Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. Con todo, es necesario que demos en alguna isla (Hechos 27:25-26).

Unos dos años antes de esto, Pablo fue arrestado en Jerusalén bajo la falsa acusación de haber iniciado un motín en el monte del templo. Bajo la custodia de los romanos, Pablo eventualmente ejerció su derecho como ciudadano romano e hizo una apelación para que su caso fuera escuchado por el César.

Eso implicó que Pablo tuviera que ir a Roma, pero el barco que lo transportaba quedó atrapado en una terrible tormenta. Durante dos semanas, el barco fue conducido por las violentas y tempestuosas aguas del Mar Mediterráneo. Los pasajeros y la tripulación perdieron toda esperanza y esperaban lo peor.

Yo confío en Dios

Todos, excepto el Apóstol Pablo. Durante la tormenta literal, Dios envió un ángel a Pablo para llevarle noticias buenas y alentadoras cuando todo parecía perdido. A través del ángel, Dios le dijo a Pablo que dejara de lado el temor y confiara en que llegaría a Roma. Dios también le prometió a Pablo que todos en el barco sobrevivirían.

Pablo no podía retener esta esperanza sólo para él. Tenía que transmitirla. Fue entonces cuando Pablo se dirigió a todos los pasajeros y a la tripulación y les dijo: “Por tanto, oh varones, tened buen ánimo”. Fue como si dijera: “Tienen motivo para animarse: Dios me ha dado la seguridad de que ustedes estarán a salvo. Y yo le creo a Dios”.

Pablo explicó: “yo confío en Dios que será así como se me ha dicho”. Las palabras llenas de confianza de Pablo expresan la esencia de lo que significa poner nuestra fe en Dios y en su palabra. Dios se lo dijo a Pablo (a través de un ángel) y Pablo dijo: “Yo confío en Dios”.

Pablo no dijo: “Yo creo en Dios”. Todos los demonios del infierno están de acuerdo con la existencia de Dios. Pablo declaró su confianza total en el conocimiento de Dios sobre su crisis y en la promesa de Dios sobre su situación.

Pablo no se avergonzaba de decir que confiaba en Dios, él confiaba en Dios cuando no había nada más en que confiar. No podía confiar en los marineros, ni en el barco, ni en las velas, ni en el viento, ni en el centurión, ni en el ingenio humano, ni en nada más: sólo en Dios. No se trataba de una fe superficial; él confiaba en Dios en medio de la tormenta, cuando las circunstancias estaban en su peor momento.

La confianza inquebrantable de Pablo en Dios lo convirtió en un líder entre los hombres, incluso siendo un prisionero.

Sin embargo, Pablo también les dijo la verdad de parte de Dios: con todo, es necesario que demos en alguna isla. Se trataba de una noticia contradictoria, pues en estas circunstancias dar en alguna isla podría llamarse con toda razón naufragar. Pablo básicamente dijo: “Todos vamos a naufragar en una isla desconocida, pero todos estaremos bien”.

Dios no le prometió a Pablo, ni a la tripulación, ni a los pasajeros un viaje fácil. Sería difícil, pero Dios estaría con ellos y sobrevivirían.

Hoy, ¿puedes escuchar que Dios te hace el mismo tipo de promesa? Jesús prometió estar contigo hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Aprópiate de esa promesa y di: “Yo confío en Dios”.