Todo de uno


Estas son las familias de los hijos de Noé por sus descendencias, en sus naciones; y de estos se esparcieron las naciones en la tierra después del diluvio. (Génesis 10:32)

Génesis 10 registra los nombres de los descendientes de Noé, de los cuales se originaron todas las naciones de la tierra. Es un capítulo extraordinario, y algunos eruditos lo llaman ‘La Tabla de las Naciones’, refiriéndose a ‘tabla’ como un registro gráfico, no como algo físico sobre lo que uno se siente. El eminente arqueólogo William F. Albright, quien a menudo no interpretaba la Biblia literalmente, escribió sobre Génesis 10: “El décimo capítulo del Génesis… está completamente solo en la literatura antigua, sin un paralelo remoto, incluso entre los griegos, donde encontramos la aproximación más cercana a una distribución de los pueblos en un contexto genealógico…. La Tabla de las Naciones sigue siendo un documento asombrosamente preciso”.

Es útil examinar cada nombre en Génesis 10 para comprender los grupos étnicos que proceden de esos antepasados. Sin embargo, también es valioso extraer simplemente tres ideas significativas de Génesis 10, como la unidad de la raza humana.


La unidad de la raza humana.
Génesis 10 nos dice que toda la humanidad desciende de Noé y su familia, y el relato bíblico en su conjunto sostiene que tenemos un origen común en Adán y Eva. Como señaló el apóstol Pablo al hablar con los filósofos en el Areópago: De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra (Hechos 17:26). Verdaderamente, somos colectivamente de “una sangre”, y aunque existen diferencias entre generaciones, razas y grupos étnicos, lo que nos une es mucho más significativo que lo que nos diferencia. Todos estamos creados a imagen de Dios.

La generosidad de Dios. Génesis 10 nos hace reflexionar sobre la inmensidad de la creación y cómo hay miles de millones de personas en la tierra hoy, e incluso más en el pasado. Si Jesús tarda en regresar, habrá muchos más en el futuro. Sin embargo, el amor de Dios es lo suficientemente grande como para abarcar a toda la humanidad. Recordemos que Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito (Juan 3:16), y de alguna manera, Dios muestra su amor a toda la humanidad, como lo demuestran el sol y la lluvia que caen sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Dado que Dios es tan generoso con toda la humanidad, podemos confiar aún más en su amor generoso hacia su pueblo, aquellos que confían, se apoyan y se aferran a la persona y la obra de Jesucristo.

La razón de un corazón misionero. Dios dispersó a la humanidad, pero no con la intención de alejar a la gente de las buenas nuevas y la salvación en Jesucristo, quien es el Salvador del Mundo (Juan 4:42). Al contrario, Jesús dio instrucciones específicas a sus discípulos antes de ascender al cielo: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones, y enséñenles a guardar todo lo que Jesús les ha enseñado” (Mateo 28:18-20). Debemos tener un corazón misionero para alcanzar al mundo según lo ordenó Jesús.

Hoy, recordemos el corazón de Dios para toda la humanidad.

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Categories: Devocional Semanal
David Guzik:

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