Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar? (Génesis 15:8).

Jesús habló de una fe capaz de mover montañas, pero a menudo nuestras dudas parecen crear esas montañas. Confiar en Dios y en sus promesas es un reto constante, al que se enfrentan todos los que han intentado ahuyentar la duda.

La garantía del pacto

A veces, la duda proviene de la incredulidad, una actitud que cuestiona si Dios cumplirá su palabra o puede cumplir sus promesas. Otras veces, la duda está relacionada con una fe que está creciendo y madurando; una duda que reconoce que no hay debilidad ni vacilación en Dios, sino que somos débiles en nuestra capacidad de confiar. Este fue el tipo de duda que llevó a un padre desesperado a decirle a Jesús: “Creo; ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24).

Dios prometió a Abram un hijo, y él esperó diez años. Abram tuvo éxito en los negocios y en todo lo que emprendió, pero pensó: ¿De qué sirve todo eso sin el cumplimiento de la promesa de Dios? Este era el dolor del corazón de Abram, y motivó su pregunta llena de dudas a Dios en Génesis 15:8: “¿en qué conoceré que la he de heredar?”.

Abram hizo lo que todos deberíamos hacer con nuestras dudas: se las planteó a Dios y dejó que Dios respondiera a ellas. Es importante entender que no se trataba de una duda que negaba la promesa de Dios, sino de una duda que deseaba la promesa de Dios. Dios siempre está dispuesto a ayudar con ese tipo de duda.

Dios, efectivamente, respondió: “Abram, ¿quieres estar seguro? Entonces hagamos un contrato”. En aquella época, una forma de hacer un contrato era que ambas partes caminaran juntas entre los cadáveres partidos de animales sacrificados, mientras repetían los términos del contrato. A nosotros nos puede parecer sangriento y bárbaro, pero para ellos representaba dos cosas. En primer lugar, demostraba que se trataba de un pacto de sangre, algo serio. En segundo lugar, era una advertencia dramática: si uno no cumplía el contrato, podía esperar que sus animales, y quizás él mismo, acabaran cortados en dos.

Dios quiere resolver nuestras dudas con un contrato. Sin embargo, nuestro contrato no es el de Abram; es el contrato que Jesús llamó el nuevo pacto (Lucas 22:20, Hebreos 9:15). El nuevo pacto también fue establecido por un sacrificio: lo que Jesús hizo en la cruz por Dios Padre y por nosotros.

Cuando queremos creer, pero seguimos dudando, no debemos pensar que Dios está enfadado o irritado con nosotros. Incluso podemos pedirle a Dios que se pruebe a sí mismo. Pero cuando pidas pruebas, Dios te responderá de la misma manera que lo hizo con Abram. Te señalará un pacto hecho por sacrificio, que prueba que su amor y su preocupación por ti son reales y que sus promesas son verdaderas. Dios te señalará hacia el nuevo pacto.

Hoy, pídele a Dios que te ayude con tus dudas y recuerda que Él probó su amor por ti mediante el nuevo pacto y lo que Jesús hizo en la cruz para establecerlo.