2 Reyes 4 – Dios obra milagros a través de Eliseo
A. Milagros conectados con una viuda y una mujer estéril.
1. (1-7) Provisión para una viuda.
Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede.
a. Ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos: Esta mujer, la esposa viuda de uno de los hijos de los profetas, tenía deudas y ningún medio para pagarlas. El sistema legal en Israel no permitía en estas circunstancias declararse en bancarrota; ella tenía que dar a sus hijos como siervos temporales a su acreedor como pago por sus deudas.
i. «A pesar de lo inhumano que esto pudiera parecer, el acreedor estaba dentro de sus derechos, pues la Ley Mosaica permitía esclavizar al deudor y a sus hijos a más tardar hasta el Año del Jubileo para que pagaran la deuda con trabajo». (Patterson y Austel)
b. Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite: Hay algo de evidencia aquí de que esta vasija no era un suministro grande para la cocina, sino una vasija más pequeña que se utilizaba solo para el aceite para ungimientos.
i. «Una única palabra aquí, posiblemente para hacer referencia a un pequeño frasco de unción». (Wiseman)
c. Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos: Eliseo hizo que esta mujer se comprometiera en fe con la provisión de Dios. Pedir vasijas prestadas de esta manera daba pie a preguntas incómodas; pero ella hizo como la Palabra de Dios, a través de su profeta, se lo ordenó.
i. «Ella hizo lo que se le ordenó hacer; lo hizo con fe, y el resultado fue visto al final. Dios cuida de proveer a sus siervos de maneras que ejerciten su fe. Él no los dejaría ser pequeños en fe, porque la fe es la riqueza de la vida celestial». (Spurgeon)
ii. «Usted tiene a Dios en la medida que lo desea. Solo recuerde que el deseo de Dios debe ser más que un débil y breve deseo. Desear es una cosa; estar dispuesto es algo bastante diferente. El deseo perezoso y el deseo tenaz tienen dos posturas mentales completamente diferentes: la primera, no obtiene nada; la última, obtiene todo, pues obtiene a Dios, y con Dios todo lo que Él puede traer». (Maclaren)
d. Echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte: Eliseo le dijo a la mujer que tomara lo que tenía — una vasija de aceite (todo lo que tenía) — y que lo echara con fe sobre las vasijas prestadas. Mientras ella hacía esto, el aceite milagrosamente seguía saliendo de la vasija original hasta que todas las vasijas prestadas estuvieron llenas. Al final, ella tenía mucho aceite.
i. Podemos notar que Eliseo la hizo hacer esto. Tal vez, Eliseo estuvo tentado a obtener las vasijas y echar él mismo el aceite, pero sabía que ella por sí misma tenía que confiar en Dios.
ii. La vasija de aceite original — la que la mujer tenía en casa — era una vasija pequeña que contenía solo aceite para unción. Esto significa que la distribución de aceite sobre las otras vasijas requirió que estuviera echando constantemente para que el aceite llenara sobrenaturalmente la pequeña vasija otra vez.
iii. Las vasijas también tenían que estar vacías antes de poder ser llenadas de aceite. No le haría ningún bien a la viuda que le llevaran vasijas llenas. «Un Cristo completo es para los pecadores vacíos, y solo para los pecadores vacíos; y mientras haya un alma verdaderamente vacía en una congregación, habrá también bendición que surgirá de la Palabra, y de nada más. No es nuestro vacío, sino nuestra llenura, lo que estorba la salida de la gracia gratuita». (Spurgeon)
e. Entonces cesó el aceite: El milagro fue dado de acuerdo a la medida de su fe previa al pedir vasijas prestadas. Ella pidió suficientes vasijas prestadas como para que el exceso de aceite fuera vendido para suministrar el dinero para pagar la deuda al acreedor y proveer para el futuro. Si hubiera pedido más, más le hubiera sido provisto; si hubiera reunido menos, menos le hubiera sido provisto.
i. «Si hubiera pedido prestadas pocas vasijas, hubiera obtenido poco aceite; si pedía muchas vasijas, todas serían llenadas, y tendría mucho aceite. Ella misma establecería la medida de lo que tendría; y yo creo que usted y yo, en asuntos de bendiciones espirituales de Dios, tenemos más que ver con la medida de nuestras misericordias de lo que pensamos. Nosotros obtenemos pocas bendiciones porque nuestras oraciones son pocas». (Spurgeon)
ii. El aceite no se derramó sobre el suelo ni fluyó simplemente. Fue diseñado para una vasija preparada. Cada vasija tenía que ser preparada al ser recolectada, reunida, al ser vaciada, al ser colocada en la posición correcta y al quedarse en la posición correcta. Cuando ya no hubo más vasijas preparadas, el aceite cesó.
iii. El principio de este milagro fue el mismo que el principio de los estanques cavados en el capítulo anterior. La cantidad de trabajo del hombre determinó la cantidad de bendición y provisión realmente recibida. La poderosa invitación de Dios incita a nuestro trabajo duro y nunca a nuestras excusas y pereza.
iv. «Los hombres deben procurar igualmente que las viudas de sus ministros y sus hijos tengan una cómoda subsistencia». (Trapp)
2. (8-17) Un hijo para una mujer estéril.
Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él. Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él. Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta. Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho.
a. Una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese: Esta notable relación entre Eliseo y la mujer sunamita inició cuando la mujer buscó hacer algo por el profeta. Eliseo no buscó nada de esta mujer; ella, eventualmente, lo empezó a invitar insistentemente a que comiese.
b. Hagamos un pequeño aposento de paredes: La mujer sunamita entonces buscó hacer más por el profeta. Con la aprobación de su marido, construyeron un cuarto para que Eliseo se quedara en sus frecuentes viajes a esa región.
c. El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo: Para esta mujer estéril esta promesa parecía muy buena para ser verdad. El estigma asociado con la esterilidad era duro en el mundo antiguo, y este hijo prometido sería la respuesta al anhelo de su corazón y eliminaría el estigma de la esterilidad.
d. Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho: La mujer que tan generosamente había provisto cosas materiales para el profeta de Dios, ahora era bendecida por el Dios del profeta, bendecida mucho más allá de las cosas materiales.
3. (18-37) El hijo de la sunamita es levantado de los muertos.
Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores; y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió. Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió. Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. Él dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo. Y ella respondió: Paz. Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere. Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo. Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita. Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado. Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí? Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño. Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Él entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta. Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama. Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová. Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.
a. Estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió: Este era el hijo otorgado por una milagrosa promesa, en recompensa al fiel servicio de la mujer sunamita. El niño murió trágicamente en las piernas de su madre después de un breve tiempo de aflicción.
i. «Su cabeza le dolía gravemente; lo que, posiblemente, fue provocado por el calor de la temporada de la cosecha, al cual se expuso en el campo». (Poole)
ii. «Probablemente, afectado por el coup de soleil, o insolación, la cual podía en un sujeto tan joven ocasionar pronto la muerte, especialmente en un país tan caliente». (Clarke)
b. Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió: Esto muestra la fe de la mujer. Se preparó para la resurrección del niño, no para su funeral.
i. «Ella no tenía duda de que Elías había levantado de los muertos al hijo de la viuda de Sarepta; y creía que aquel que había obtenido este regalo de Dios para ella, podía obtener su restauración a la vida». (Clarke)
c. Y ella dijo: Bien: La mujer sunamita no quería que Eliseo se enterara de su pena a través de su ayudante Giezi. Ella quería que el hombre de Dios lo escuchara de sus propios labios y sintiera su pena.
i. «Nada enmudece tanto el dolor como la intromisión y la indiferencia. Una mano más tierna que la de Giezi se necesitaba para abrir el triste secreto de ese pecho acongojado». (Maclaren)
d. Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado: Eliseo parecía desconcertado al ver que esta mujer (por quien posiblemente oraba con frecuencia) estuviera en una crisis que le fuera oculta. En esta circunstancia, Eliseo estaba más sorprendido de que Dios no le hablara de lo que estaría si sí le hubiera hablado.
i. «¡Cuánto mejor sería para la iglesia si los maestros hubieran estado más dispuestos a imitar la modestia de Eliseo, y hubieran dicho sobre muchas cosas: “El Señor lo ha ocultado de mí!”». (Maclaren)
e. Pondrás mi báculo sobre el rostro del niño: En vez de ir él directamente, Eliseo envió a su siervo Giezi con su báculo. Esto parece seguir el patrón anterior en el ministerio de Eliseo. Él no hacía cosas por la gente directamente, sino que les daba la oportunidad de trabajar con Dios y de confiar en Él por sí mismos. Dios le dijo a la alianza de reyes que cavaran estanques (2 Reyes 3:16). Dios le dijo a la viuda que juntara vasijas y que echara el aceite ella misma (2 Reyes 4:1-7).
i. Puede ser que la mujer sunamita haya fallado en esta prueba, porque pensó que el poder para sanar estaba más conectado con Eliseo mismo y se negó a abandonar su presencia (no te dejaré). El niño no fue sanado por el toque del báculo, aunque (hipotéticamente) pudo haber sido sanado con dicho toque si la sunamita hubiera recibido esta promesa con fe total.
f. Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová: Dios sí sanó al hijo de la sunamita en respuesta a la oración de Eliseo. Él oró siguiendo el ejemplo de su mentor Elías (1 Reyes 17:20-23).
i. Eliseo oró con gran fe porque sabía que Dios había obrado de esta manera en la vida de su mentor Elías. También oró con gran fe porque sintió que Dios quería levantar a este niño de la muerte.
ii. «Pudiera parecer que se incurrió en inmundicia ceremonial con el toque de este cadáver; sin embargo, fue hecho justamente para dar lugar al deber moral, y a una acción de gran piedad y caridad como lo fue esto, especialmente al haber sido hecho por un profeta, y por el instinto del Espíritu de Dios, quien puede dispensar de sus propias leyes». (Poole)
iii. Hay un contraste significativo entre la extendida súplica de Elías y Eliseo y la orden autoritaria de Jesús al levantar a los muertos (como en Juan 11:43). Elías y Eliseo, apropiadamente, rogaron a Dios que levantara a los muertos. Jesús ordenó a los muertos que se levantaran.
iv. «Este báculo suyo, era lo suficientemente largo, sabía él, para llegar hasta el cielo, tocar en esas puertas, sí, abrirlas con fuerza». (Trapp)
g. El cuerpo del niño entró en calor […] y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos: «Aunque los milagros en su mayoría eran hechos en un instante, algunas veces eran hechos paulatinamente, como aquí, y en 1 Reyes 18:44-45 y Marcos 8:24-25». (Poole)
i. «Claro, hay un uso profundo y hermoso que se puede hacer de la acción del profeta de tenderse sobre el niño muerto, boca a boca, mano a mano, si lo consideramos como simbólico de esa intimidad de aproximarse a nuestra naturaleza, muerta en pecados, lo cual hace el Señor de la vida en su encarnación y en su continuo acercamiento a nosotros». (Maclaren)
B. Milagros conectados con la provisión de comida.
1. (38-41) La purificación del potaje.
Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas. Y salió uno al campo a recoger hierbas, y halló una como parra montés, y de ella llenó su falda de calabazas silvestres; y volvió, y las cortó en la olla del potaje, pues no sabía lo que era. Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer. Él entonces dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla.
a. Había una grande hambre en la tierra: «La hambruna mencionada en el versículo 38 pudiera ser la hambruna de siete años mencionada en 2 Reyes 8:1-3». (Dilday)
b. ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla!: Eliseo sentía una responsabilidad especial de ayudar en esta situación porque él les dijo a los hombres que reunieran los ingredientes para el potaje, y ellos recogieron las calabazas silvestres que envenenaron el potaje.
i. «Las calabazas eran, probablemente, coloquíntidas. Popularmente conocida como “calabazas silvestres”, la enredadera todavía crece cerca del mar Muerto. Cuando las calabazas son abiertas, la pulpa se seca rápidamente y forma un polvo, el cual en esa parte del mundo todavía es utilizado como una medicina catártica. Tiene un sabor muy amargo. Si se come la cantidad suficiente, induce cólicos y puede resultar fatal». (Dilday)
ii. «Ustedes han estado intentando encontrar placer en el mundo, y han encontrado enredaderas silvestres […], han recogido calabazas silvestres, un regazo lleno, un corazón casi lleno. Han estado triturando la muerte en la olla, y ahora no pueden sentir, pues se han acostumbrado a comerla, el veneno ha aturdido sus almas. Mientras estábamos cantando justo ahora, ustedes dijeron: “Quiero cantar como los santos, pero no hay alabanza en mí” […]. Si usted es un mundano, y no un hijo de Dios, usted puede vivir en eso que envenenaría a un cristiano; pero si usted es un hijo de Dios, usted clamará: “Oh, varón de Dios, hay muerte en olla”». (Spurgeon)
c. Y no hubo más mal en la olla: No había nada inherentemente purificador en la harina que Eliseo puso en la olla. La verdadera purificación fue una obra milagrosa de Dios.
i. «Hay muerte en la olla, cómo lo enfrentará la iglesia. Yo creo que debe ser imitando a Eliseo. No necesitamos intentar sacar las calabazas de la olla, han sido cortadas muy pequeñas y se comieron mezcladas muy hábilmente; han entrado demasiado cerca de la masa de enseñanza como para ser removidas. ¿Quién podrá extraer la levadura del pan leudado? ¿Entonces qué? Debemos acudir a Dios por ayuda y usar los medios indicados aquí: “Traigan la comida”. La buena comida sana fue echada sobre materia venenosa, y con la obra llena de gracia de Dios mató el veneno; y la iglesia debe echar el Evangelio bendecido de la gracia de Dios dentro del potaje envenenado, y la falsa doctrina no podrá destruir las almas de los hombres como lo está haciendo ahora». (Spurgeon)
2. (42-44) La multiplicación de los panes.
Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma. Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará. Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.
a. Trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada: «Estos habían sido traídos a Eliseo como panes de primicias (versículo 42). Normalmente, estas porciones eran reservadas para Dios (Levítico 23:20) y los sacerdotes levitas (Números 18:13; Deuteronomio 18:4-5). Debido a que la religión del reino del norte era apóstata, los panes estaban siendo llevados por su dueño al que él consideraba era el verdadero depósito de la religión de Dios en Israel». (Patterson y Austel)
b. Da a la gente para que coma: En un milagro que anticipó el milagro de Jesús de alimentar a los 5000, Eliseo ordenó que una pequeña cantidad de pan fuera servida a los 100 hombres.
i. «Esto es algo muy similar a cuando nuestro Señor alimentó a la multitud milagrosamente. Ciertamente, hay muchas cosas en este capítulo similares a los hechos de la historia de nuestro Señor; y este profeta pudiera ser considerado como un tipo de nuestro Señor, más que otras personas que han sido honradas de esta manera». (Clarke)
c. Porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará: Dios prometió no solo proveer, sino proveer más allá de la necesidad inmediata. Eliseo confió en la promesa de Dios, actuó en base a ella, y vio la promesa milagrosamente cumplida.
i. «¿Cómo pudieron estos pocos panecillos alimentar a cien hombres? ¿Olvidan que Dios puede multiplicarlos? Ustedes limitan al Santo de Israel. ¿Ustedes creen que Él necesita nuestros números? ¿Ustedes creen que depende de la fuerza humana? Les digo, nuestra debilidad es una mejor arma para Dios que nuestra fortaleza». (Spurgeon)
©2022 The Enduring Word Comentario bíblico en español de David Guzik – ewm@enduringword.com