Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel (1 Corintios 4:1–2).

El apóstol Pablo tenía una relación complicada con los cristianos de Corinto. Fundó la iglesia en esa ciudad y se dedicó a ellos durante un año y medio, más tiempo del que había permanecido en la mayoría de los lugares. Sin embargo, muchos corintios tenían una mala opinión de Pablo.

Siervos y administradores

Con estas palabras cuidadosamente escogidas, Pablo les muestra a los corintios cómo tener una consideración adecuada —ni demasiado exaltada ni demasiado baja— de sí mismo y de los demás apóstoles.

Pablo les pide que tanto él como los demás apóstoles (téngannos) sean considerados por los corintios como siervos. Hay varias palabras diferentes en el lenguaje del Nuevo Testamento para describir a un siervo. Aquí, Pablo utiliza la palabra hyperetas, que describe a un siervo subordinado que trabaja como un hombre libre. No utilizó la palabra más común para siervo (doulos) que designaba a un esclavo común.

La palabra hyperetas significa literalmente “remero”, en el sentido de que alguien era remero en una gran galera. Así que, aunque no es la palabra más baja para designar a un siervo, ciertamente no era un puesto prestigioso. Es un puesto un poco más bajo que el de “remero”. Un remero en una galera simplemente hacía lo que se le pedía, y trabajaba duro. Esa es una buena imagen de cómo Pablo y otros apóstoles servían a Jesús y a su gente.

Además de siervos, Pablo pidió ser considerados administradores, que eran los encargados de una casa. En relación con el amo de la casa, los administradores eran esclavos; pero en relación con los demás esclavos, el administrador era un amo. Planificaban y gestionaban el trabajo, las finanzas, la estrategia y los registros del amo.

¿Qué “administraban” Pablo y los demás apóstoles en la casa de Dios? Entre otras cosas, eran administradores de los misterios de Dios. Ellos “administraban” (en el sentido de preservar y proteger) y “dispensaban” (en el sentido de distribuir) la verdad (misterios) de Dios. Cada vez que Pablo escuchaba críticas a su estilo o maneras, podía simplemente preguntar: “¿Les he dado la verdad?”. Como buen administrador, eso era lo que más le importaba.

Para los administradores, lo importante era la fidelidad (que cada uno sea hallado fiel). Tenían que ser administradores eficientes de los recursos del amo. Un administrador nunca era dueño de la propiedad ni de los recursos que manejaba; simplemente los administraba para su amo y tenía que administrarlos fielmente.

En la actualidad, el pueblo de Dios (especialmente los responsables de ejercer algún tipo de liderazgo) debería tener la misma actitud: “Considérennos siervos y administradores”. Como siervos, no deben pensar demasiado de sí mismos y deben trabajar duro. Como administradores, deben gestionar fielmente en nombre de su Amo.

No necesitamos más celebridades y superestrellas; necesitamos más siervos y administradores fieles. Si cumplimos fielmente esas funciones, Dios será honrado y su reino progresará.