La traducción al español del Devocional semanal de David

Hacer lo correcto

Hacer lo correcto

Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe (Hechos 6:5-7).

No es fácil lidiar con problemas en la iglesia, especialmente cuando un grupo se siente maltratado. Pero en Hechos 6, cuando hubo una disputa sobre el trato a las viudas cristianas de origen cultural griego, el Espíritu Santo llevó a los apóstoles a la solución correcta.

La solución fue tan buena que agradó la propuesta a toda la multitud. ¡Ambas partes quedaron contentas! No podemos decir que fue una buena decisión solo porque a la gente le gustó. Sin embargo, Dios confirmó la sabiduría de los apóstoles mediante el acuerdo entre la gente.

Hacer lo correcto

Lucas, el autor de Hechos, enumeró a los siete hombres. Todos tenían nombres griegos, lo que demuestra que probablemente ellos mismos eran griegos. Esto mostró una gran sensibilidad hacia los griegos ofendidos al nombrar a griegos para que se ocuparan de la distribución de las viudas.

Una vez escogidos los siete hombres, orando, les impusieron las manos. Era importante imponerles las manosincluso si su servicio era principalmente para las necesidades prácticas de las viudas. El servicio práctico es servicio espiritual. La misma palabra griega se usa tanto para distribución (Hechos 6:1) como para ministerio (Hechos 6:4). La idea detrás de la palabra en ambos lugares es servicio, ya sea de manera práctica o espiritual.

Observe el resultado maravilloso: y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén. Considerando todo lo que pudo haber salido mal cuando Satanás trató de atacar a la iglesia mediante la división, es maravilloso que todos los involucrados hicieran lo correcto.

Los que tenían la queja, los griegos, hicieron lo correcto: dieron a conocer la necesidad, en lugar de quejarse y lloriquear, y confiaron en la solución de los apóstoles.

Los de la otra parte, los hebreos, hicieron lo correcto: reconocieron que los griegos tenían una necesidad legítima y confiaron en la solución de los apóstoles.

Los siete hombres elegidos hicieron lo correcto: aceptaron el llamado al servicio poco glamoroso.

Los apóstoles hicieron lo correcto: respondieron a la necesidad sin distraerse de su tarea central.

La estrategia de Satanás falló. Trató de dividir la iglesia y no funcionó. La segunda estrategia de Satanás también falló. Los apóstoles no se distrajeron del enfoque del ministerio que Dios tenía para ellos – el enfoque en la palabra de Dios y en la oración.

Tal gracia era tan evidente que también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe – ¡muchos sacerdotes venían a Jesús!

Cuando estemos en temporadas de división potencial, hagamos lo correcto – y veamos a Dios hacer Su gran obra.

 

 

Calificados para servir

Calificados para servir

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo (Hechos 6:3).

Hechos 6 nos dice que hubo un problema entre los primeros cristianos. Debido a que eran tan generosos, había dinero para ayudar a las viudas que no podían mantenerse solas. Pero hubo desacuerdo sobre cómo se repartía ese dinero para las viudas.

Los cristianos judíos de origen griego o helenístico sintieron que sus viudas eran desatendidas en comparación con las viudas de entre los cristianos de origen más tradicionalmente judío.

Calificados para servir

Llevaron el problema a los apóstoles y Hechos 6:3 dice que los apóstoles hablaron al grupo general de creyentes (la “multitud de los discípulos” mencionada en Hechos 6:2) y buscaron la solución con mucha comunicación y aportes de entre la gente. Incluso les pidieron a ellos – quizás especialmente a los que se sentían agraviados – que buscaran de entre vosotros hombres de buen testimonio para hacer este trabajo.

Esta fue una manera maravillosa de resolver el problema. No echaron fuera a los quejosos. No se dividieron en dos congregaciones. No evitaron a los inconformes. No formaron un comité ni discutieron interminablemente el problema.

Sin duda, hubo algunas personas que sugirieron que los mismos apóstoles deberían prestar más atención directa a la distribución de ayuda a las viudas. En cambio, ellos delegaron y llevaron a más personas a hacer el trabajo del ministerio. Satisfacer las necesidades no satisfechas es una excelente manera de atraer a más personas al ministerio.

Pero la congregación tuvo que elegir hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría. Estos requisitos pusieron el enfoque en el carácter de los hombres a elegir. Los apóstoles estaban mucho más preocupados por la calidad interna de los hombres que por su apariencia o imagen exterior. No solicitaron a los hombres más populares o guapos; solicitaron hombres de carácter. Dado que los hombres serían de buen testimonio, la familia de la iglesia tendría confianza en ellos, incluidos los que se quejaron.

La idea detrás de llenos del Espíritu Santo y de sabiduría es que estos hombres debían tener una mentalidad espiritual y práctica. Esta puede ser una combinación difícil de encontrar, pero encontraron siete hombres que estaban calificados y dispuestos.

Sin embargo, observe que los apóstoles dijeron: a quienes encarguemos. La decisión final recayó en los apóstoles. Ellos querían y valoraban las aportaciones de la congregación, pero la decisión realmente dependía de los apóstoles.

Estos siete hombres serían elegidos para un servicio práctico y sencillo. Sin embargo, era importante que estuvieran bien calificados por varias razones.

Para que pudieran hacer el trabajo de manera eficaz.

Para que pudieran representar bien a los apóstoles y a la iglesia en su conjunto.

Para que sus reconocidas posiciones no condujeran al orgullo ni a la arrogancia.

Si usted es uno de los siervos más prácticos de la familia de Dios, pídale a Dios que le haga crecer en estas cosas. Si no es así, ore por algunos siervos prácticos que conozca.

 

La obra que agrada a Dios

La obra que agrada a Dios

Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas…Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra (Hechos 6:2, 4).

Un problema amenazaba con dividir a la joven comunidad de cristianos. Cuando un grupo sintió que sus viudas estaban siendo desatendidas por la obra caritativa de la iglesia, el problema necesitaba ser resuelto. Sin embargo, los apóstoles insistieron en que no eran ellos los que debían suplir directamente la necesidad.

La obra que agrada a Dios

Los apóstoles explicaron que no es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Esto no se refería al servicio real de comida ni a la limpieza de las mesas de comedor de estas viudas. Era una forma de hablar que significaba el manejo del trabajo práctico involucrado en el cuidado de las viudas.

Los apóstoles dijeron que debían permanecer fieles a su llamado central, que era en la oración y en el ministerio de la palabra. En el panorama general, sería incorrecto que dedicaran su tiempo a administrar las necesidades prácticas de las viudas.

Algunas personas creen que esto era evidencia de una actitud de superioridad entre los doce; que en su orgullo se consideraban por encima de tal trabajo. No lo creo. En cambio, creo que fueron prudentes al delegar estas responsabilidades. Dios no llamó a estos apóstoles a ser todo y a hacer todo por la iglesia. Dios ha levantado y levantará a otros para que sirvan de otras formas.

Pensando en esto en un contexto moderno, podemos decir que un pastor no debe consumir su tiempo en tareas que son esencialmente “servir mesas”. Sin embargo, algo anda mal con un pastor que considera que ese trabajo es inferior a él.

Sin embargo, los apóstoles no se quedarían sin hacer nada – tenían trabajo que hacer, diciendo que persistirían en la oración y en el ministerio de la palabra. El hecho de que los apóstoles se ocuparan de la oración y el ministerio de la palabra muestra cuán enérgicamente hicieron esas cosas y cuán absorbente es predicar y orar correctamente.

El ministerio es mucho trabajo, incluso aparte de los dolores de cabeza administrativos. Un joven le dijo a Donald Gray Barnhouse: “Daría el mundo por poder enseñar la biblia como usted”. Mirándolo directamente a los ojos, el Dr. Barnhouse respondió: “Bien, porque eso es exactamente lo que le costará”.

Servir bien a las viudas necesitadas y servirlas de manera justa era un verdadero trabajo. Entregarse persistentemente a la palabra de Dios y a la oración también era un trabajo. Uno no es mejor que el otro; cada uno es bueno y valioso para el reino de Dios. Lo que necesitamos es un sentido del llamado y del don de Dios para nuestra vida, y un sentido de lo que el Espíritu Santo quiere que hagamos. Estos primeros cristianos entendieron su llamado e hicieron su trabajo –¿lo entiende usted? Hacer lo que Dios le ha llamado y dotado para hacer es el trabajo que a Él le agrada.

 

Divide y conquistarás

Divide y conquistarás

En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria (Hechos 6:1).

Hasta este punto del Libro de los Hechos, los ataques de Satanás contra la iglesia se habían producido de diferentes formas. Satanás intentó muchas formas de oposición directa e intimidación, y también trató de corromper a la iglesia desde adentro. Todas estas estrategias no tuvieron éxito en detener o retrasar el trabajo de la iglesia (Hechos 5:42).

Hechos 6 ve a Satanás con otra estrategia contra el pueblo de Dios: división. El diablo esperaba “dividir y conquistar” a través del descuido, malinterpretaciones y diferencias culturales.

Divide y conquistarás

Podemos decir que con Hechos 5 y 6, los buenos tiempos pasaron para los primeros cristianos. Ahora tenían que lidiar con la corrupción interna y ahora con disputas y posibles divisiones. La forma en que lidiaron con esas cosas marcó la diferencia.

Todo sucedió cuando se multiplicaba el número de los discípulos. Las temporadas de crecimiento y oportunidad para la iglesia también son temporadas para estar en guardia contra la división. A pesar de que la iglesia estaba creciendo, todavía se preocupaban el uno por el otro de formas prácticas. Este cuidado práctico hizo que los cristianos se organizaran para ayudar a sus viudas con algún tipo de distribución diaria de alimentos.

Mientras los cristianos se organizaban para satisfacer las necesidades entre los suyos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Los hebreos eran los judíos más inclinados a acoger la cultura judía y en su mayoría eran de Judea. Los griegos eran los judíos más inclinados a acoger la cultura griega y en su mayoría eran de la diáspora (de todo el Imperio Romano).

Es importante recordar que aunque se usan los títulos hebreos y griegos, estos eran cristianos, seguidores de Jesús. Todos provenían de un trasfondo judío, pero todos habían aceptado a Jesús como su Mesías.

Aparentemente, algunos de los cristianos de origen griego creían que las viudas de entre los cristianos hebreos recibían una mejor atención. Nada sugiere que el descuido haya sido a propósito. Era un caso de algunas siendo desatendidas – un descuido o el resultado de una mala organización.

A Satanás le encanta usar un mal no intencional para comenzar un conflicto. Los hebreos tenían razón en sus corazones y los griegos tenían razón en sus hechos. Estas eran las condiciones perfectas para un conflicto que dividiría la iglesia.

¿Cómo manejaría la iglesia esto? El resto de Hechos 6 lo explicará. Pero aprenda esto: cuando la iglesia de hoy enfrenta división, el pueblo de Dios ya ha estado allí antes, y la palabra de Dios nos da la sabiduría para caminar a través de temporadas de división de una manera que le dé gloria. Puede que no tomemos esa sabiduría – pero Dios nos la ofrece.

Empiece por creer lo mejor de sus hermanos y hermanas y darse cuenta de que muchas de las heridas que infligimos y soportamos no son intencionales – sin embargo, aún deben tratarse.

Dignos de padecer afrenta

Dignos de padecer afrenta

Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo (Hechos 5:40-42).

El prestigioso consejo de hombres importantes esperaba poder intimidar a los apóstoles para que dejaran de predicar sobre Jesús. Después de una fuerte advertencia, llamaron a los apóstoles y luego los azotaron.

Dignos de padecer afrenta

Cuando leemos esas palabras en el versículo 40, nos preguntamos: “¿Qué tan grave fue la flagelación de los apóstoles?” Según algunos eruditos, la palabra azotarlos en el versículo 40 también puede traducirse como desollado; los azotes que recibieron les arrancaron la piel de la espalda. Otro comentarista escribió: “No era una cualquier cosa; se sabía que la gente moría por ello…La flagelación estaba destinada a ser una lección seria para los infractores”.

Sin embargo, incluso después de una flagelación tan severa, los apóstoles no se sintieron intimidados ni desanimados. En cambio, se fueron gozosos. No se gozaban por haber sufrido, sino por haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Era un privilegio estar asociado con Jesús en cualquier circunstancia, incluso en padecer afrenta.

Debido a esta gozosa asociación con Jesús, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo. Cualquier flagelación o trato vergonzoso que les haya dado el Sanedrín, no sirvió de nada. Los discípulos no dejaron de predicar ni un momento.

Esto nos desafía a cada uno de nosotros como seguidores de Jesús. Ellos continuaron donde podrían haberse detenido. A menudo encontramos que la amenaza del rechazo social es suficiente para hacernos callar acerca de quién es Jesús y lo que hizo por nosotros. Necesitamos tener el valor y la determinación de los apóstoles para permanecer firmes en Jesucristo. Pensamos que padecer afrenta por el nombre de Jesús es como un veneno mortal que nos matará. Bajo la obra del Espíritu de Dios, esa afrenta acumulada sobre nosotros por la causa de Jesús puede ser como un estímulo de vitaminas que nos hace más fuertes.

El gran predicador de la Inglaterra victoriana, Charles Spurgeon, habló de este tipo de corazón audaz: “Ahora, exhorto a cada cristiano aquí a hablar con valentía en el nombre de Cristo, según tenga la oportunidad, y especialmente a cuidar esta tendencia de nuestra carne a tener miedo; lo que prácticamente nos lleva a intentar salir indemnes y salvarnos de problemas. No teman; sean valientes por Cristo. Vivan valientemente por aquel que murió amorosamente por ustedes”.

Me encanta esa última frase de Spurgeon: “Vivan valientemente por aquel que murió amorosamente por ustedes”. En el mundo occidental, es principalmente afrenta lo que sufrimos por el nombre de Jesús. Soportemos con valentía lo que debamos soportar, y apoyemos y oremos por nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo que deben soportar muchas peores cosas.

El principio de Gamaliel

El principio de Gamaliel

Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios (Hechos 5:38-39).

El consejo estaba furioso. Pedro y el resto de los apóstoles tomaron una posición audaz y les dijeron a estos hombres importantes que no se retractarían de lo que Dios les dijo que hicieran y dijeran. En respuesta, Hechos 5:33 nos dice que los hombres del concilio estaban tan enojados que querían matar a estos líderes del movimiento cristiano primitivo.

Entonces, habló uno de los hombres más respetados de la sala. Se llamaba Gamaliel y era tan estimado que le dieron el título de Rabán, que significa “nuestro maestro”. Gamaliel era nieto del honorable rabino Hilel, quien fue el fundador de la escuela de interpretación bíblica más sólida de ese tiempo.

El consejo tenía el asesinato en mente cuando Gamaliel levantó la voz, y el respetado rabino comenzó con una lección de historia. Les recordó a todos sobre dos revolucionarios bastante recientes que intentaron desviar a Israel, y cómo ambos llegaron a nada. Luego hizo un punto con respecto a los cristianos: si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios.

Desde que Gamaliel dijo esas palabras, algunos las consideran sabias y dicen que el “Principio de Gamaliel” debe guiarnos. Estoy totalmente en desacuerdo. Ciertamente, hay ocasiones en las que “esperar y ver si esto es de Dios o no” es un buen consejo, pero no cuando se trata de decidir si una religión o un movimiento espiritual es verdadero.

Gamaliel habló por sí mismo y no por Dios. Hay muchas religiones o movimientos espirituales que pueden considerarse exitosos a los ojos del hombre, pero están en contra de la verdad de Dios. El éxito no es la máxima medida de la verdad. Hay religiones que han existido cientos de años y tienen millones de seguidores, y son falsas.

Gamaliel era en realidad un observador pasivo. Habló como si debieran esperar y ver si Jesús y los apóstoles eran realmente de Dios. Eso suena sabio y tal vez incluso espiritual, pero era un rechazo de la evidencia que tenía delante.

Pero ¿qué mayor testimonio necesitaba, además de la resurrección de Jesús y los milagros de los apóstoles? Gamaliel adoptó una actitud de “esperar y ver” cuando había mucha evidencia de que Jesucristo era quien dijo que era, que Jesús se levantó de entre los muertos y que los apóstoles fueron enviados de manera única por Dios para difundir ese mensaje.

Gamaliel propuso la prueba del tiempo, y esa es una prueba importante. Pero más importante que la prueba del tiempo es la prueba de la eternidad. No adoptes un enfoque de “esperar y ver” cuando Dios ya te ha dado la evidencia de quién es Jesús y lo que hizo por ti.

Somos sus testigos

Somos sus testigos

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen (Hechos 5:30-32).

Una vez más, los apóstoles se presentaron ante un consejo de hombres poderosos que les ordenó que dejaran de hablar de Jesucristo. Tal vez sea mejor decir que era un consejo de hombres que tenían la apariencia de ser poderosos. Realmente, el poder de Dios se manifestó aquí, se vio en su valiente respuesta.

Somos sus testigos

Primero, Pedro (hablando en nombre de todos los apóstoles) le dijo al concilio que obedecerían a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29).

Luego, Pedro y los apóstoles proclamaron la verdad del evangelio, comenzando con la resurrección y crucifixión de Jesús: El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero.

Pedro se refirió a la cruz como un madero porque extrajo una asociación de Deuteronomio 21:22-23, donde dice que una persona colgada de un madero es maldecida por Dios. Pedro llamó la atención sobre el trágico crimen del rechazo de ellos a Jesús, y señaló que lo mataron de la peor manera posible, tanto desde una perspectiva romana (en la cruz) como desde una perspectiva judía (la asociación del madero).

Este fue un testimonio fiel al fundamento de la fe cristiana. Pedro habló de

–La culpa del hombre  (Jesús, a quien vosotros matasteis).
– La muerte de Jesús (colgándole en un madero).
– La resurrección de Jesús (El Dios de nuestros padres levantó a Jesús).
– La ascensión de Jesús al cielo ( A éste, Dios ha exaltado con su diestra).
– La responsabilidad del hombre de responder (para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados).

Todas estas cosas son hechos simples y directos. Fueron verificados personalmente por estos hombres, los apóstoles y otros. Con sus propios ojos y oídos sabían que Jesús fue crucificado, resucitado y ascendido a la gloria. Para estos hombres, no había dudas ni cuestionamientos. Realmente sucedió. Ellos lo presenciaron. El Espíritu Santo lo confirmó. Este fue su testimonio.

Alguien contó una vez una historia sobre el juicio judicial de un ladrón de bancos. La fiscalía presentó a varios testigos que dijeron haber visto a ese hombre robar el banco. El criminal protestó: “¡Eso no es nada! ¡Puedo encontrarles el doble de personas que no me vieron robar el banco!”. Sin embargo, los que no estuvieron allí y no vieron lo que pasó no podían borrar el testimonio de los que sí lo vieron.

A su manera, ¿puede usted también decirlo? Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo. Usted no vio personalmente a Jesús crucificado, resucitado y ascendido – pero tiene el testimonio confiable de aquellos que sí lo vieron. Usted tiene el testimonio del mismo Espíritu Santo en su corazón.

Con todo eso, ¡que seamos testigos suyos con tanta valentía como Pedro y los apóstoles!

A Dios antes que a los hombres

A Dios antes que a los hombres

Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos5:29)

Esta era la segunda vez que Pedro se presentaba ante este concilio y daba una respuesta tan audaz. La vez anterior se registró en Hechos 4:19-20 cuando Pedro y Juan dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Aquí, los apóstoles dijeron lo mismo con diferentes palabras cuando dijeron: es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

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Esas palabras fueron una declaración audaz. La audacia de Pedro y los apóstoles era un contraste con el Sanedrín. Los hombres de ese concilio estaban mucho más preocupados por las opiniones de los hombres que por la obediencia a Dios. Anteriormente en Hechos 5 leemos que mucha gente común en Jerusalén tenía una opinión positiva sobre los discípulos de Jesús (Hechos 5:13). También leemos que la iglesia estaba creciendo muchas personas querían convertirse en cristianas (Hechos 5:14). Debido a esto, los hombres del concilio (que parecían tan importantes e influyentes) tenían miedo de castigar a los apóstoles. Les importaba agradar a la multitud más que agradar a Dios.

Debido a esto, lo que Pedro y los apóstoles dijeron probablemente fue un shock para los hombres del concilio: es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Esas fueron palabras notables.

La respuesta de los apóstoles al concilio no era una defensa ni una súplica de misericordia. En cambio, los apóstoles simplemente explicaron por qué hacían lo que hacían.

En general, el Nuevo Testamento enseña que debemos someternos a quienes tienen autoridad sobre nosotros. Sin embargo, la sumisión a nivel humano nunca es absoluta, y nunca es más importante que la sumisión que le debemos a Dios.

Debemos obedecer a los gobernantes, pero no cuando contradicen a Dios. El Señor ha establecido estructuras de autoridad y sumisión para el hombre y la mujer de Dios. Pero, como explicó Juan Calvino, si una persona en una posición de autoridad se vuelve muy desobediente y malvada, renuncia al honor de ser obedecida.

Todo cristiano debería estar de acuerdo con Pedro y los discípulos: es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. Como cristianos, nos sometemos a la autoridad legítima y reconocemos que este tipo de sumisión va más allá de hacer cosas con las que normalmente ya estaríamos de acuerdo. Sin embargo, cuando la autoridad normalmente legítima va más allá de su lugar designado por Dios, nuestra respuesta es que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

El concilio que intimidó a los apóstoles y les dijo que dejaran de predicar no era el amo de la iglesia Jesucristo es el Señor. Si bien respetamos el trabajo y la autoridad de los consejos y alcaldes y gobernadores y otros líderes, entendemos que Jesucristo es el Señor de la iglesia. Y cuando Dios nos dice una cosa y la autoridad humana nos dice algo más, es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Echar la sangre

Echar la sangre

Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre  (Hechos 5:27-28).

Los líderes religiosos que se oponían a los apóstoles de la iglesia primitiva no tenían los hechos de su lado. La verdad era que Jesucristo había resucitado de entre los muertos, mostrándose a muchas personas antes de ascender al cielo. Los líderes religiosos no pudieron presentar el cuerpo de Jesús o desacreditar los informes confiables de Su resurrección. Lo peor de todo es que no pudieron evitar que los discípulos de Jesús proclamaran las buenas nuevas de la vida de Jesús, la muerte en sacrificio en la cruz y la resurrección.

Bringing Blood Upon

Entonces, los líderes religiosos hicieron lo que muchos hacen cuando la verdad no está de su lado: esperaban que la intimidación atemorizara a la oposición y la callara. Ese es el escenario cuando Hechos 5:27 dice que los presentaron en el concilio. Este era otro intento de intimidar a los apóstoles con una demostración de la autoridad institucional del concilio. Los apóstoles, sabiendo cómo Dios los había protegido y continuaría protegiéndolos, probablemente no se sintieron intimidados o ni siquiera demasiado impresionados.

Entonces, el hombre más intimidante presente el sumo sacerdote confrontó a los seguidores de Jesús diciendo: “¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre?”. Era cierto que les habían ordenado a Pedro y a Juan que ya no enseñaran en el nombre de Jesús (Hechos 4:17-18). Sin embargo, Pedro y Juan les dijeron abiertamente que continuarían, en obediencia a Dios (Hechos 4:19-20).

Entonces el sumo sacerdote dijo a los apóstoles: “habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina”. Esta acusación probablemente hizo sonreír a los discípulos era un testimonio maravilloso de cuán efectivo había sido su mensaje. Su doctrina, las buenas nuevas de Jesucristo, había llenado Jerusalén.

Entonces el sumo sacerdote dijo algo sorprendente, afirmando que los discípulos querían “echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. Primero, observe cómo se refirió a Jesús: lo llamó “ese hombre”. ¡Se podría decir que el sumo sacerdote tenía tanto miedo del poder de Jesús que incluso evitó pronunciar el nombre del Salvador!

Sin embargo, la acusación de que los apóstoles querían echar sobre nosotros la sangre de ese hombre es interesante. El sumo sacerdote sin duda quería decir que los apóstoles tenían la intención de responsabilizar a los líderes judíos, al menos en cierta medida, por la muerte de Jesús (como en Hechos 2:23).

Al mismo tiempo, sabemos que los apóstoles deben haber deseado que el sumo sacerdote y los otros líderes judíos llegaran a la fe en Jesús, al igual que lo hicieron algunos otros sacerdotes (Hechos 6:7). Ciertamente, los apóstoles querían echar la cobertura y la sangre limpiadora de Jesús sobre el sumo sacerdote y otros en el concilio.

Quizás los apóstoles sonrieron, asintieron con la cabeza y pensaron: “Sí, queremos que confíen en lo que Jesús hizo por ustedes a través de su muerte”.

En este sentido, ¿está Su sangre sobre usted?

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Liberados para un propósito

Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida (Hechos 5:19-20).

Dios estaba obrando de una manera poderosa a través de los apóstoles, y a los líderes religiosos de Jerusalén no les gustó. Hechos 5:17-18 dice que el sumo sacerdote arrestó a los apóstoles y los puso a todos en la cárcel.

No estuvieron mucho tiempo en prisión. Leemos: mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos. Esto fue fácil de arreglar para Dios. Todos los ángeles son espíritus ministradores enviados para ministrar a aquellos que heredarán la salvación (Hebreos 1:14). Dios envió a este ángel para ministrar a los apóstoles. Las puertas cerradas no son nada para Dios ni para aquellos a quienes Él usa.

 

Para hacer el trabajo, Dios envió a un ángel. Posiblemente, solo entendieron que se trataba de un ángel cuando lo vieron en retrospectiva. Los ángeles a menudo tienen apariencia humana, y puede que no siempre sea fácil reconocer a un ángel (como en Lucas 24:3-7 y Hebreos 13:2).

El ángel no solo abrió puertas, también tenía un mensaje: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo todas las palabras de esta vida. El ángel los liberó de la prisión, pero no iba a hacer la obra de predicar. Eso dependía de los apóstoles y también de nosotros.

Su rescate de la prisión fue maravilloso, pero con un propósito  para que pudieran continuar con su trabajo. Dios no los liberó principalmente por su seguridad o comodidad. Fueron puestos en libertad por una razón. En el futuro, no siempre fueron liberados.

La historia posterior de estos apóstoles y otros asociados con ellos en la iglesia primitiva, muestra que a veces Dios libera a través de milagros, otras veces no. De acuerdo con la historia y la bastante confiable tradición de la iglesia, los ángeles milagrosos no siempre los libraron.

– Mateo fue decapitado con una espada.
– Marcos murió en Alejandría después de ser arrastrado por las calles de la ciudad.
– Lucas fue colgado de un olivo en Grecia.
– Juan murió de muerte natural, pero intentaron hervirlo en aceite, aunque no tuvieron éxito.
– Pedro fue crucificado boca abajo en Roma.
– Santiago fue decapitado en Jerusalén.
A Jacobo el Menor lo lanzaron desde lo alto y luego lo golpearon con palos.
Felipe fue ahorcado.
– Bartolomé fue azotado y golpeado hasta la muerte.
– Andrés fue crucificado y predicó a todo pulmón a sus perseguidores hasta que murió.
– Tomás fue atravesado con una lanza.
– Judas fue asesinado con las flechas de un verdugo.
– Matías fue apedreado y luego decapitado – al igual que Bernabé.
– Pablo fue decapitado en Roma.

Esto nos recuerda que debemos confiar en Dios para cosas milagrosas y desear verlas cada vez más; pero hacemos esto sabiendo que Dios también tiene un propósito cuando no libra con mano milagrosa. También vemos que nosotros, como los apóstoles, somos liberados con un propósito no simplemente para vivir para nosotros mismos.

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