Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo (Mateo 4:1).
Al final del capítulo 3 de Mateo, Jesús se identificó con los pecadores al ser bautizado, aunque no tenía necesidad de hacerlo. Ahora, en Mateo 4, el Salvador sin pecado vuelve a identificarse con la humanidad pecadora, esta vez enfrentando una intensa tentación. Esto era una parte necesaria de su ministerio, por lo que fue llevado por el Espíritu al desierto.
El contraste entre la gloria que siguió al bautismo de Jesús y el desafío de ser tentado por el diablo era notable:
– Antes, las aguas frescas del Jordán; ahora, el árido desierto.
– Antes, las grandes multitudes; ahora, soledad y silencio.
– Antes, el Espíritu descendiendo como paloma; ahora, el Espíritu llevándolo al desierto.
– Antes, la voz del Padre llamándolo “Hijo amado”; ahora, el susurro del tentador.
– Antes, ungido; ahora, atacado.
– Antes, el agua del bautismo; ahora, el fuego de la tentación.
– Antes, los cielos abiertos; ahora, el infierno parecía abrirse contra el Salvador.
Sin embargo, todo esto era necesario y guiado por el Espíritu. Jesús no necesitaba ser tentado para crecer espiritualmente; más bien, soportó la tentación tanto para identificarse con nosotros (Hebreos 2:18 y 4:15) como para demostrar su carácter santo y sin pecado.
El Espíritu Santo no nos tienta (Santiago 1:13), pero sí puede guiarnos a un lugar donde seremos tentados. No es para probarle algo a Dios (quien lo sabe todo), sino para mostrarnos algo a nosotros mismos y a los seres espirituales que nos observan.
La tentación es una realidad para todos. Sin embargo, la que enfrentó Jesús fue mucho más intensa. Primero, porque fue tentado directamente por el diablo, mientras que nosotros lidiamos principalmente con demonios menores. Además, en cierto sentido, la tentación se “alivia” cuando se cede a ella, y Jesús nunca cedió. Por lo tanto, soportó niveles de tentación que jamás experimentaremos.
Este evento se conoce comúnmente como “La tentación de Jesús”. Sin embargo, muchos comentaristas consideran que este título no es del todo preciso, ya que la palabra traducida como “tentado” aquí se entiende mejor como “probado”. Toda tentación es una prueba, pero no toda prueba es una tentación. En este caso, Jesús fue tanto probado como tentado: probado por su largo ayuno en el desierto y tentado por las incitaciones de Satanás al mal.
Querido hermano o hermana en Cristo, serás tanto tentado como probado, y probablemente enfrentarás esto hasta el día en que partas a la gloria. Si nuestro Salvador soportó estas pruebas para la gloria de Dios, no debería sorprendernos que nosotros también debamos hacerlo.
A medida que sigues leyendo Mateo 4, verás cómo respondió Jesús cuando el diablo lo puso a prueba. Jesús respondió con el poder y la sabiduría de la Palabra de Dios. Cuando el diablo te tiente, ¡tú también puedes responderle con el poder y la sabiduría de la Biblia!
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