Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra (Génesis 12:2-3).

Dios le dijo a un hombre mesopotámico de una familia adoradora de ídolos que dejara su tierra y a su familia, ofreciéndole una promesa maravillosa. Dios prometió a Abram una tierra, una nación y una bendición.

Tierra, nación, bendición

Abram obedeció solo parcialmente. Inicialmente, viajó hasta la mitad del camino hacia el lugar al que Dios le indicó, y llevó consigo a su padre y a su sobrino, a pesar de que Dios le había ordenado dejar a su familia. Sin embargo, gracias a la gracia y la bondad de Dios, Él obró a través de la obediencia parcial de Abram, y finalmente llegaron a la tierra de Canaán, la tierra que Dios le había prometido.

Abram se convertiría en un gigante de la fe, llegando incluso a ser conocido como el padre de los creyentes (Gálatas 3:7-9); sin embargo, su viaje no comenzó como el de un héroe de la fe. Más bien, vemos a Abram como un ejemplo de crecimiento en la fe y la obediencia. Fue a través de la fe y la paciencia que finalmente heredó las promesas de Dios.

Dios prometió a Abram una tierra. En Génesis 12:1, Dios le indicó a Abram la tierra que le mostraría.

Dios prometió que de Abram surgiría una gran nación, con hijos, nietos y numerosos descendientes suficientes para poblarla. Esta promesa engrandecería el nombre de Abram. En la historia, pocos nombres son tan venerados como el de Abram, honrado tanto por judíos, musulmanes como por cristianos.

Dios también prometió a Abram: bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré. Esta promesa, heredada por los descendientes del pacto de Abram, el pueblo judío, sigue siendo válida y ha tenido un impacto significativo en la historia. Las naciones que han tratado bien al pueblo judío han experimentado bendiciones, mientras que aquellas que los han maltratado han enfrentado consecuencias adversas. Históricamente, vemos ejemplos de esto en el declive y la caída de varios imperios, como Babilonia, Persia, Grecia y Roma. Por ejemplo, España sufrió un declive radical después de la Inquisición, y Polonia decayó tras los pogromos. Alemania fue severamente humillada tras el Holocausto, y Gran Bretaña perdió su imperio después de romper su compromiso con Israel.

Dios prometió bendecir a Abram y hacerlo una bendición para todas las familias de la tierra. Esta maravillosa promesa se cumplió en el Mesías, que descendió del linaje de Abram. La bendición de Dios a Abram no se limitaba a su propio bienestar ni al de la futura nación judía; era para toda la humanidad, para todas las familias de la tierra, a través de Jesucristo. Apocalipsis 5:9 nos dice que la obra de Jesús alcanzará a todos los pueblos de la tierra

Ya sea que seas un descendiente genético de Abram o no, esta bendición es para ti, en y a través de Jesucristo, quien es el cumplimiento de la bendición prometida a Abram. Por fe, recibe hoy esa bendición en Jesús.

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