).

i. Adam Clarke dio dos razones por las que la ley de Dios contra el asesinato era tan fuerte: «No es de extrañar que Dios sea tan particularmente estricto en sus leyes contra los asesinos. 1. Porque Él es el autor de la vida, y nadie tiene derecho a disponer de ella. 2. Porque la vida es el tiempo de prepararse para el mundo eterno, y de ella depende la salvación del alma; por lo tanto, es de infinita trascendencia para el hombre que su vida se alargue hasta los límites máximos asignados por Dios».

b. Un solo testigo no hará fe contra una persona para que muera: Un testigo nunca era suficiente para condenar a muerte a un asesino. Además, los testigos tenían que estar tan seguros, que uno de ellos debía estar dispuesto a iniciar la ejecución real: «tirar la primera piedra» (Deuteronomio 17:6-7).

i. Esto pone en perspectiva las palabras de Jesús con respecto a la mujer sorprendida en adulterio en Juan 8: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella» (Juan 8:7). Jesús pidió que el testigo oficial diera un paso al frente y dejara constancia de haber presenciado este acto de adulterio. Quien lo hiciera demostraría ser un hipócrita, alguien que condenaría a la mujer, pero excusaría al hombre culpable de adulterio.

ii. El principio de que un solo testigo no hará fe se extiende más allá del acto físico del asesinato. Es posible «asesinar» la reputación de alguien sin el testimonio adecuado de siquiera un testigo.

iii. Dios se interesa por el asesinato de la reputación, así como por el asesinato físico, y ordena: «Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos» (1 Timoteo 5:19). Es el mismo estándar que para probar el asesinato.

iv. «Como sabemos, incluso la disposición de múltiples testigos no excluye automáticamente la complicidad, como lo muestra la escandalosa perversión del sistema de justicia de Israel por la sacerdotisa extranjera Jezabel en el incidente de Nabot (1 Reyes 21)». (Allen)

2. (31-32) La vida de un asesino no puede ser rescatada.

Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá. Ni tampoco tomaréis precio del que huyó a su ciudad de refugio, para que vuelva a vivir en su tierra, hasta que muera el sumo sacerdote.

a. No tomaréis precio por la vida del homicida: Si alguien era culpable de asesinato, no podía hacer restitución monetaria en lugar de su vida. El principio de Génesis 9:6 permanece: «El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre».

i. «Otra ley del antiguo Cercano Oriente permitía la composición, es decir, el pago de un rescate en lugar de la pena de muerte. Sin embargo, esta ley insiste en que no es posible la composición monetaria». (Wenham)

b. Tampoco tomaréis precio del que huyó a su ciudad de refugio: Esto refleja un principio importante: el dinero no puede reemplazar la justicia. En algunas ocasiones, una recompensa monetaria satisface la justicia (como en Éxodo 22:4, por ejemplo); pero en otras, no lo hace, ni debe ser usada como reemplazo de la justicia.

3. (33-34) La urgencia de llevar a los asesinos ante la justicia.

Y no contaminaréis la tierra donde estuviereis; porque esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó. No contaminéis, pues, la tierra donde habitáis, en medio de la cual yo habito; porque yo Jehová habito en medio de los hijos de Israel.

a. Porque esta sangre amancillará la tierra, y la tierra no será expiada: Los asesinatos sin juzgar contaminan a una nación. Cuando los asesinos no son llevados ante la justicia, hay una mancha en una nación que solo el severo juicio de Dios puede limpiar.

i. «Es paradójico que en el lugar adecuado la sangre sea el purificador más eficaz, el único medio de expiación entre Dios y el hombre; pero en el contexto equivocado tenga, precisamente, el efecto contrario: “porque la sangre contamina la tierra” (33; cf. Deuteronomio 19:10; 21:9, 23)». (Wenham)

ii. «Con toda la atención que —con razón— prestamos a las cuestiones de la ecología y la contaminación en nuestros días, hay un acto de contaminación que trasciende con mucho el destrozo de los ríos y los lagos, la destrucción de los bosques y el vertido de petróleo, incluso, en los mares; se trata del abuso de las personas. El peor abuso de todos es la muerte injusta. Dios no se acercará a una tierra donde la sangre sea el agente contaminante». (Allen)

b. Sino por la sangre del que la derramó: La forma de evitar esta contaminación es juzgar y ejecutar a los asesinos: «y la tierra no será expiada de la sangre que fue derramada en ella, sino por la sangre del que la derramó» (Números 35:33).

i. Se puede decir que por la mancha de tantos asesinatos impunes, los Estados Unidos de América es una tierra profanada. En todo el país, muchos son asesinados en muchas circunstancias y pocos son llevados ante la justicia. La sangre de los muertos clama delante de Dios.

ii. «No seas cruel con tu propia tierra convirtiéndola en guarida de asesinos». (Poole)

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