Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros (Génesis 22:5).

Dios le dijo a Abraham que hiciera algo extraño: ofrecer a su hijo Isaac, el hijo de la promesa, como sacrificio. Abraham vivía como forastero y peregrino en la tierra de Canaán. Los sacerdotes de muchas de las deidades cananeas afirmaban que sus dioses exigían sacrificios humanos. La gente de Canaán no consideraba especialmente extraño el sacrificio humano, pero Abraham había creído que Jehová era diferente.

En obediencia, Abraham se preparó para el viaje y partió con Isaac y algunos siervos hacia el lugar señalado, el monte Moriah. Al tercer día, llegaron a la región de Moriah, y cada día Abraham reflexionaba sobre lo que Dios le había ordenado. Cuando llegaron, Abraham dijo a sus siervos que esperaran mientras él e Isaac seguían adelante para adorar a Dios.

Fue entonces cuando Abraham pronunció unas palabras de fe triunfante: volveremos a vosotros. Abraham creía que tanto él como Isaac regresarían, y así lo expresó.

Abraham, el amigo de Dios, tenía toda la intención de obedecer el mandato de sacrificar a Isaac. Al mismo tiempo, confiaba en que ambos regresarían. ¿Cómo podía ser esto?

No fue porque Abraham supiera de alguna manera que esto era solo una prueba y que Dios realmente no le exigiría sacrificar a Isaac. Más bien, la fe de Abraham consistía en comprender que si mataba a Isaac, Dios lo resucitaría de entre los muertos, porque Él había prometido que Isaac continuaría la línea de bendición y el pacto.

Abraham conocía la promesa de Dios:  en Isaac te será llamada descendencia (Génesis 21:12). Isaac aún no tenía hijos, por lo que Abraham comprendió que Dios debía permitir que Isaac viviera al menos lo suficiente para tener descendencia. Si Isaac moría antes de tener hijos, el linaje del pacto de Abraham se extinguiría, su nombre sería olvidado en la historia y la promesa de Dios se demostraría falsa.

Hebreos 11:17-19 explica claramente este principio: Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

Abraham sabía que todo era posible, pero que era imposible que Dios faltara a su promesa. Sabía que Dios no mentía. Hasta ese punto en la historia bíblica, no había registro de que alguien hubiera resucitado de entre los muertos, así que Abraham no tenía precedentes para esta fe, aparte de la promesa de Dios. Sin embargo, Abraham sabía que Dios era capaz. Dios podía hacerlo.

En última instancia, Génesis 22 muestra que Dios no desea sacrificios humanos ni los pedirá. Más bien, Dios quiere que su pueblo confíe en Él y comprenda que nunca fallará en el cumplimiento de sus promesas. Hoy, puedes confiar plenamente en sus promesas.

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