Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí (Hechos 8:24)
Simón era un hechicero entre los samaritanos y de alguna manera respondió al mensaje predicado por Felipe y otros. Sin embargo, la forma en que actuó (Hechos 8:18-19) y la forma en que Pedro lo reprendió (Hechos 8:20-23) mostró que había algo insincero e incompleto en la fe y la entrega de Simón a Jesús.
Vemos algo más que no está del todo bien con Simón en Hechos 8:24: se negó a humillarse ante Dios y arrepentirse verdaderamente. En cambio, evitó la responsabilidad por su pecado – y lo hizo con palabras que sonaban espirituales.
Cuando Pedro confrontó a Simón, él le dijo: rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. En lugar de humillar genuinamente su corazón ante Dios, Simón le pidió a Pedro que orara para que le perdonaran las consecuencias de su pecado. Esto muestra que Simón sintió una verdadera convicción del Espíritu Santo, pero aún no estaba dispuesto a humillar su propio corazón delante de Dios. Pedro podía rogar al Señor por Simón, pero no podía humillar el corazón de Simón por él.
La puerta del arrepentimiento y de estar bien con Dios estaba abierta para Simón si él la tomaba – pero Pedro no podía hacerlo por él. Unos versículos antes, Pedro desafió audazmente a Simón: Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón (Hechos 8:22). Pedro le dijo a Simón “ruega a Dios” y Simón le pidió a Pedro, “ruega por mí”.
Cuando Simón le pidió a Pedro: “Por favor, ruega por mí”, fue una forma de pedirle a Pedro que él hiciera algo, en lugar de que Simón hiciera algo por sí mismo.
Recuerde siempre que el predicador no puede creer por usted, ni puede arrepentirse por usted. ¡Después de todo, el predicador tiene suficiente de que arrepentirse por su propia cuenta! El predicador puede orar por usted, pero es mejor que usted ore también por sí mismo, como Pedro le dijo a Simón que hiciera.
No sabemos qué fue de Simón. La tradición eclesiástica dice que siguió por un mal camino y más tarde se convirtió en un peligroso falso maestro entre los primeros cristianos. No sabemos cuán precisas son esas tradiciones; es posible que Simón se arrepintiera y corrigiera su corazón con Dios.
Cuando sentimos la convicción del Espíritu Santo, es común evadir la responsabilidad de hacer algo sobre el pecado del que nos habla. Si el Espíritu Santo me habla de orgullo, es fácil para mí empezar a ver orgullo en otras personas y sentir que ellos son los que deben arrepentirse.
Al igual que la situación con Simón, es posible que cuando necesito orar humildemente a Dios con un corazón arrepentido, le pida a otra persona que ore por mí.
Hoy, asuma la responsabilidad de su caminar con Dios y su crecimiento en Jesús. Si el Espíritu Santo le habla una palabra de corrección, no se la pase a otra persona.