El poder de la palabra de Dios

La traducción al español del Devocional semanal de David
Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová. (2 Reyes 21:16)
Manasés fue uno de los peores reyes en la Biblia, y su reinado malvado aseguró el juicio sobre el pueblo de Dios. Aquí en 2 Reyes 21:16 leemos sobre uno de sus peores pecados: él persiguió al pueblo piadoso de Judá.
La descripción, derramó Manasés mucha sangre inocente, pone a Manasés en la misma familia espiritual que Acab, rey de Israel. Bajo ambos reyes, el pueblo de Dios fue perseguido por la falsa religión de la idolatría patrocinada por el estado. El alcance fue tan grande que podría decirse metafóricamente que había llenado a Jerusalén de extremo a extremo con la sangre de sus víctimas.
Vemos la progresión trágica del pecado de Manasés.
Primero, la idolatría es tolerada entre el pueblo de Dios. 2 Reyes 21 nos dice que al pueblo de Dios no le importaba la maldad de Manasés y que fueron provocados por él.
Luego, la idolatría es promovida. Manasés hizo esto al permitir altares prohibidos y lugares de adoración a ídolos de la gente.
Entonces, la idolatría es apoyada y financiada. Manasés pagó por los altares prohibidos e incluso honró a los dioses paganos en el templo del Señor.
Después, la adoración del Dios verdadero es socavada. Cuando los líderes de una cultura rechazan y reemplazan la adoración del Dios verdadero, la mayoría de las personas siguen su ejemplo. La fidelidad al Señor se vuelve impopular.
Luego, los adoradores del Dios verdadero son perseguidos y asesinados. Su piedad y fidelidad son ofensivas para aquellos que han rechazado a Dios. Muchos en la cultura encuentran que incluso la presencia de personas piadosas es insoportable.
Finalmente, el juicio de Dios viene pronto. Dios responde desde el cielo, guardando celosamente su gloria y vengando la sangre de su pueblo martirizado. Todo lo malvado que hizo Manasés, lo hizo ante los ojos de Jehová. Dios lo vio todo y no lo olvidaría.
Es verdad: Manasés hizo mucho malo ante los ojos de Jehová. Por tradición, uno de los males cometidos por Manasés fue el asesinato del profeta Isaías. Mucha gente piensa que Hebreos 11:37 (fueron aserrados) es una referencia al martirio de Isaías.
Leer acerca de lo malo que fue en los días de Manasés nos hace pensar en nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo que enfrentan una terrible persecución. Parece que no pasa una semana sin leer de creyentes asesinados solo por ser cristianos. En el mundo occidental, estamos agradecidos de no tener que enfrentar lo mismo, pero reconocemos que podría suceder.
Hoy, recuerda de orar por nuestros hermanos y hermanas perseguidos en todo el mundo. Recuerda que cualquier mal que se haga al pueblo de Dios se hace ante los ojos de Jehová, no escapa de Su vista.
Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habrá al menos paz y seguridad en mis días. Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y durmió Ezequías con sus padres, y reinó en su lugar Manasés su hijo. (2 Reyes 20:19-21)
A través del profeta Isaías, Dios advirtió al rey Ezequías que el juicio venía sobre sus descendientes. Ezequías tuvo una reacción extraña, diciendo: la palabra de Jehová que has hablado es buena. Este fue un triste estado de corazón en el rey de Judá. Dios anunció el juicio venidero, y solo pudo responder con alivio de que no sucedería en su vida.
Manasés también levantó altares a Baal, e hizo una imagen de Asera (2 Reyes 21: 3). En lugar de imitar a su padre piadoso, Manasés imitó a uno de los peores reyes de Israel: Acab. Estableció el mismo tipo de idolatría patrocinada por el estado.
Peor aún, Manasés edificó altares para todo el ejército de los cielos (2 Reyes 21: 5). Trajo nuevas formas de idolatría. También corrompió la verdadera adoración de Dios en el templo cuando construyó altares en los dos atrios de la casa de Jehová (2 Reyes 21: 5). Es horrible incluso pensar en ello, pero Manasés también sacrificó a su propio hijo al dios cananeo Molec, a quien se adoraba con la quema de niños (2 Reyes 21: 6).
Manasés invitó directamente a la influencia satánica cuando también se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos (2 Reyes 21: 6). Manasés convirtió el templo en un burdel idólatra, dedicado a la diosa Asera (2 Reyes 21: 7).
Cuando sucedieron todas estas cosas terribles, ¿dónde estaba el pueblo de Dios? 2 Reyes 21: 9 dice la terrible verdad: mas ellos no escucharon; y Manasés los indujo a que hiciesen más mal. Esto describió la actitud básica de la gente de Judá durante el reinado de 55 años de Manasés. No escucharon ni pusieron atención a las generosas promesas de Dios, prometiendo protección a su pueblo obediente. Además, fueron voluntariamente inducidos por la maldad de Manasés y se sintieron atraídos por hacer más mal.
Manasés fue de hecho un rey malvado, pero quizás el mayor pecado fue de parte de la gente que aceptó esta seducción voluntariamente. 2 Crónicas 33:10 dice: Y habló Jehová a Manasés y a su pueblo, mas ellos no escucharon. Dios habló a la gente y al líder, pero ellos rechazaron su palabra.
La cultura cambió de algo que generalmente honra a Dios a algo que glorificaba la idolatría y la inmoralidad. En general, podemos decir que esto sucedió porque la gente quería que sucediera. No les importaba la dirección de su cultura.
Que Dios te ayude a ser sal y luz donde sea que te haya puesto. Con el amor y la gracia de Jesucristo, necesitamos preservar como lo hace la sal y brillar como lo hace la luz. Que nunca se diga de nosotros: “ellos no escucharon”.
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Entonces Ezequías dijo a Isaías: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Después dijo: Habrá al menos paz y seguridad en mis días. Los demás hechos de Ezequías, y todo su poderío, y cómo hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Judá? Y durmió Ezequías con sus padres, y reinó en su lugar Manasés su hijo. (2 Reyes 20:19-21)
A través del profeta Isaías, Dios le advirtió al rey Ezequías que vendría el juicio sobre sus descendientes. Ezequías reaccionó un poco raro, diciendo: La palabra de Jehová que has hablado, es buena. Este fue un triste estado de animo del rey de Judá. Dios anunció el juicio venidero, y todo lo que pudo hacer es responder con alivio de que no sucedería en su vida.
Por esto, Ezequías demostró ser casi exactamente lo contrario de una persona “centrada en los demás”. Era casi totalmente egocéntrico. Lo único que le importaba era su propia comodidad personal y éxito. A Ezequías no le importaba si sus pecados ayudaban a traer juicio a sus descendientes, siempre y cuando él fuera librado.
Sin embargo, estos versículos también nos hablan de algo bueno que hizo Ezequías: hizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad de Jerusalén. Esta fue una hazaña de ingeniería increíble. Ezequías dirigió la construcción de un acueducto para llevar agua fresca dentro de las murallas de la ciudad, incluso cuando un ejército la rodeaba. Medía más de 643 metros de largo a través de roca sólida, comenzando en cada extremo y juntándose en el medio. Todavía se puede ver el día de hoy, y desemboca en el estanque de Siloé. Si nunca has caminado por el túnel de Ezequías, es muy divertido, solo recuerda que caminarás por el agua que todavía fluye en el túnel y está muy oscuro.
Al final de todo, durmió Ezequías con sus padres. No hay duda de que Ezequías comenzó como un rey piadoso, y en general su reinado fue de una extraordinaria piedad (2 Reyes 18: 3-7). Sin embargo, su comienzo fue mucho mejor que su final; Ezequías no terminó bien. Dios le dio a Ezequías el regalo de 15 años más de vida, pero los años adicionales no lo hicieron en un hombre mejor o más piadoso.
El tiempo o la edad no necesariamente nos hacen mejorar. Tenga en cuenta que el tiempo no hace más que pasar, hora por hora y día a día.
A veces decimos: “El tiempo dirá”, “El tiempo sanará” o “El tiempo sacará el potencial en mí”. Pero el tiempo no hará ninguna de estas cosas. El tiempo solo vendrá y se irá. Lo único que importa es cómo usamos el tiempo. Ezequías no hizo buen uso del tiempo extra que el Señor le dio. Dios ayudándonos, en Jesús podemos tomar mejores decisiones y terminar fuertes en nuestros últimos años.
En aquel tiempo Merodac-baladán hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió mensajeros con cartas y presentes a Ezequías, porque había oído que Ezequías había caído enfermo. Y Ezequías los oyó, y les mostró toda la casa de sus tesoros, plata, oro, y especias, y ungüentos preciosos, y la casa de sus armas, y todo lo que había en sus tesoros; ninguna cosa quedó que Ezequías no les mostrase, así en su casa como en todos sus dominios. (2 Reyes 20:12-13)
Dios fue tan bueno con el rey Ezequías que le dio 15 años más de vida. Pero dependía de Ezequías si esos años se vivirían con sabiduría y para la gloria de Dios. Este fue un desafío que Ezequías no cumplió muy bien.
Después de su recuperación, el rey de Babilonia envió mensajeros con cartas y presentes a Ezequías, porque había oído que Ezequías había caído enfermo. Aparentemente este era un gesto amable del rey de Babilonia al mostrar preocupación por Ezequías como compañero de realeza.
Ezequías se contentó con estos presentes. Podemos imaginar que esto fue halagador para el rey Ezequías. Después de todo, Judá era una nación humilde con poco poder, y Babilonia era una superpotencia menor. Recibir atención y reconocimiento del rey de Babilonia debe haber hecho que Ezequías realmente sintiera que era importante.
Entonces, Ezequías les mostró toda la casa de sus tesoros. Ezequías probablemente quería complacer a estos mensajeros de Babilonia y quería mostrarles que deberían estar impresionados. Por eso, hizo todo lo posible para impresionarlos, y les mostró las mejores riquezas de la casa real, y les mostró todo (ninguna cosa quedó que Ezequías no les mostrase, así en su casa como en todos sus dominios).
Como lo demostrará la venida reprimenda de Isaías, esto no fue más que una tontería orgullosa por parte de Ezequías. Estaba en el lugar peligroso de querer complacer e impresionar a los hombres, especialmente a hombres impíos.
Ezequías enfrentó, y fracasó bajo, una tentación común para muchos, especialmente aquellos en el ministerio: la tentación del éxito. Muchos hombres que se mantienen fuertes contra las tentaciones del fracaso y la debilidad fracasan bajo las tentaciones del éxito y la fuerza.
Podríamos decir que el éxito llevó a Ezequías a pecar al menos de cinco formas:
Cuando Dios te dé éxito, sé agradecido, pero también ten cuidado. Cuidado con la trampa del éxito.
Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará, y que subiré a la casa de Jehová al tercer día? Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás. (2 Reyes 20:8-11)
2 Reyes 20 comienza con Ezequías, rey de Judá, enfermo de una enfermedad grave. Entonces el profeta Isaías le trajo un anuncio sorprendente: Dios le dijo al rey Ezequías que pronto moriría, y que necesitaba poner su casa en orden. Ezequías oró, rogándole a Dios que le perdonara la vida.
Dios le respondió a Ezequías y le dijo que tendría quince años más de vida. Sin embargo, por alguna razón, el rey quería más que una palabra del profeta. Pidió una señal milagrosa: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará?
Dios mostró aún más misericordia a Ezequías. Dios no estaba obligado a dar esta señal. De hecho, Dios habría sido justificado al decir: “Lo dije y tú lo crees. ¿Cómo te atreves a no tomar Mi palabra como verdadera?” Pero con amor verdadero, Dios le dio a Ezequías más de lo que necesitaba o merecía.
A nosotros, Dios nos muestra la misma misericordia. Debería ser suficiente que Dios simplemente nos diga: “Te amo”. Pero Dios hizo mucho para demostrarnos su amor (Juan 3:16, Romanos 5: 8).
Curiosamente, Dios prometió hacer algo completamente milagroso para la señal para confirmar. Prometió hacer que la sombra del reloj de sol se moviera hacia atrás en lugar de hacia adelante. Este signo era perfecto para Ezequías.
Al hacer que la sombra del reloj de sol se moviera hacia atrás, daba más tiempo en un día, tal como Dios le dio más tiempo a Ezequías. No sabemos cómo hizo Dios este milagro, pero lo hizo. Al igual que un relojero puede hacer retroceder las manecillas de un reloj que hace, así Dios devolvió el tiempo, o la apariencia del tiempo, para Ezequías. Tenía 15 años más.
No importa cómo sucedió el milagro, 2 Crónicas 32:25 nos dice que Ezequías no respondió correctamente a este bien de curación: Mas Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se enalteció su corazón, y vino la ira contra él, y contra Judá y Jerusalén.
¿Te ha dado Dios más tiempo? No te sientas orgulloso; Sé humilde y honra a Dios. ¡Dios nos ha mostrado tanto favor en Jesucristo! Que siempre respondamos a los regalos de Dios con humildad, y nunca con un corazón enorgullecido.
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. (1 Corintios 15:20-23)
En 1 Corintios 15, Pablo explicó la verdad de la resurrección, comenzando con Jesús. Luego explicó cómo la resurrección de Jesús se conecta directamente con nosotros: que Jesús se ha convertido en las primicias de los que durmieron.
Primicias traduce la antigua palabra griega aparche. En relación con el Antiguo Testamento, esta palabra se usó para la ofrenda de sacrificio de las primicias. En la vida diaria también se usaba para una tarifa de entrada.
Jesús fue primicias de nuestra resurrección en ambos sentidos. En el Antiguo Testamento, la ofrenda de primicias trajo un manojo de grano para representar y anticipar la cosecha completa (Levítico 23: 9-14). La resurrección de Jesús representa nuestra resurrección, porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección (Romanos 6: 5). La resurrección de Jesús anticipa nuestra resurrección, porque seremos resucitados con un cuerpo como el suyo.
La resurrección de Jesús también es primicias de nuestra resurrección en el sentido de que Él es nuestra “tarifa de entrada” a la resurrección. ¡Jesús pagó nuestra admisión a la resurrección!
Pablo continuó: “Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos”. La idea es que Adán (por un hombre) es una “cabeza” de la raza humana, y toda la humanidad fue llevada a la muerte por Adán. El segundo Adán, Jesucristo (por un hombre) es la otra cabeza de la raza humana, y Jesús trae la resurrección a todos los que están “bajo” su liderazgo.
Todo sucede, “cada uno en su debido orden”. Sería extraño e inapropiado para nosotros recibir la resurrección antes que Jesús. Entonces, Él recibe la resurrección primero como las primicias, y luego nosotros la recibimos “luego. . . en su venida”.
Jesús es primicias de nuestra resurrección; Sin embargo, no fue el primero de resucitar de entre los muertos. Leemos acerca del hijo de la viuda en los días de Elías (1 Reyes 17: 17-24) y Lázaro (Juan 11: 38-44) y Eutico (Hechos 20: 7-12), entre otros. Cada uno de estos fue resucitado de la muerte, pero no como Jesús resucitó. Cada uno de ellos fue resucitado en el mismo cuerpo en el que murieron y eventualmente murieron de nuevo.
La resurrección no es solo vivir de nuevo; es vivir de nuevo en un nuevo cuerpo. El nuevo cuerpo se basa en nuestro antiguo cuerpo, pero es perfectamente adecuado para la vida en la eternidad. Jesús no fue el primero que regresó de entre los muertos, pero fue el primero en resucitar.
Cuando confiamos en Jesús, su resurrección se convierte en la promesa de la nuestra.
Haz clic aquí para el comentario de David sobre 1 Corintios 15
“Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte.
Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová.
Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo”. (2 Reyes 19:32-34)
Después de todas las amenazas del enemigo y las oraciones al Señor, Dios finalmente respondió al rey Ezequías. A través del profeta Isaías, Dios le aseguró al rey: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella… Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla. Con esta palabra, Dios claramente puso limites. Aunque la máquina militar asiria estaba lista para comenzar un asedio contra Jerusalén y derrotarlos, no lo hicieron. El rey de Asiria no vendría a esta ciudad porque Dios prometió defenderla.
Es difícil para la gente moderna comprender el horror de un antiguo asedio, cuando una ciudad estaba rodeada por un ejército hostil y atrapada en un hambre lenta y sufriente. El rey Ezequías y el pueblo de Jerusalén vivían bajo la sombra de esta amenaza, pero la promesa de Dios a través de Isaías les aseguró que Senaquerib y el ejército asirio no solo dejarían de capturar la ciudad sino que ni siquiera dispararían una saeta o levantarían un baluarte contra Jerusalén. Dios prometió que ni siquiera comenzarían un asedio.
¿Por qué? ¿Por qué Dios defendería a Jerusalén de una manera tan asombrosa? Dios dijo que lo haría por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. Dios defendería su propia gloria. A menudo, innecesariamente pensamos que debemos defender la gloria del Señor. Pero no es el caso. Dios es más que capaz de defender su propia gloria.
Sin embargo, note que Dios también lo hizo por amor a David mi siervo. El rey David había muerto casi 300 años antes de esto, pero Dios aún cumplió su promesa a David (2 Samuel 7: 10-17). Dios defendió a Jerusalén, no por el bien de la ciudad -Jerusalén merecía juicio!- sino lo hizo por amor a mí mismo y por amor a David mi siervo.
Este principio se aplica a todos los que han puesto su fe en Cristo Jesús. De la misma manera, Dios el Padre nos defiende y nos bendice, no por amor a nosotros –merecemos su juicio- sino que lo hace por amor a sí mismo y por amor a Jesús. No tenemos que venir a Dios sobre la base de lo que hemos ganado o lo que merecemos. En cambio, en Jesucristo, venimos a Dios sobre la base de quién es Jesús y lo que ha hecho.
El Padre salvará y rescatará al creyente, por amor a sí mismo y por amor a Jesucristo, el Hijo de David.
Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Lo que me pediste acerca de Senaquerib rey de Asiria, he oído. Esta es la palabra que Jehová ha pronunciado acerca de él:
La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece;
detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén. (2 Reyes 19:20-21)
Un poderoso ejército rodeaba Jerusalén, y el Reino de Judá estaba a un pequeño paso de la derrota total. El enemigo de Israel, el general del ejército asirio ha hablado, hablando en contra de Dios y su pueblo. El rey de Israel -Ezequías- ha hablado, derramando su corazón a Dios en oración.
Ahora, era hora de que Dios hablara. El SEÑOR pronunció estas palabras a través del profeta Isaías, comenzando con estas palabras importantes: Lo que me pediste. Dios tuvo una respuesta gloriosa a la oración de Ezequías, pero Dios dijo que la respuesta vino porque me pediste.
Entonces, imagina por un momento: ¿Que tal si Ezequías no hubiera orado? Podemos suponer que no le hubiera venido una respuesta, y que Jerusalén hubiera sido conquistada. Piénsalo: el curso de la historia cambió porque Dios contestó las oraciones de un hombre. La oración de Ezequías realmente importó.
Por favor entiende: tus oraciones importan. No te puedo decir exactamente cómo nuestras oraciones y el plan de Dios se unen. Hay un misterio definido y glorioso trabajando ahí. Lo que sí te puedo decir es esto: la oración es mucho más que un auto-mejoramiento. Es cierto que la oración me hace una persona mejor, pero también mueve la mano de Dios.
La oración nunca hará que Dios haga algo en contra de su voluntad o propósito, pero hay cosas dentro del plan y propósito de Dios que Él retiene deliberadamente hasta que Su pueblo comience a orar.
Debemos preguntar: ¿Cuántas bendiciones, cuántas victorias, cuántas almas salvadas para la gloria de Jesús siguen en el cielo sin reclamar hasta que el SEÑOR nos pueda decir a cada uno de nosotros: “Lo que me pediste”?
La liberación sería tan completa y maravillosa para Jerusalén que Dios dijo a los asirios: La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece. La idea era que los asirios habían venido a conquistar la hija de Sion, la ciudad de Jerusalén, pero Dios no lo permitiría.
En lugar de ser una víctima asustada de los asirios, el pueblo de Jerusalén despreciaría a los poderosos asirios y terminaría riéndose de ellos. Dios le daría a Judá y Jerusalén una victoria tan completa que el pueblo de Dios movería su cabeza detrás de los asirios. Todo esto pasó porque Dios contestó las oraciones de un hombre.
Nadie puede decir por qué algunas oraciones parecen ser contestadas pronto y por qué otras tardan mucho tiempo. Sin embargo, sabemos esto: Dios quiere que sepamos que nuestras oraciones son importantes, y que Él hará grandes cosas porque tu me pediste.
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