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Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12).

Hoy en día, la creencia literal en Adán y Eva está pasada de moda. Sin embargo, si queremos estar de acuerdo con el apóstol Pablo, debemos creer en un Adán literal (Romanos 5:14). Más importante aún, si queremos estar de acuerdo con Jesús, debemos creer en un Adán literal (Mateo 19:4-6).

La caída de Adán y nuestra caída

Si creemos lo que la Biblia nos dice sobre Adán, vemos que fue creado inocente de todo pecado. Cuando Dios dijo que todo era bueno, lo dijo después de crear a Adán. Pero Adán no permaneció inocente. Cuando se rebeló contra el mandato de Dios de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, desobedeció en la única cosa que Dios le dijo que no hiciera. Todos los días somos tentados con una amplia variedad de pecados; pero Adán sólo podía pecar de una manera, y la encontró.

Cuando nos sentimos culpables por el pecado, a menudo nos proponemos no volver a cometerlo. La idea es: “He hecho algo malo, pero puedo empezar de nuevo y actuar mejor”. ¿Puedes imaginar que Adán y Eva hayan sentido lo mismo? Probablemente se hayan dicho: “Hemos hecho algo terrible. Pero no tenemos por qué volver a hacerlo. Empecemos de cero a partir de ahora y no volvamos a desobedecer a Dios”. Obviamente, si alguna vez hicieron tal promesa, fracasaron. Nosotros también.

Desafortunadamente, la historia del hombre desde el momento en que Adán pecó ha sido una cuesta abajo. Las cosas han ido de mal en peor. Encontramos formas de avanzar en tecnología y sofisticación cultural, pero todo ese progreso parece crear mejores y más sofisticadas formas de pecar. Adán y Eva debieron haberse quedado atónitos al ver que no sólo habían pecado una vez, sino que ahora también se encontraban en las garras del pecado. Como todos somos hijos de Adán o hijas de Eva, estamos atrapados en las mismas garras.

La humanidad ha logrado muchas cosas importantes. Hemos puesto hombres en la luna, así como también hemos destruido ciudades enteras con armas nucleares. No importa lo que logremos o el progreso que hagamos, simplemente no podemos dejar de pecar. Cuando Adán y Eva cayeron, desataron la segunda fuerza más poderosa que está siempre presente en el universo: el pecado y la rebelión del hombre.

Lo único más poderoso que el pecado del hombre es el amor de Dios. Romanos 5:20 nos dice que cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. No podemos dejar de pecar, pero nuestro pecado nunca será demasiado para la gracia de Dios. Nadie es rechazado delante de Dios por ser demasiado pecador; serán rechazados porque no han confiado en la persona y la obra de Jesús ni han recibido su gracia: la provisión de Dios para los pecadores como Adán y como nosotros.

¿Le crees a Jesús en este momento? ¿Le has dado las gracias por su gracia hoy?