Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar. (Efesios 6:19-20).

Al final de la gran carta de Pablo a la extensa comunidad cristiana de Éfeso, les pide que oren por él. Después de decirles que se vistieran de toda la armadura de Dios y que oraran en todo tiempo (Efesios 6:10-18), Pablo les pide específicamente oración por él. Su petición era personal, pedía que oraran para que Dios le diera palabra para predicar, y para hacerlo con denuedo. Esto significa que también podemos luchar en el espíritu por los demás, no sólo por nosotros mismos. Si los efesios podían hacerlo por Pablo, entonces nosotros podemos y debemos hacerlo por otros.

El embajador en cadenas

La idea que subyace al uso de “palabra” es hablar con claridad. Además de poder hacerlo con denuedo, Pablo pide oraciones para poder proclamar el Evangelio con claridad y sin miedo. Es fácil descuidar una cosa o la otra. Los predicadores hoy en día necesitan más claridad en su predicación; es fácil perderse en pequeños detalles, cuestiones secundarias y especulaciones. La predicación clara es un don tanto para la iglesia como para el mundo, y los predicadores necesitan orar para hablar con claridad. Cuando esta claridad se combina con denuedo, suceden grandes cosas.

Cuando Pablo les pidió a sus lectores que oraran para que se le concediera la gracia de ser un predicador de la verdad de Dios claro y audaz, probablemente tenía en mente su próxima defensa ante el César. Cuando Jesús llamó y rescató a Pablo por primera vez, Dios le dijo que predicaría ante reyes (Hechos 9:15). Pronto se presentaría otra oportunidad para hacerlo, y Pablo necesitaba y deseaba el apoyo en oración de sus compañeros creyentes.

Pablo podría haber pedido otras cosas, como la liberación de su encarcelamiento u otras comodidades. Pero su corazón y su mente estaban fijos en su responsabilidad como embajador de Dios.

Reflexionemos sobre la maravillosa autodescripción de Pablo: un embajador en cadenas. Por supuesto, la palabra antigua utilizada aquí para cadenas normalmente se refería a los grilletes de un prisionero. A veces, Pablo llevaba los grilletes de hierro alrededor de sus muñecas y cargaba con la cadena que lo retenía en la prisión.

Pero esa palabra antigua que traducimos como cadenas también podía usarse para el ornamento de oro que llevaban alrededor del cuello y las muñecas los ricos y poderosos. En ocasiones especiales, los embajadores llevaban esas cadenas para mostrar la riqueza, el poder y la dignidad del gobierno al que representaban.

¿A qué sentido se refería Pablo cuando se llamaba a sí mismo embajador en cadenas? Creo que lo decía en ambos sentidos. Pablo veía las cadenas de prisionero y las consideraba el ornamento glorioso de un embajador de Jesucristo.

En Jesucristo, lo que el mundo utiliza con la intención de avergonzar y encadenar al creyente puede transformarse en algo glorioso. Fue verdad para Pablo; puede ser verdad para ti hoy. Reconoce las cadenas, pero no te centres en ellas: tu verdadera identidad es ser embajador de Dios.

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