Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida (Génesis 3:24).
Dios creó a Adán primero y luego creó a Eva a partir de Adán. Les concedió dominio sobre la tierra, pero lamentablemente perdieron ese gran privilegio al sucumbir a la tentación de Satanás y comer del fruto prohibido. Después de esto, Adán y Eva se escondieron de Dios, pero Él los confrontó y pronunció una serie de maldiciones contra la serpiente (Satanás), la mujer y el hombre. Posteriormente, Dios vistió a Adán y Eva con pieles de animales sacrificados.
Después de eso, Dios expulsó a Adán y Eva del huerto de Edén. Con gran misericordia, Dios protegió a Adán y Eva del terrible destino de vivir eternamente en pecado al impedirles comer del árbol de la vida.
Dios no solo les prohibió comer del árbol de la vida, sino que también los expulsó del jardín del Edén. No estamos seguros de si Adán y Eva deseaban permanecer en el jardín. Es posible que hayan temido que, al abandonarlo, perderían el privilegio de volver a encontrarse con Dios, ya que ese lugar había sido su único punto de encuentro con Él.
Dios no simplemente pidió a Adán y Eva que abandonaran el jardín; los echó. Además, colocó una guardia en la entrada, compuesta por varios seres angelicales conocidos como querubines. Los querubines siempre se asocian con la presencia y la gloria de Dios, como se describe en pasajes como Ezequiel 10, Isaías 6 y Apocalipsis 4. Cuando los querubines son representados en la tierra, como en el tabernáculo según Éxodo 25:10-22, indican un lugar de encuentro con Dios. Aunque a Adán, Eva y sus descendientes se les prohibió comer del árbol de la vida, aún podían acudir allí para encontrarse con Dios. Este era su “lugar santísimo”. Por lo tanto, fue importante enviar querubines y una espada encendida para para guardar el camino del árbol de la vida.
Los querubines guardaban el camino para que Adán y Eva pudieran presentarse ante el Señor, quizás en la entrada del jardín o cerca del árbol de la vida. Esta es la última mención histórica del huerto del Edén en la Biblia. Podemos especular que Dios no lo destruyó, sino que lo dejó a merced de los efectos de la maldición. Podríamos suponer que, en general, se deterioró con respecto a su estado original, fusionándose con la geografía circundante.
Podemos establecer una analogía al ver a Jesús como el guardián de la puerta del Jardín de Dios. Cuando Jesús prometió al ladrón en la cruz (Lucas 23:43) que estaría con Él en el Paraíso, utilizó una palabra que significa “Jardín”. Esta es la misma palabra utilizada en la antigua Biblia griega para describir el Huerto de Edén.
Jesús es quien guía a las personas de regreso al jardín de Dios, no en la tierra, sino en el cielo (2 Corintios 12:4, Apocalipsis 2:7). Hoy en día, a través de Jesucristo, podemos acercarnos a la presencia de Dios, ya que Jesús guarda el camino.
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