A. Dios contra los príncipes de su pueblo.
1. (1-3) La violencia de los líderes contra el pueblo de Dios.
Dije: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo? Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les quitáis su piel y su carne de sobre los huesos; que coméis asimismo la carne de mi pueblo, y les desolláis su piel de sobre ellos, y les quebrantáis los huesos y los rompéis como para el caldero, y como carnes en olla.
a. Oíd ahora, príncipes de Jacob: Anteriormente, Miqueas dirigió sus comentarios al pueblo de Dios en general. Ahora él hablaba específicamente a sus líderes, porque ellos tenían una responsabilidad especial y tenían que rendir cuentas ante Dios.
b. Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo: Si esta descripción no fuera lo suficientemente mala, Miqueas pasó a ilustrar cuán terriblemente los líderes de Israel y Judá usaban al pueblo – como si fueran caníbales dándose un festín con el pueblo de Dios (que coméis asimismo la carne de mi pueblo).
i. “Puesto que la pobreza absoluta de los pobres los conducía a una tumba temprana, el profeta, en una metáfora sostenida, describe a los magistrados responsables de crear estas condiciones actuando como caníbales. Esta figura grotesca pretende despertar la conciencia de los réprobos”. (Waltke)
ii. Esto nos recuerda que la gente nunca existe para el beneficio de los líderes, sino que los líderes están ahí para el beneficio de la gente. Un líder nunca debe servir al pueblo de Dios dominado por la pregunta: “¿Qué hay para mí?”. Cuando lo hacen, son como los líderes caníbales descritos por Miqueas.
2. (4) El juicio de silencio de Dios contra los líderes corruptos.
Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras.
a. Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá: Este era un ejemplo del juicio de Dios contra los líderes corruptos. Cuando clamaban por la ayuda de Dios, el Señor permanecía en silencio.
b. Antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo: Un aspecto de la bendición pronunciada por los sacerdotes de Israel era pedirle a Jehová que hiciera resplandecer su rostro sobre ti (Números 6:25). Aquí, Miqueas prometió lo contrario de esta bendición – que Dios incluso esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo.
B. Dios contra los falsos profetas de su pueblo.
1. (5-7) El pecado y el juicio prometido de los falsos profetas.
Así ha dicho Jehová acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él: Por tanto, de la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar; y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos. Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios.
a. Los profetas que hacen errar a mi pueblo: Miqueas volvió a un tema mencionado por primera vez en Miqueas 2:11, hablando de los falsos profetas que traían consuelo vacío y pretendían paz para el pueblo de Dios.
b. Sobre los profetas se pondrá el sol: A través de Miqueas, Dios anunció que traería a los falsos profetas a una completa confusión y desprestigio. Ellos no tendrán respuesta de Dios y, por lo tanto serán avergonzados.
2. (8) La confianza de Miqueas como un verdadero profeta de Dios.
Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado.
a. Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová: En contraste con la vergüenza venidera de los falsos profetas, Miqueas tenía una confianza justificada en Jehová, quien lo llamó como profeta. Porque conocía a Dios y estaba cerca de Dios y de su palabra, Miqueas sabía que estaba lleno de poder del Espíritu de Jehová.
i. Miqueas también sabía que el poder venía del Espíritu de Jehová, no de algo en Miqueas. El poder también venía de juicio y fuerza, porque Miqueas sabía que estaba del lado de la palabra de Dios y la fuerza de Dios.
ii. “Debemos tener el Espíritu Santo, y si no lo tenemos, toda nuestra maquinaria se detendrá; o si continúa, no producirá efecto alguno. Escuché de un hombre cristiano de quien se percataron que su rueda de molino estaba en movimiento cierto domingo. La gente que iba a adorar se maravilló mucho allí; pero uno que pasó los tranquilizó al señalar que la rueda solo estaba girando ociosamente, porque al agua, por accidente, se le permitió fluir sobre ella. Pero el hombre dijo: ‘Es muy parecido a nuestro ministro y sus sermones. No se está haciendo ningún trabajo, pero la rueda gira, chasquido, chasquido, chasquido, aunque no muele nada’. En eso también se parece mucho a muchas organizaciones para el servicio espiritual: el agua pasa sobre ellas, brillando a medida que fluye; pero el movimiento exterior no se une a ninguna necesidad humana, ni produce ningún resultado práctico, y nada sale del chasquido y el zumbido”. (Spurgeon)
b. Para denunciar a Jacob su rebelión: Como la mayoría de los profetas en el Antiguo Testamento, el trabajo de Miqueas era exponer el pecado del pueblo de Dios.
i. Podríamos decir que bajo el Nuevo Pacto, los profetas tienen un llamado algo diferente. Bajo el Antiguo Pacto, la ley no estaba escrita en el corazón del creyente y el Espíritu Santo no moraba en cada creyente de la misma manera que bajo el Nuevo Pacto.
ii. Por lo tanto, había una mayor necesidad de que la obra de convicción del Espíritu de Dios viniera de “afuera”, de profetas como Miqueas. En el Nuevo Testamento, el Apóstol Pablo describió el ministerio del profeta así: Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación (1 Corintios 14:3). Esto ciertamente no significa que bajo el Nuevo Pacto la profecía nunca se usará para exponer el pecado, pero ciertamente no es su propósito central.
3. (9-12) Jerusalén impenitente compartirá el destino de destrucción de Samaria.
Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho; que edificáis a Sion con sangre, y a Jerusalén con injusticia. Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros. Por tanto, a causa de vosotros Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque.
a. Oíd ahora esto…que edificáis a Sion con sangre, y a Jerusalén con injusticia: En este capítulo, Miqueas primero habló a los jueces, luego a los profetas. Ahora habló a los príncipes, jefes de la casa de Jacob. Los gobernantes de Jerusalén no eran mucho mejores que los gobernantes de Israel y podían esperar un juicio similar a menos que se arrepintieran.
b. Y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros: Los líderes de Jerusalén tenían una falsa confianza en el ritual y la forma religiosa. Mientras tanto, se señaló el juicio para Jerusalén a menos que se arrepintieran.
i. Lo mejor del profeta Miqueas fue que fue escuchado. Oseas fue ignorado, al igual que Amós. Metieron a Jeremías en la cárcel por su mensaje profético del juicio venidero. En contraste, el rey Ezequías y el liderazgo de Judá escucharon al profeta Miqueas.
ii. Jeremías 26:17-19 describe cómo incluso cien años después se recordaba el impacto de Miqueas: Entonces se levantaron algunos de los ancianos de la tierra y hablaron a toda la reunión del pueblo, diciendo: Miqueas de Moreset profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá, y habló a todo el pueblo de Judá, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque. ¿Acaso lo mataron Ezequías rey de Judá y todo Judá? ¿No temió a Jehová, y oró en presencia de Jehová, y Jehová se arrepintió del mal que había hablado contra ellos? ¿Haremos, pues, nosotros tan gran mal contra nuestras almas?
iii. “Él fue oído en los días de Ezequías. Siguió un renacimiento. Luego, cien años después, sus palabras aún se recordaban, y Dios usó el recuerdo de lo que sucedió antes para salvar la vida de Jeremías”. (Boice)
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