¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?  ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? (1 Corintios 6:2–3).

Pablo tuvo que confrontar directamente a los cristianos de Corinto porque algunos de ellos interpusieron demandas entre sí y se habían llevado a los tribunales por asuntos que deberían haber podido resolver entre ellos. Esto mostraba inmadurez y egoísmo entre los cristianos, lo que los convertía en un mal testimonio para sus vecinos paganos.

Juzgar a los ángeles

Al explicar lo mal que estaban al actuar así, Pablo señaló que los cristianos eran -o deberían ser- plenamente capaces de juzgar estos asuntos por sí mismos. Después de todo, señaló Pablo, los santos han de juzgar al mundo. Los creyentes incluso juzgarán a los ángeles. Los cristianos deberían ser plenamente capaces de juzgar sus propios asuntos debido a nuestro destino. Al reinar con Jesucristo, juzgaremos (en un sentido u otro) al mundo, e incluso juzgaremos a los ángeles.

La idea de que los cristianos juzgarán a los ángeles es fascinante. No significa que nos sentaremos a juzgar a los ángeles fieles, como si pudiéramos penalizarlos por defraudarnos o por no estar a nuestro lado en un momento crítico. Sin embargo, tendremos una parte en el juicio de los ángeles malos. No podemos decir exactamente cuándo ni cómo ocurrirá esto, pero sí les recuerda a los creyentes su glorioso futuro.

El destino de los hombres y mujeres redimidos -llegar un día a tener mayor rango que los ángeles e incluso sentarse a juzgarlos- debe molestar mucho a cierto ser angélico superior. Él no quería servir a una criatura inferior en la era presente y no quería que esa criatura inferior fuera elevada más alto que él en la era venidera. Así pues, este ángel de alto rango se rebeló contra Dios, y sigue decidido a evitar que la mayor parte posible de la humanidad se siente a juzgarlo. Podemos imaginar el placer perverso y orgulloso que Satanás siente por cada alma que va al infierno: “¡Ellos no se sentarán a juzgarme!”.

Saber esto nos lleva a unas cuantas aplicaciones prácticas. En primer lugar, los cristianos deben tomar en serio la importancia de resolver los problemas entre ellos, sin llevar las cosas a los tribunales seculares. Por supuesto, esto no se refiere a asuntos criminales, pero las disputas entre creyentes deben mantenerse fuera de los tribunales. Hay sabiduría entre el pueblo de Dios para decidir tales cosas.

En segundo lugar, toma en serio el asombroso destino que Dios ha designado para su pueblo. Los hombres y mujeres redimidos serán tan glorificados en la era venidera que juzgarán a los ángeles. Esta es una de las maneras en que, en Jesús, Dios da a su pueblo más de lo que perdieron en la caída de Adán: elevándolos en cierto sentido por encima de los seres angelicales. La salvación de Dios es grande en cuanto al lugar de donde eleva a Su pueblo, y al lugar a donde lo eleva. El día de hoy, deja que tu corazón descanse en esto.