Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado… A César apelo (Hechos 25:10-11).

Era una situación complicada.

Pablo se encontraba bajo custodia romana en la ciudad costera de Cesarea, a la espera de un juicio por un delito que no había cometido, que se basaba en acusaciones falsas de personas que odiaban a Pablo y al evangelio de Jesús que predicaba.

La primera vez que Pablo fue puesto bajo custodia, el gobernador romano era Félix, quien eventualmente fue reemplazado por Festo. Félix no tuvo inconveniente en retrasar el proceso, con la esperanza de recibir sobornos. Cuando llegó Festo, él quiso llevar a cabo un juicio y resolver el asunto de Pablo.

Hacer valer nuestros derechos

Cuando llegó el momento del juicio, Pablo se enfrentó a adversarios poderosos y corruptos. Ellos querían tener el juicio en Jerusalén en lugar de Cesarea, pues sabían que había un complot secreto para asesinar a Pablo en el camino a Jerusalén.

Hechos 25 no aclara si Pablo sabía de este complot contra su vida. Ya sea que lo supiera o no, Dios guio a Pablo a apelar a su derecho como ciudadano romano de ser juzgado por el César en Roma. Cuando Pablo dijo: “Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado… A César apelo” quizás lo hizo por un conocimiento sobrenatural, o quizás por sentido común y deducción dados por Dios. De una forma u otra, Pablo exigió ser juzgado ante el César.

Acertada y sabiamente, Pablo quería evitar el martirio de ser posible. No tenía miedo de enfrentarse a los leones, pero no quería meter su cabeza en la boca de un león si podía evitarlo.

Todo ciudadano romano tenía derecho a que su caso fuera escuchado por el propio César, después de que los juicios y las apelaciones iniciales no llegaran a una decisión satisfactoria. Esto era, en efecto, una apelación al tribunal supremo del Imperio Romano.

La apelación de Pablo tenía sentido. Estaba convencido de que las pruebas estaban de su lado y que podía ganar en un juicio justo. Pablo apeló específicamente al César Nerón, que posteriormente fue un notorio enemigo de los cristianos. Pero los primeros cinco años de su reinado, bajo la influencia de hombres buenos que lo rodeaban, Nerón era considerado un gobernante sabio y justo. Pablo no tenía ninguna razón en ese momento para creer que Nerón sería anticristiano.

Me parece fascinante el hecho de que hubo momentos en los que Pablo se negó a apelar a sus derechos. En Filipos, Pablo pudo haber declarado su ciudadanía romana mucho antes y haberse ahorrado mucho sufrimiento (Hechos 16:19-24). Pablo tenía derecho a ser mantenido por las iglesias a las que servía, pero a menudo renunció a ese derecho (1 Corintios 9:3-7).

Sin embargo, hubo momentos en los que Pablo hizo valer sus derechos, como aquí y en Hechos 22:25-26.

Debemos estar agradecidos por los derechos que Dios nos ha dado, y aún más agradecidos si nuestro gobierno reconoce algunos de esos derechos. También debemos orar por discernimiento guiado por el Espíritu para saber cuándo debemos hacer valer nuestros derechos y cuándo debemos renunciar a ellos.