Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Romanos 10:17).
A menudo queremos pensar que la fe o la incredulidad tienen que ver con las circunstancias o el ambiente en que nos encontramos. Cuando la fe es débil o la incredulidad es fuerte, es fácil pensar: “Por supuesto que me está costando confiar en Dios. Mira el lío en el que estoy metido”. Sin embargo, la relación entre nuestra situación y nuestra confianza en Dios no es lo que podríamos pensar.
Encontramos un ejemplo de esto en el Libro de Números. En Números 13, Moisés envió doce espías a la tierra prometida. Cada uno de ellos vio las mismas cosas mientras inspeccionaban la tierra, y regresaron para dar un informe a Moisés y a la nación de Israel. Diez de los doce espías dijeron que la tierra era realmente buena, tal como Dios había dicho, sin embargo, dijeron que los enemigos de la tierra eran demasiado fuertes y que tomar la tierra sería una misión suicida.
Entre esos doce espías, dos se opusieron. Estos presentaron el informe de la minoría. También estuvieron de acuerdo en que la tierra era buena, tal como Dios había prometido, pero creían que Dios obraría a través de ellos para conquistar incluso a los enemigos más fuertes de la tierra de Canaán. Esos dos espías fieles sabían que si la palabra de Dios era correcta acerca de la tierra -el Señor dijo que la tierra era buena y lo era- entonces la palabra de Dios también probaría ser correcta acerca de la promesa de darles la tierra a pesar de los poderosos enemigos. Ver cumplida la palabra de Dios les dio la fe para creer en la promesa de Dios para el futuro.
Los diez espías infieles y los dos espías fieles vieron las mismas cosas: vieron las mismas uvas, los mismos hombres, la misma tierra y las mismas ciudades. Sin embargo, dos de los espías volvieron cantando con fe, y los otros diez se sintieron llenos de una sensación de fatalidad segura. No fueron sus experiencias las que marcaron la diferencia: los doce espías tuvieron las mismas experiencias. Fue algo más profundo que la experiencia que habían vivido.
En última instancia, la fe no proviene de las circunstancias o del entorno, sino de nuestro corazón – específicamente, de la obra de la palabra de Dios en nuestro corazón. A menudo queremos culpar de nuestra incredulidad a los momentos difíciles de la vida, pero la fe o la incredulidad no están relacionadas con nuestras circunstancias.
Una historia ilustra este principio. Había dos hijos que tuvieron un padre terrible y alcohólico, pero los hijos fueron diferentes el uno del otro como adultos. Uno fue un hombre responsable, piadoso, exitoso en la familia, los negocios y la vida. El otro se convirtió en un alcohólico abusivo igual que su padre. Cuando se les preguntó por qué habían resultado así, ambos respondieron lo mismo: “Con un padre como el mío, ¿cómo podría haber sido diferente?”.
La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
El día de hoy, acércate a Dios y a su palabra, con ese poder que tienen para edificar la fe, y no esperes a que el entorno o las circunstancias la edifiquen en ti.