Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia (Romanos 4:4-5).

Quizá fue Agustín quien dijo: “¿Qué es la gracia? Lo sé hasta que me lo preguntas. Cuando me lo preguntas, entonces no lo sé”. Entiendo el reto.

Qué es y qué no es la gracia

Estos versículos enseñan algo poderoso sobre la gracia: que la gracia se opone al Principio de las Obras; la gracia tiene que ver con recibir el don gratuito de Dios, las obras tienen que ver con ganarse nuestra posición ante Dios. Según un erudito griego (William Wuest), la palabra gracia hablaba de una generosidad espontánea y sincera, dada sin esperar nada a cambio, algo que uno haría por un amigo querido. El Nuevo Testamento toma este significado y añade algo poderoso, que Dios da su gracia a los que no la merecen, incluso a los enemigos.

Bajo las obras, cuando se gana el salario, lo que uno recibe no se cuenta como gracia sino como deuda. Un sistema de obras busca poner a Dios en deuda con nosotros, haciendo que Dios nos deba su favor debido a nuestro buen comportamiento. En el pensamiento centrado en las obras, Dios nos debe la salvación o la bendición debido a nuestras buenas obras.

Bajo la gracia, es diferente. La salvación y la bendición no se reciben por las obras, sino que se dan gratuitamente al que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. La justicia nunca le puede ser contada al que se acerca a Dios por el Principio de las Obras. En cambio, le es dada al que cree en aquel que justifica al impío.

Este es a quien Dios justifica: al impío. Podríamos esperar que Dios sólo justificara a una persona piadosa, pero debido a lo que Jesús hizo en la cruz, Dios puede justificar al impío. No es que Dios esté conforme con nuestra condición de impíos. No somos justificados a causa de nuestra impiedad, sino a pesar de nuestra impiedad.

Pero en Jesús, es real: la fe le es contada por justicia. Al igual que sucedió con Abraham, nuestra fe nos es contada por justicia. Esto no fue un arreglo especial sólo para Abraham. Nosotros también podemos entrar en esta relación con Dios.

Con esto entendemos que no hay dos formas de salvación: salvación por obras a través de la observancia de la ley en el Antiguo Testamento y salvación por gracia a través de la fe en el Nuevo Testamento. Todos los que han sido salvados -en el Antiguo o Nuevo Testamento- son salvados por la gracia a través de la fe, a través de su relación de un amor confiado con Dios. Debido al Nuevo Pacto tenemos beneficios de salvación que los santos del Antiguo Testamento no tenían, pero no tenemos una forma diferente de salvación.

Deja de pensar que puedes ganarte la salvación o el favor de Dios. El Principio de las Obras y el Principio de la Gracia son opuestos el uno al otro. Como sistema, las obras tienen que ver con ganar y merecer. La gracia trata de creer y recibir. Cree y recibe el favor de Dios en este día. Las razones están en Él, no en ti.