Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo (Hechos 7:57-58).
Para el consejo gobernante, fue demasiado. Fue demasiado cuando Esteban expuso sus conocidos pecados de rechazar a los que Dios enviaba para librarlos, y su idolatría del templo. Fue demasiado cuando Esteban vio que los cielos se abrían y que Jesús estaba en el lugar de prestigio y honor en el cielo.
Debido a que era demasiado, gritaron. Es decir, dieron grandes voces. El Sanedrín reaccionó rápida y violentamente. Jesús, ante este mismo concilio, declaró que se sentaría a la diestra de Dios, y tuvieron una reacción similar (Mateo 26:64-66).
No solo dieron grandes voces. También se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. La reacción del Sanedrín parece extrema, pero es típica de quienes rechazan a Dios y están perdidos en la locura espiritual. Gritaron en agonía y se taparon los oídos ante la revelación de Dios, la cual consideraron una blasfemia.
Es peligroso ser religioso sin tener una relación real con Jesucristo. Esto cumple lo que Jesús advirtió en Juan 16:2-3: Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí.
Luego, echándole fuera de la ciudad, le apedrearon: El alcance de su ira se demostró en la ejecución de Esteban, que se hizo sin tener en cuenta la ley romana, y que se realizó de acuerdo con la costumbre judía tradicional (lapidación).
El comentarista F.F. Bruce citó un escrito judío del siglo II para explicar la lapidación. Primero, le daban al condenado la oportunidad de confesar. Luego le quitaban la ropa. A continuación, uno de los testigos del crimen lo empujaba desde lo alto. Si eso no lo mataba, entonces el segundo testigo arrojaba una piedra pesada sobre el pecho del condenado. Si esto no lo mataba, le tiraban piedras al condenado hasta que moría.
En todo esto, los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Un hombre llamado Saulo fue el supervisor de la operación. La frase “joven” significa literalmente “un hombre en su mejor momento”. Es casi seguro que era miembro del Sanedrín y que aprobó fuertemente la ejecución de Esteban.
Esteban fue el primer mártir cristiano. Su muerte fue un shock para la iglesia primitiva. Sin embargo, Dios no abandonó a Esteban; Jesús lo recibió en gloria y usó su muerte para traer a muchos al reino. El dicho de la iglesia primitiva resultó ser cierto: la sangre de los mártires se convirtió en la semilla de la cosecha de la iglesia.
En Jesús, nuestros dolores nunca serán en vano.