Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos (Génesis 46:1-4).
Dios ya lo tenía todo dispuesto. Israel (Jacob) y su numerosa familia encontraron refugio ante una hambruna extendida cuando Israel tomó todo lo que tenía y se dirigió al sur. Llegó a Beerseba, el puesto más al sur de Canaán en camino a Egipto, y allí honró a Dios con sacrificios.
Beerseba era un lugar significativo. Tanto Abraham (Génesis 22:19) como Isaac (Génesis 26:23) permanecieron allí. Abraham plantó un árbol de tamarisco en Beerseba muchos años antes y allí invocó el nombre del Señor (Génesis 21:33). En ese lugar, Isaac recibió una promesa especial de Dios, construyó un altar e invocó el nombre del Señor (Génesis 26:24-25). En este mismo lugar, Israel ofreció sacrificios, recordando lo que Dios había hecho antes. Al conectar lo que Dios había realizado en el pasado (ofreciendo sacrificios en Beerseba), Israel recibió la certeza del plan de Dios para el futuro.
En esta ocasión, habló Dios a Israel en visiones de noche. Más de 40 años antes, cuando Jacob estaba por salir de la Tierra Prometida, Dios le habló en un sueño (Génesis 28:12-17). Ahora, cuando estaba a punto de abandonar nuevamente la tierra, Dios le brindó seguridad otra vez a través de visiones de noche.
Cuando Jacob dirigió a su familia hacia esa tierra extranjera, no sabía lo que el futuro le deparaba. Sin embargo, sabía que el futuro estaba en las manos de Dios. Dios tenía una promesa para Israel: allí yo haré de ti una gran nación. Dios le reveló a Israel su propósito al llevar a esa gran familia o clan a Egipto. Debido a la naturaleza exclusiva y segregada de la vida egipcia, los descendientes de Israel podrían crecer allí como una gran nación distintiva. Egipto se convirtió en algo parecido al vientre materno para Israel como nación, donde pasó de ser algo pequeño a tener tamaño completo.
Dios también prometió: yo también te haré volver. La principal razón por la que Jacob no debía temer el viaje a Egipto era que Dios le aseguraba su regreso a la Tierra Prometida. Esta promesa se cumpliría hasta después de su muerte, pero se cumpliría: Egipto nunca sería el hogar permanente de Israel ni de sus hijos.
Podemos aprender de esto: conéctate con lo que Dios ha hecho en el pasado, especialmente en la cruz de Jesús, y recibe la seguridad que Él ofrece para el presente y el futuro. No necesitas una visión especial de noche, solo acepta lo que Dios ya ha hecho.
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