A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. (Mateo 10:32-33)

En esta sección del evangelio de Mateo, Jesús describe los desafíos que enfrentan quienes deciden ser sus discípulos. Seguirlo tiene un costo, y los que le siguen deben estar preparados para sufrir persecución (Mateo 10:16-31).

Debes confesar

Jesús no era como muchos vendedores; nunca disimuló el costo de seguir a un Salvador rechazado y crucificado. No buscaba seguidores que pasaran por alto el precio del discipulado.

Al mismo tiempo, Jesús quería que todos supieran que también hay un precio por rechazarlo, y una gran recompensa para quienes le son fieles. Lo dijo así, comenzando con la recompensa: “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Ser discípulo de Jesucristo implica confesarlo públicamente, delante de los hombres. Si no expresamos abiertamente nuestra lealtad a Él, no podemos esperar que Él declare públicamente su lealtad hacia nosotros.

Cada persona que Jesús llamó, la llamó públicamente. No existe tal cosa como un “cristiano secreto”, al menos no de forma permanente. Toda vida cristiana debería ofrecer evidencia suficiente —visible ante el mundo— de que esa persona le pertenece verdaderamente a Cristo.

Si muchos cristianos de hoy fueran arrestados por seguir a Jesús y llevados a juicio, probablemente se desestimarían los cargos por falta de pruebas. Si alguien preguntara a sus vecinos: “¿Es cristiano?”, tal vez responderían: “No tengo idea”. Si se les preguntara a sus amigos, compañeros de trabajo o incluso a sus propios familiares: “¿Es esta persona un verdadero discípulo de Jesucristo?”, podrían decir: “Hasta donde sé, no lo parece”. Eso es fracasar en confesar a Jesús delante de los hombres.

Sin embargo, también hay una dimensión negativa en lo que Jesús dijo. Si lo negamos delante de los hombres, Él seguramente nos negará delante de su Padre que está en los cielos.

En cierto sentido, la manera en que trates a Jesús ahora será la manera en que Él te tratará en el juicio eterno. Si hoy Cristo es precioso y amado para ti, Él también te considerará precioso y amado en el día final. Pero si lo niegas hoy, Él también te negará entonces. Spurgeon lo expresó así: “Si Él es todo para ti, tú serás todo para Él”.

No debemos pasar por alto que Jesús, al decir esto, declara que el destino eterno de una persona depende de su respuesta ante Él. Esto confirma que Él sabía que era más que un mensajero de Dios, más que un profeta. Él era —y sigue siendo— el Dios hecho hombre, Dios el Hijo y el Hijo de Dios.

Querido lector, no ignores la urgencia de estas palabras. Debes confesar a Jesús, reconociendo que Él es verdaderamente todo lo que la Biblia afirma que es y que hizo todo lo que ella dice que hizo para rescatarnos. De esta confesión depende nuestra eternidad.

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