Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gálatas 4:4-5).
La idea detrás de la frase el cumplimiento del tiempo es “cuando era el momento oportuno”. Jesús vino en el momento justo en el plan redentor de Dios, cuando el mundo estaba perfectamente preparado para la obra de Dios.
En el momento justo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer. Jesús vino no sólo como Hijo de Dios, sino también como nacido de mujer y nacido bajo la ley. El Hijo eterno de Dios en el cielo añadió humanidad a su deidad y se hizo hombre, nacido de mujer y nacido bajo la ley.
El gran propósito de Dios al hacer esto fue redimir a los que estaban bajo la ley. Porque Jesús es Dios, Él tiene el poder y los recursos para redimir a los que creen. Porque Jesús es hombre, Él tiene el derecho y la habilidad de redimir a su pueblo. Vino a rescatar a los creyentes del mercado de esclavos, de su esclavitud al pecado y a la muerte.
El famoso himno “Sublime Gracia” fue escrito por John Newton, un hombre que supo recordar su redención. Fue hijo único y su madre murió cuando él sólo tenía siete años. Se hizo marinero y se hizo a la mar a los once años. Al crecer, trabajó en un barco de esclavos y participó activamente en la horrible degradación e inhumanidad del comercio de esclavos. Pero en 1748, cuando tenía veintitrés años, su barco estuvo en peligro inminente de hundirse frente a la costa de Terranova, John Newton clamó a Dios por misericordia, y la encontró. Nunca olvidó lo asombroso que era que Dios le hubiera recibido, a pesar de lo malo que era. Para mantenerlo fresco en su memoria, fijó en la pared, sobre la repisa de la chimenea de su estudio, las palabras de Deuteronomio 15:15: Y te acordarás de que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te rescató. Si mantenemos fresco en nuestra mente lo que una vez fuimos, y lo que somos ahora en Jesucristo, haremos bien.
Pero la obra de Dios en favor del creyente no termina con la redención, sino que continúa con la adopción. Bastaría con que los creyentes fueran comprados fuera del mercado de esclavos. Pero la obra de Dios por su pueblo no termina ahí; son elevados al lugar de hijos e hijas de Dios por medio de la adopción.
Observa que recibimos la adopción de hijos; no la recuperamos. En este sentido, ganamos algo en Jesús que es mayor que lo que Adán jamás tuvo. Adán nunca fue adoptado como lo son los creyentes. Dios no simplemente restaura lo que se perdió con Adán. A los creyentes se les concede más en Jesús de lo que Adán jamás tuvo.
Aprecia la gloria de la posición que Dios da a su pueblo: redimido y adoptado.
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