Dignos de padecer afrenta
Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hechos 5:40-42).
El prestigioso consejo de hombres importantes esperaba poder intimidar a los apóstoles para que dejaran de predicar sobre Jesús. Después de una fuerte advertencia, llamaron a los apóstoles y luego los azotaron.
Cuando leemos esas palabras en el versículo 40, nos preguntamos: “¿Qué tan grave fue la flagelación de los apóstoles?” Según algunos eruditos, la palabra azotarlos en el versículo 40 también puede traducirse como desollado; los azotes que recibieron les arrancaron la piel de la espalda. Otro comentarista escribió: “No era una cualquier cosa; se sabía que la gente moría por ello…La flagelación estaba destinada a ser una lección seria para los infractores”.
Sin embargo, incluso después de una flagelación tan severa, los apóstoles no se sintieron intimidados ni desanimados. En cambio, se fueron gozosos. No se gozaban por haber sufrido, sino por haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Era un privilegio estar asociado con Jesús en cualquier circunstancia, incluso en padecer afrenta.
Debido a esta gozosa asociación con Jesús, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo. Cualquier flagelación o trato vergonzoso que les haya dado el Sanedrín, no sirvió de nada. Los discípulos no dejaron de predicar ni un momento.
Esto nos desafía a cada uno de nosotros como seguidores de Jesús. Ellos continuaron donde podrían haberse detenido. A menudo encontramos que la amenaza del rechazo social es suficiente para hacernos callar acerca de quién es Jesús y lo que hizo por nosotros. Necesitamos tener el valor y la determinación de los apóstoles para permanecer firmes en Jesucristo. Pensamos que padecer afrenta por el nombre de Jesús es como un veneno mortal que nos matará. Bajo la obra del Espíritu de Dios, esa afrenta acumulada sobre nosotros por la causa de Jesús puede ser como un estímulo de vitaminas que nos hace más fuertes.
El gran predicador de la Inglaterra victoriana, Charles Spurgeon, habló de este tipo de corazón audaz: “Ahora, exhorto a cada cristiano aquí a hablar con valentía en el nombre de Cristo, según tenga la oportunidad, y especialmente a cuidar esta tendencia de nuestra carne a tener miedo; lo que prácticamente nos lleva a intentar salir indemnes y salvarnos de problemas. No teman; sean valientes por Cristo. Vivan valientemente por aquel que murió amorosamente por ustedes”.
Me encanta esa última frase de Spurgeon: “Vivan valientemente por aquel que murió amorosamente por ustedes”. En el mundo occidental, es principalmente afrenta lo que sufrimos por el nombre de Jesús. Soportemos con valentía lo que debamos soportar, y apoyemos y oremos por nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que deben soportar muchas peores cosas.