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En el evangelio de Juan, hay cinco dramáticos momentos en los que Jesús nos dice a qué vino, cada uno comienza con las palabras: “Yo he venido”. Entonces, ¿a qué vino Jesús?

JESÚS VINO A SER UN SIERVO: Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió (Juan 6:38).
Jesús descendió del cielo, bajó de su lugar de completa majestad y gloria y se negó a disfrutar de sus esplendores por un tiempo. Jesús vino como un siervo sumiso para hacer la voluntad de Dios Padre.

 A qué vino Jesús

JESÚS VINO A DIVIDIR A LOS HOMBRES: Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados (Juan 9:39).
Jesús es la gran división de la humanidad; o lo aceptamos o lo rechazamos. Nuestra elección no determina quién es Jesús, sino quiénes somos nosotros. Lo que pensamos de Jesús dice más de nosotros que de Él.

JESÚS VINO A DAR VIDA: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10).
En términos bíblicos, la vida eterna no es sólo una vida larga, es una calidad de vida que disfrutamos ahora mismo en Jesucristo. Para el cristiano, la vida eterna no comienza cuando morimos, sino en cuanto la recibimos como regalo de nuestro Dios salvador. Jesús vino a darnos esta vida.

JESÚS VINO COMO LUZ: Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas (Juan 12:46).
Cantamos esta idea en la canción “Oh, pueblecito de Belén”: “Pero en tus calles oscuras brilla la Luz eterna”. No eran sólo las calles de Belén las que estaban en oscuridad, sino que el mundo entero estaba en oscuridad espiritual hasta que Jesús vino. Él trae luz, no sólo al mundo, sino a cada una de las vidas que lo reciba.

JESÚS VINO A TRAER LA VERDAD: Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz (Juan 18:37)
Jesús vino a la tierra con un propósito mayor que hacer sentir bien a la gente. Vino para dar testimonio a la verdad. Con los ojos de tu corazón, mira al Niño en el pesebre y piensa por qué vino. ¿No es Él más grande que tú y más grande que todos nosotros? Si lo es, el hecho de su venida importa más que cualquier sentimiento bueno que podamos tener o no tener. Su persona y su verdad nos dan algo más grande por lo que vivir, algo más grande para darle.

¡Oh Santo Niño de Belén! Desciende a nosotros, te lo pedimos;

Expulsa nuestro pecado y entra, nace hoy en nosotros.

Oímos a los ángeles de la Navidad, que nos anuncian la buena nueva;

Ven a nosotros, quédate con nosotros, nuestro Señor Emmanuel!