Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción? (1 Corintios 5:2).

Había muchos problemas entre los cristianos de Corinto. Algunos de los problemas eran “de mentalidad”, en el sentido de ser problemas de pensamiento erróneo. Muchos de los corintios tenían ideas equivocadas sobre el poder, la obra y los siervos de Dios. Pero los corintios no sólo tenían problemas en su forma de pensar; también tenían problemas con lo que hacían. Tenían problemas tanto “de mentalidad” como “de moralidad”. En cierto sentido, los dos estaban conectados. Sus problemas morales se debían a que no pensaban correctamente sobre Dios y su mundo.

Cuando lamentarse es mejor

En 1 Corintios 5, el problema era la inmoralidad sexual. El versículo 1 explica que alguien que se contaba entre los cristianos de Corinto vivía abiertamente en una relación sexual continua (como casados o viviendo juntos) con su madrastra. La mujer involucrada no era creyente ya que Pablo no se dirige a ella.

Pablo dijo que el hombre debía ser quitado de en medio de la Iglesia, esto era parte de la respuesta de Dios al problema: quitar a este hombre notoriamente impenitente de la protección de la comunión del pueblo de Dios. Sin embargo, los cristianos de Corinto no lo hicieron. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Cómo podían permitir este tipo de cosas?

Lo permitieron porque estaban influenciados por la cultura que los rodeaba. Recordemos que Corinto era una ciudad notoria por su inmoralidad sexual, y las religiones paganas no valoraban la pureza sexual. No era difícil para un corintio pensar que se podía ser religioso y aun así actuar como a uno le diera la gana cuando se trataba de sexo. La cultura griega decía sin rodeos: “A las amantes las mantenemos para el placer, a las concubinas para el cuidado diario del cuerpo, pero a las esposas para que nos den hijos legítimos”.

Lo permitían porque no conocían o no aplicaban las Escrituras, como Levítico 18:8, que prohíbe a un hombre tener relaciones sexuales con su madrastra.

Más que nada, lo permitían en nombre de la “tolerancia”. Los cristianos corintios se decían a sí mismos: “Mira qué amorosos somos. Aceptamos a este hermano tal como es. Mira qué abiertos de mente somos”.

Los cristianos corintios estaban orgullosos (envanecidos) por su aceptación de este hombre; pensaban que eso decía algo bueno de ellos. En vez de gloriarse, deberían haberse entristecido, tanto por el hombre como por lo que Dios quería que hicieran con él: sacarlo de la iglesia hasta que se arrepintiera.

En general, los cristianos deben ser tolerantes. En el mundo en general, debemos amar incluso a quienes son enemigos de la fe cristiana (Mateo 5:44). Sin embargo, los líderes del pueblo de Dios tienen la responsabilidad de tratar con creyentes que están en pecado abierto y se niegan a reconocerlo como pecado o a arrepentirse. En esas situaciones, es un grave error pretender que todo está bien o que la iglesia debe ser alabada por su supuesta tolerancia.

Que Dios dé a los líderes de la iglesia la sabiduría y la fortaleza para tratar correctamente con el pecado abierto entre el pueblo de Dios.