¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? (Romanos 2:4).

En esta sección de su carta a los cristianos de Roma, Pablo escribe como si se dirigiera a aquellos que llevan una vida moral en general, pero que no consideran que necesitan la salvación que sólo Dios puede dar. Ellos piensan que porque son mejores moralmente que muchas personas, pueden ser lo suficientemente buenos como para ganar una posición correcta con Dios.

Pablo señala que esa persona generalmente moral da por sentadas la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios, las cuales deberían guiar al moralista a un arrepentimiento humilde en lugar de a una actitud de superioridad.

El menosprecio de las grandes riquezas

La benignidad puede ser considerada como la bondad de Dios hacia nosotros con respecto a nuestro pecado pasado. Él ha sido bueno con nosotros porque no nos ha juzgado aún a pesar de que lo merecemos.

La paciencia puede ser considerada como la bondad de Dios para con nosotros con respecto a nuestro pecado presente. Este mismo día -de hecho, esta misma hora- nos hemos quedado cortos de la gloria de Dios, pero Él refrena su juicio contra nosotros.

La longanimidad puede ser considerada como la bondad de Dios hacia nosotros con respecto a nuestro pecado futuro. Él sabe que pecaremos mañana y al día siguiente, pero refrena su juicio contra nosotros.

Teniendo en cuenta todo esto, no es de sorprenderse que Pablo describa estos tres aspectos de la bondad de Dios hacia nosotros como las riquezas de Dios. Extrañamente, estas riquezas de la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios son menospreciadas por muchas personas.

A veces las personas piensan en ellas como ejemplos de debilidad en Dios. Dicen cosas como “Si hay un Dios en el cielo, que me fulmine”. Cuando no sucede, dicen: “Ves, te dije que no había Dios”. Los hombres confunden la paciencia y la longanimidad de Dios con su aprobación y se niegan a arrepentirse.

Al saber cuán grande es la bondad de Dios, es un gran pecado arrogarse la gracia de Dios; es muy fácil que lleguemos a creer que la merecemos.

El propósito de Dios con toda esta benignidad es llevarnos al arrepentimiento. Los hombres y mujeres sabios ven las riquezas de la paciencia y la longanimidad de Dios y comprenden que:

– Dios los ha tratado mejor de lo que merecen.
– Dios les ha mostrado bondad cuando ellos lo han ignorado.
– Dios les ha mostrado bondad cuando ellos se han burlado de Él.
– Dios no es un amo cruel y pueden entregarse a Él sin temor.
– Dios está perfectamente dispuesto a perdonarlos.
– Hay que servir a Dios por simple gratitud.

Todo esto debería guiarnos a la fe y al arrepentimiento, en lugar de suponer que Dios retendrá por siempre su juicio.

¿Estás esperando que Dios te lleve al arrepentimiento? Él no obra así; Dios te guía al arrepentimiento. No menosprecies las riquezas de su bondad para contigo. En cambio, considera cada nuevo día como un generoso regalo de Dios, que da a la humanidad más tiempo para arrepentirse de su pecado y confiar en Él como Creador y Redentor.