Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho (Génesis 8:21).

Una vez que cesaron las lluvias y las aguas se aquietaron, Noé y su familia salieron del arca. Entre las primeras acciones que emprendieron estuvo el sacrificio de animales en honor a Dios. A pesar de ser una tarea arriesgada y costosa, Noé sabía la escasez de los animales en la tierra y aun así decidió ofrecer algunos como ofrenda a Dios.

Sacrificio y fidelidad al pacto

Sin embargo, el sacrificio costoso de Noé agradó a Dios: y percibió Jehová olor grato. En este pasaje, la Biblia emplea la antropomorfización, utilizando analogías humanas para describir acciones o atributos divinos. Más que el aroma físico de la ofrenda, lo que verdaderamente agradó a Dios fue el corazón de Noé en su acto de sacrificio. Fue como si el olor de este regalo tan costoso con el aroma de la carne asándose, inspirado por la fe, se elevara y fuera grato para Dios. En respuesta a este acto de fe, Dios hizo una maravillosa promesa tanto a Noé como a la humanidad: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre.

Dios prometió que nunca más castigaría a la tierra con un diluvio de tal magnitud que destruyera a todo ser viviente, incluso sabiendo que el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud. Esta promesa fue un acto de misericordia profunda por parte de Dios

Era una extraña combinación de verdades: primero, el reconocimiento de que el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; y segundo, la promesa de Dios de nunca más volver a maldecir la tierra por causa del hombre. A primera vista, la maldad del hombre podría parecer invitar a la maldición de Dios en lugar de alejarla. Sin embargo, esta extraña combinación encuentra su explicación en el altar y el sacrificio de Noé, así como en el placer de Dios ante dicho sacrificio

El sacrificio que Noé ofreció, y que Dios aceptó, resultó ser la clave. Sin sacrificio, el pecado demanda juicio y venganza, como lo ilustra el diluvio enviado por Dios. Sin embargo, el costoso sacrificio de Noé apuntaba hacia el sacrificio supremo, uno que era y es infinitamente valioso: cuando el Hijo unigénito de Dios, Jesucristo, entregó su vida, muriendo para reconciliar a todos los que creen con una relación correcta con Dios.

Podemos decir que después del diluvio, la historia de Noé, una vez terminado el diluvio, ilustró muchas cosas relevantes para la vida del creyente.

– Al salir del arca para reclamar la tierra, Noé ilustró la libertad del creyente.
– Al realizar un sacrificio tan costoso, Noé ejemplificó la fe del creyente.
– Al honrar a Dios con una ofrenda de adoración, Noé mostró el corazón del creyente.

Más significativo que todo lo que Noé mostró fue el gran pacto de misericordia que Dios reveló después de su sacrificio. Prometió no volver a juzgar al mundo de la misma manera que lo hizo con el diluvio de la época de Noé. Este pacto ha resistido la prueba del tiempo.

Dios ha demostrado ser completamente fiel a su pacto hecho en los días de Noé. Del mismo modo, en Jesucristo, Dios será totalmente fiel a su pacto contigo. Descansa en esa verdad hoy.