Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí (Hechos 22:17-18).
La mayor parte de Hechos 22 es el apasionado sermón de Pablo a una turba que acababa de intentar matarlo a golpes en el monte del templo de Jerusalén. Estos dos versículos son sólo una parte de ese sermón, pero pienso que dan una fascinante perspectiva sobre la vida del apóstol Pablo.
Pablo menciona una ocasión en la que había vuelto a Jerusalén y estuvo orando en el templo. Pablo les cuenta algo que había sucedido unos 20 años antes, cuando llevaba dos o tres años como seguidor de Jesús. A pesar de que había sido un cristiano por algunos años, aún iba a Jerusalén a orar en el templo.
Con esto, Pablo quería que la violenta multitud que acababa de intentar matarlo supiera que aunque confiaba en Jesús, no estaba en contra de todas las ceremonias y rituales judíos.
Pero no era solo que Pablo había estado orando en el templo, sino que mientras estaba en el templo, le sobrevino un éxtasis: Vio y escuchó a Jesús. Una cosa que encuentro notable sobre esta impresionante experiencia espiritual es que Pablo nunca hizo referencia a esta visión en sus cartas, y parece que sólo la mencionó aquí porque lo consideró necesario.
A Pablo no le gustaba hablar mucho de sus experiencias espirituales. En 2 Corintios 12 Pablo también mencionó renuentemente una visión celestial que tuvo, pero tuvo cuidado de no jactarse de ella. Pablo no estaba interesado en promocionarse como el hombre que tenía visiones de Jesús o del cielo. Cuando era necesario, mencionaba tales experiencias, pero nunca insistía en ellas ni se jactaba de ellas.
En esta visión, Pablo –aunque sólo llevaba unos años como cristiano– escuchó un sorprendente mensaje de Jesús. El Señor le dijo a Pablo: “Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”. Este mensaje de Jesús probablemente fue una sorpresa para Pablo. Con justa razón, probablemente se había considerado a sí mismo como el hombre perfecto para llevar el evangelio a sus compatriotas judíos. Sin embargo, Jesús le dio esta advertencia e incluso le dijo que se diera prisa.
Este mensaje de Jesús fue útil para Pablo y estoy seguro de que el apóstol estaba agradecido por haberlo recibido. Sin embargo, para Pablo no parecía ser algo en lo que centrarse. Me imagino que si yo tuviera una experiencia con Dios semejante, ¡probablemente nunca dejaría de hablar de ella! Pero para Pablo, su enfoque estaba en Jesús y en Él crucificado (1 Corintios 2:2) –algo que todo cristiano puede conocer y disfrutar.
Si Dios te concede experiencias espirituales extraordinarias, dale las gracias por ellas, pero no las conviertas en el centro o el objetivo de tu vida cristiana. Recuerda que andamos por fe, no por vista (2 Corintios 5:7).