Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo (Génesis 50:20).

Después de la muerte de su padre Jacob, los hermanos de José temieron que él usara su poder y prestigio en Egipto para vengarse de ellos por haberlo vendido como esclavo, dejándolo prácticamente condenado a morir.

Dios lo encaminó a bien

Desde una perspectiva humana, José tenía tanto el derecho como la capacidad de vengarse de sus hermanos, pero sabía que Dios era Dios y él no. La retribución le correspondía a Dios, no a José.

Sin embargo, José no minimizó el mal que sus hermanos le hicieron y habló con claridad: vosotros pensasteis mal contra mí. Aunque esto era cierto, la verdad más grande era que Dios lo encaminó a bien.

Todo cristiano debería ser capaz de reconocer la mano soberana y suprema de Dios en su vida, y saber que, sin importar el mal que los demás intenten contra nosotros, Dios puede usarlo para bien. José no tenía el texto de Romanos 8:28, pero sí tenía su verdad: Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Tristemente, algunos de nosotros tenemos el texto, pero no tenemos la verdad.

En última instancia, nuestras vidas no están en manos de los hombres, sino en manos de Dios, quien gobierna sobre todas las cosas para su gloria.

Un anciano ministro tenía un don especial para consolar a los afligidos y desanimados. En su Biblia llevaba un separador de libros de seda con una frase tejida en sus hilos. En el reverso, los hilos enredados y anudados formaban un caos sin sentido. Cuando alguien acudía a él con angustia, sacaba el separador y mostraba este lado, pidiéndole que intentara darle sentido. Nadie podía. Entonces, el pastor lo volteaba, y en la parte frontal se leían, en letras blancas sobre un fondo sólido, las palabras: Dios es amor. Cuando los acontecimientos de nuestra vida parecen confusos y sin propósito, es porque solo podemos ver un lado del tapiz.

Hubo un bien inmediato en la situación: mantener en vida a mucho pueblo. Si esta gran familia no hubiera ido a Egipto, habría perecido en la hambruna. Y si acaso hubiera sobrevivido, habría terminado asimilada por las tribus cananeas que la rodeaban. Solo al irse a Egipto pudo preservarse y crecer hasta convertirse en una nación distintiva.

El mal que los hermanos de José hicieron se convirtió en parte de una cadena de eventos que condujeron a la supervivencia del pueblo judío y, en última instancia, a la venida de Jesús, el Mesías, conforme al plan de Dios.

Afortunadamente, el pecado que otros cometan contra nosotros nunca tendrá la última palabra; Dios tiene la última palabra. Por eso los creyentes pueden perdonar a quienes les han hecho mal. ¿Puedes decirlo? Dios lo encaminó a bien.

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