Y le acompañaron hasta Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y Trófimo. Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas (Hechos 20:4-5).

Es una de esas pequeñas secciones de la Biblia que a veces evitamos, o incluso pasamos por alto –otra lista de nombres, la mayoría de ellos difíciles de pronunciar. Sin embargo, creemos que cada línea de la palabra de Dios es un regalo de Él, y que hay un tesoro en cada página si lo buscamos.

Aristarco y Segundo

Quizás tengamos una pepita de oro en los nombres de los dos hombres de Tesalónica que acompañaban a Pablo. Se llamaban Aristarco y Segundo. Estaban entre este grupo más grande que viajaba con Pablo a Jerusalén. Pablo había recaudado una generosa ofrenda de estas iglesias, en su mayoría gentiles, y se alegraba de llevarla a los cristianos necesitados de Jerusalén y Judea. Este era un gesto maravilloso de verdadera unidad: cristianos procedentes del oeste, en su mayoría gentiles, amando y cuidando a los cristianos procedentes del este, en su mayoría judíos. Este equipo esperaba la llegada de Pablo y Lucas para continuar su viaje hacia Jerusalén.

Los nombres de estos compañeros de viaje de Pablo cuentan una pequeña historia; no se trata de algo que se desprenda del texto, sino simplemente de una inferencia lógica de sus nombres. Aristarco y Segundo venían ambos de Tesalónica, pero probablemente eran dos tipos de hombres muy diferentes.

El nombre de Aristarco estaba relacionado con la aristocracia, la clase dirigente. Es probable que procediera de una familia rica y poderosa –es justo el tipo de nombre que se daría a un noble. Podemos suponer que era un hombre de alto estatus.

Segundo era un nombre común para un esclavo. Significaba literalmente “el segundo”. A menudo no se llamaba a los esclavos por su verdadero nombre: el esclavo de mayor rango en una casa solía ser llamado Primo y el esclavo que le seguía en rango a menudo era llamado Segundo.

Así que ahí estaban: Aristarco y Segundo, uno probablemente un noble y el otro probablemente un esclavo. Sin embargo, hombro a hombro servían al Señor y al Apóstol Pablo. Este verdadero compañerismo entre nobles y esclavos era un escándalo para muchos en el mundo romano; les costaba creer que se sentaban juntos y servían juntos en la iglesia. Sin embargo, lo hacían, porque cada uno pensaba que lo que eran en Jesucristo era más importante que lo que en este mundo se pensaba que eran.

Se ha dicho acertadamente que el suelo está nivelado al pie de la cruz de Jesús. No hay nadie de tan alta posición de vida que no necesite a Jesús. No hay nadie de una posición de vida tan baja que Jesús no pueda levantarlo. Todos –tanto los altos como los bajos– deben humillarse y venir a Jesús por la misma puerta de la fe. No importa si eres un Aristarco o un Segundo –Jesús es tu único camino y Él es el mismo camino para todos.