Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos.  ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mí. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda (Génesis 13:8-9).

Dios hizo algo especial cuando llamó a Abram (más tarde llamado Abraham) de Ur de los Caldeos y le prometió toda la tierra de Canaán. Sin embargo, cuando Abram trajo a su sobrino Lot con él, no pasó mucho tiempo hasta que surgieron conflictos. Ambos, Abram y Lot, tenían grandes rebaños de ganado, y sus trabajadores se peleaban por las mejores tierras de pastoreo.

Renunciar a nuestros derechos

Abram y Lot afirmaban servir a Jehová como Dios y no a los ídolos cananeos locales, pero su conflicto los hacía parecer hipócritas. La solución lógica era separar los rebaños y llevarlos a diferentes tierras de pastoreo. Pero ¿quién iría adónde? Fue entonces cuando Abram decidió hacer uso de su derecho a renunciar a sus derechos.

Abram le dijo a su sobrino: “Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda”. Abram era el mayor y Dios había prometido la tierra a él, no a Lot, por lo que esto era pura generosidad de su parte.

Esto fue verdadera generosidad, no debilidad. Abram sabía luchar cuando era necesario (Génesis 14). No cedió ante Lot por debilidad, sino por amor y confianza en Dios. Como Abram vivía con una perspectiva eterna, no le parecía que valiera la pena luchar por unos cuantos acres de tierra de pastoreo.

La renuncia a los derechos es un tema recurrente en la Biblia. Dios fue glorificado cuando Jesús, por amor, renunció a su derecho a una existencia sin sufrimiento humano ni pruebas (Filipenses 2:5-11). Dios fue glorificado cuando Pablo, por amor, renunció a su derecho a ser sostenido por el Evangelio (1 Corintios 9:14-18). En Génesis 13, Abram cumplió el principio de amor del Nuevo Testamento: No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros (Filipenses 2:4).

Pero, si renunciamos a nuestros derechos, ¿quién velará por nosotros? Abram pudo hacerlo porque sabía que Dios proveería para él, y por eso no tuvo que preocuparse por ser demasiado generoso. En este caso, Abram estaba dispuesto a dejar que Dios velara por sus intereses. Derecha o izquierda, no le importaba a Abram, porque sabía que Dios estaría allí.

Hay momentos en los que es necesario defender los principios y reclamar un derecho; la Biblia también proporciona ejemplos de ello. A veces, hacerlo beneficia a los demás y no solo a nosotros mismos. Sin embargo, estamos agradecidos por la generosidad que Dios muestra hacia nosotros y procuramos mostrarla a los demás.

Podemos hacer lo correcto al encomendar nuestros derechos a Dios.